"Y ahora, ?d¨®nde est¨¢ la OTAN?"
Cuando las tropas yugoslavas se acercaron a los rebeldes de Kosovo cerca del pueblo de Kralan el pasado viernes, un comandante del Ej¨¦rcito reclut¨® a varios lugare?os. Los soldados detuvieron a decenas de ellos, los desnudaron hasta la cintura y los forzaron a colocarse frente a los blindados como escudos humanos contra los rebeldes kosovares, seg¨²n los supervivientes.Durante todo el d¨ªa, los tanques y rifles sin retroceso dispararon por encima de sus cabezas en direcci¨®n al pueblo. A la ma?ana siguiente, los guerrilleros que defend¨ªan Kralan estaban muertos, o hab¨ªan huido. Ghani Kilmendi, uno de los campesinos obligados a permanecer en pie en la l¨ªnea de fuego, cont¨® que, despu¨¦s de los tiroteos, unos 50 hombres fueron entregados por el comandante del Ej¨¦rcito a un grupo de chetniks (voluntarios paramilitares serbios, conocidos por su cruel trato a los civiles). Los cautivos fueron alejados de all¨ª, y su destino a¨²n no est¨¢ claro.
"Tengo miedo, temo por ellos", cuenta Kilmendi, recostado en una manta, en uno de los puntos de tr¨¢nsito junto a la frontera de Yugoslavia con Albania. "No creo que sepamos nada sobre ellos nunca m¨¢s".
La historia de Kilmendi, una m¨¢s entre los terror¨ªficos recuentos de lo que ocurre en Kosovo, fue confirmada por los relatos similares que sus seis compa?eros hicieron ante los funcionarios de la ONU en el pueblo alban¨¦s fronterizo de Kukes.
Seg¨²n algunos refugiados, se est¨¢n quemando cuerpos para ocultar pruebas. Un campesino llamado Enver Muharremi, de Mala Krusha, vio a los serbios cargar cuerpos, conducirlos a la orilla de un r¨ªo, rociarlos con gasolina y prenderlos fuego. Nadie, sin embargo, ha visto un solo tanque destruido. Mientras el portavoz de la OTAN, Jamie Shea, se preguntaba en Bruselas "?D¨®nde est¨¢n los hombres?", los campesinos se preguntaban: "?D¨®nde est¨¢n las bombas?".
Kralan, un pueblo de unas 500 familias situado al oeste de Kosovo, era considerado fiel al Ej¨¦rcito de Liberaci¨®n de Kosovo (ELK), pero se mantuvo tranquilo durante los primeros d¨ªas de la operaci¨®n aliada. Eso termin¨® cuando los tanques yugoslavos se aproximaron. Los guerrilleros ordenaron a las mujeres que se fueran. Poco despu¨¦s, Kilmendi, de 58 a?os, y otros hombre no combatientes tambi¨¦n decidieron irse. "Estaba claro que iba a haber una batalla en la que el ELK iba a perder", dijo. "Nos preguntamos durante un tiempo si la OTAN iba a salvarnos. Pero no pod¨ªamos arriesgarnos a esperar".
Su mujer y sus 13 hijos huyeron de Kralan el viernes. Temblando bajo su enorme abrigo de lana gris, se encoge de hombros, ignorante, cuando se le pregunta d¨®nde est¨¢n.
Los serbios interceptaron los tractores en los que hu¨ªan los hombres y los quemaron. Obligados a desnudarse hasta la cintura, pasaron una larga noche bajo la lluvia, bocabajo, sin agua ni comida. Al d¨ªa siguiente, medio desnudos en el fr¨ªo, junto a los tanques, los hombres sobrevivieron a la batalla. Dijeron que los hombres del ELK, si es que quedaba alguno de ellos en el pueblo, no les dispararon.
El domingo por la ma?ana, el comandante serbio, que los hombres identificaron como Kurstic Jurisic, les habl¨®. "Dijo que los serbios quer¨ªan estar en paz con nosotros, pero que nosotros queremos que venga la OTAN", cont¨® Adem Seferaj, de 52 a?os, obrero de la construcci¨®n. "Nos preguntaron: "Y ahora, ?d¨®nde est¨¢ la OTAN?". Entonces les dijeron que se marcharan a Albania. Ellos se pusieron las camisas, sin importar cu¨¢l era de qui¨¦n, y se prepararon para huir.
Entonces llegaron los chetniks, vestidos con largos abrigos. Seleccionaron a unos 50 hombres, cont¨® Seferaj. Entre ellos estaba su primog¨¦nito, de 17 a?os. "El ELK no le hab¨ªa querido porque era demasiado joven. Los chetniks, sin embargo, se lo llevaron".
Los campesinos anduvieron hasta Albania, algunos m¨¢s r¨¢pido que otros, algunos por carreteras, otros por senderos. Un testigo del asalto a Kralan, un f¨ªsico llamado Bashkim, cont¨® que escuch¨® disparos despu¨¦s de que fueran separados.
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