Sobrevivir en la Colina del Robo
M¨¢s de 4.000 refugiados conviven en el campamento alban¨¦s de Durres junto a traficantes de coches robados
ENVIADO ESPECIALEn Mali i Robit (la Colina del Robo) viven 4.200 kosovares. El suelo est¨¢ embarrado por las ¨²ltimas lluvias. La vista de una id¨ªlica playa no alegra la existencia a quienes han perdido todo. En la tienda de la maternidad de este campamento regido por la Cruz Roja y la Protecci¨®n Civil italiana est¨¢ agazapada en una litera Ardita Bajgora. Tiene 21 a?os y acaba de ser madre. A su hijo, un beb¨¦ de pelo negro y nariz enorme, le ha puesto ?talo Fabio, en homenaje a los m¨¦dicos romanos que le dieron la vida. Ella come macarrones con tomate, yogour y un mendrugo de pan, la misma raci¨®n que los dem¨¢s refugiados.
El campo est¨¢ dividido en 10 barrios. Un total de 860 tiendas de campa?a. Son todas iguales. En cada una vive una familia. Las m¨¢s numerosas se ven obligadas a apretujarse unos contra otros. El coronel Umberto Segneri, un polic¨ªa italiano retirado que trabaja en cat¨¢strofes, dice que la Colina del Robo es una ciudad autosuficiente, con su propia cocina, hospital, electricidad y agua potable. Pero est¨¢ a punto de no poder recibir m¨¢s refugiados. "Creo que en uno o dos d¨ªas tendremos que impedir la entrada de m¨¢s personas y comenzar la construcci¨®n de un segundo centro de acogida. Esto no va a acabar r¨¢pido, es posible que estemos ante una crisis de varios meses".
En el exterior, sentados en unas bancas de madera y protegidos por sus pocas pertenencias, un grupo de reci¨¦n llegados observa cariacontecido el vaiv¨¦n de camiones y tractores. Los italianos est¨¢n rellenando los charcos con grava para impedir las inundaciones.
La familia Mazreku es una de las que esperan el bombo de la loter¨ªa. Son siete miembros y han pasado una semana en Kukes. "Hace 15 d¨ªas que no nos duchamos. A los ni?os les permitieron lavarse la cabeza en la frontera, estamos deseando tener una tienda en la que descansar".
En frente de las cuatro tiendas verdes que forman el hospital hacen cola decenas de personas. Los voluntarios italianos juguetean con los m¨¢s peque?os, lanz¨¢ndolos al aire ante la mirada at¨®nita de sus padres. Todo parece bien organizado. A las mujeres con beb¨¦s en los brazos se les permite adelantar la fila y entrar en el comedor los primeros. Todos reba?an el plato. El rancho del d¨ªa parece apetitoso, pero alguno no lo termina.
La ni?a Albina Gergalio tiene 14 a?os y lo que m¨¢s echa de menos es a sus amigas. Era de Pristina. A su familia, la polic¨ªa serbia s¨®lo le concedi¨® cinco minutos para salir de la casa. Se queja de que nadie les haya organizado a¨²n una escuela. "Estaba en primaria y estudiaba ingl¨¦s, ahora perder¨¦ todo lo que s¨¦". Al lado, Baftisha Gashi, de 60 a?os, llega un tanto exhausta tras transportar un cubo rebosante de agua. Era de Suva Reka. Dice que quemaron su casa. En su recorrido hacia Albania s¨®lo vio destrucci¨®n. El ¨¢rea de Suva Reka estuvo controlada en parte por la guerrilla del Ej¨¦rcito de Liberaci¨®n de Kosovo (ELK).
A Faza Sylaj, de 11 a?os, el miedo que dice haber pasado no le ha apagado el brillo de sus ojos azules. Cuando recuerda lo vivido se echa a temblar. Parece ser de ese 6% de ni?os de los que la Organizaci¨®n de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) asegura que tienen problemas psicol¨®gicos.
No hay tiempo para los ni?os
En la Colina del Robo no hay tiempo ni personal para recuperar a estas jovenc¨ªsimas v¨ªctimas de la limpieza ¨¦tnica. Pasan el d¨ªa vagando por el campamento, jugando a polic¨ªas y ladrones o algo que se asemeja al escondite entre los b¨²nkeres de hormig¨®n levantados por la paranoia del que fue durante cuatro d¨¦cadas dictador comunista de Albania, Enver Hoxsa.Aunque los casos y las tragedias personales se amontonan, el peque?o ?talo Fabio, de dos d¨ªas, es el protagonista. Las enfermeras voluntarias se deshacen en arrumacos. La comadrona, Clara, que ayud¨® en el parto, sostiene que es el primer nacimiento. Pero habr¨¢ m¨¢s. Son varias las mujeres del campamento que est¨¢n embarazadas.
No lejos de ese lugar, de camino al puerto de Durres, donde atracan los barcos repletos con la ayuda humanitaria, se levanta una gran carpa de autom¨®viles de lujo. Est¨¢n colocados a ambos lados de la carretera. Un Wolkswagen Golf TDI se vende por 15.000 d¨®lares (2,1 millones de pesetas, un mill¨®n y medio menos de su precio de mercado). "Es de 1999 y tiene todos los papeles en regla", dice el vendedor. El Mercedes CLK 300 cuesta el doble. Y un Audi 80, una ganga, no supera los 5.000 d¨®lares (unas 750.000 pesetas).
En Durres no s¨®lo atraca la ayuda humanitaria, aqu¨ª tambi¨¦n se descargan muchos de los autom¨®viles de lujo robados en Europa. Aunque tambi¨¦n hay p¨ªcaros que los venden a las mafias albanesas y luego denuncian su robo en su pa¨ªs. Es el caso del Mercedes. Su due?o se habr¨¢ podido comprar otro nuevo y ganar una plusval¨ªa de un par de millones de pesetas. Refugiados y el falso lujo conviven en un mundo irreal de sufrimiento y pobreza. Es la otra cara de Albania.
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