Sopor en el Tartiere

El punto de tensi¨®n que le dieron al partido las hinchadas de ambos equipos, sorprendentemente mezcladas en los grader¨ªos del Carlos Tartiere, se descosi¨® a medida que el Oviedo y el Athletic fueron invitando a todos a bostezar. Casi todo el partido fue una concienzuda y muy bien planificada agresi¨®n al manual del buen gusto; una suerte de sudores bald¨ªos, correr¨ªas voluntariosas, balonazos a ninguna parte e invocaciones al m¨²sculo. Y lo que m¨¢s hubo fueron interrupciones.En ausencia de f¨²tbol, ambos equipos exhibieron una precisa maquinaria para parar el partido cada pocos segundos, siempre con la complacencia del silbato del ¨¢rbitro. El partido cay¨® hacia el sopor, empujado por esa condenable obsesi¨®n de cada uno por quitarle el bal¨®n al contrario sin ocuparse luego de qu¨¦ hacer con ¨¦l. Es la sutil diferencia que media entre robar balones o cuidarse de no perderlos. En esa guerra mal entendida, jugadores como Guerrero y Dubovsky est¨¢n condenados a verlas venir. Dubovsky, que sali¨® del campo en el segundo tiempo en medio de una bronca, al menos tuvo opci¨®n a fabricar el ¨²nico miligramo de f¨²tbol del Oviedo en todo el partido: un recorte en la esquina izquierda y un centro milimetrado que Dely Vald¨¦s cabece¨® al cuerpo de Imanol, en posici¨®n inmejorable.

El Athletic, que fue una nulidad en el primer tiempo, arranc¨® en el segundo con Javi Gonz¨¢lez en lugar de Etxeberr¨ªa e hizo alg¨²n que otro alarde, como el que puso a Esquerro a las puertas del gol, en un servicio de Urz¨¢iz, o un golpe franco ejecutado por Alkiza.

En medio de la nada absoluta, el Athletic termin¨® identific¨¢ndose y formando parte activa de ella; el inevitable empate a cero se consum¨®.