A?os luz
LUIS GARC?A MONTERO Los buscadores de tesoros espaciales, esos aventureros del telescopio y de los siete ojos matem¨¢ticos de la ciencia, han descubierto un sistema planetario a 44 a?os luz de la Tierra. Las estrellas tienen su imaginaci¨®n, su azar, sus leyes, sus complejos secretos, sus c¨®leras y sus simpat¨ªas. En la constelaci¨®n de Andr¨®meda, doblando por una esquina de la V¨ªa L¨¢ctea, vive la estrella ?psilon, una pariente lejana que comparte notables rasgos familiares con el sol, el capricho de los planetas, el juego de las noches y los d¨ªas, el deseo de establecer un sistema entre los cuerpos que danzan en sus arrabales. Aunque el espacio es a¨²n una caja infinita, una chistera de prestidigitador, las coincidencias se producen y las repeticiones niegan cualquier voluntad consoladora de propuestas y argumentos originales. No hay nada nuevo bajo el sol, ni siquiera bajo la estrella ?psilon. A los terr¨ªcolas so?adores nos interesa saber hasta d¨®nde llegan las semejanzas. ?Habr¨¢ en ¨¦ste o en otros sistemas planetarios un reino de vida y miseria parecido al nuestro? En el laberinto de los azares y los a?os luz, no s¨¦ si resulta cre¨ªble que haya otro lugar en el que los monos se pusieran de pie para inventarse una maquinaria tan compleja de odios, dioses, fronteras, pol¨ªticos, polic¨ªas y v¨ªctimas. ?Puede haber otro planeta donde los polic¨ªas disparen una pistola para detener a un borracho o donde los pol¨ªticos descarguen miles de bombas sobre un pueblo para castigar a un fascista? ?Pueden existir fascistas en otro lugar? No es concebible, como tampoco parece probable que exista en otro sistema, por cercano que sea, una elaboraci¨®n fantasmal tan acabada como esa que nosotros llamamos Dios, capaz de someternos todos los a?os a la tortura imp¨²dica de la Semana Santa y dispuesto a negarle la p¨ªldora abortiva a las mujeres violadas en una guerra. La hipocres¨ªa, el arte m¨¢s vivo y elaborado que poseemos, no es imaginable m¨¢s all¨¢ de nuestros imperios y fronteras. No creo que ning¨²n emperador de cualquier otro sistema pueda gastarse una cantidad incalculable de miles de millones para castigar una tropel¨ªa contra los derechos humanos, mientras deja, sin verg¨¹enza ninguna, que la pobreza cumpla todos los a?os su particular limpieza ¨¦tnica. ?Y es concebible que los espacios siderales hayan dado en cualquier rinc¨®n del anch¨ªsimo universo otro alcalde como el de Granada, mi ciudad a ratos? Desde que sonaron los clarines y sali¨® al ruedo de la pol¨ªtica granadina, me ha echado varias veces de la ciudad. Primero por ateo, despu¨¦s por no sentir fervor ante nuestra madre, la Sant¨ªsima Virgen de las Angustias, y ahora por no gustarme que ponga en la Plaza de San Nicol¨¢s un monolito en homenaje a Clinton. Soy un v¨¢ndalo, no merezco vivir en Granada seg¨²n el alcalde y debo buscarme otro lugar de residencia. ?Comprenden ahora mi inter¨¦s por el sistema planetario descubierto en ?psilon? Si todo es lo mismo all¨ª, los granadinos que no somos partidarios de homenajear a Clinton, precisamente en el mes de sus bombas, deberemos ocultarnos por unos d¨ªas en un refugio antialcalde. Pasado el tiempo de la expulsi¨®n, podremos cantar de nuevo con Miguel R¨ªos aquello de "vuelvo a Granada".
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