Una ley en v¨ªa muerta
Un consejero del Gobierno vasco sol¨ªa hacerse una pregunta que nadie parec¨ªa estar dispuesto a contestar: "?De qu¨¦ sirve", dec¨ªa, "elaborar una ley si no va acompa?ada del dinero correspondiente ni, a veces, de voluntad del Ejecutivo, para cumplirla?" Esto es lo que est¨¢ ocurriendo con la Ley del Patrimonio Cultural Vasco, aprobada el 3 de julio de 1990. No se cumple pese a que su texto comienza diciendo que "el patrimonio cultural vasco es la principal expresi¨®n de la identidad de este pueblo y el m¨¢s importante testigo de su contribuci¨®n hist¨®rica a la cultura europea". Y no se cumple pese a que, en la exposici¨®n de motivos se reconoce que "la protecci¨®n, defensa y enriquecimiento del patrimonio cultural, cualquiera que sea su r¨¦gimen jur¨ªdico y su titularidad, es uno de los principios ordenadores de la actuaci¨®n de los poderes p¨²blicos". De este incumplimiento no se puede culpar ni a Madrid ni a Bruselas, porque pr¨¢cticamente todas las competencias de esta materia son de la comunidad aut¨®noma, tal y como establece el estatuto de Autonom¨ªa y la ley de Territorios Hist¨®ricos. Tiene la Ley de Patrimonio seis t¨ªtulos en los que se establece, adem¨¢s de las disposiciones generales y de las medidas de fomento, lo relativo a los bienes culturales y a los servicios de archivos, bibliotecas y museos. Este apartado de los museos se inicia con una definici¨®n (art¨ªculo 89) a la que sigue una larga sucesi¨®n de promesas que no se atienden, seguramente por falta de dinero en los presupuestos o porque el dinero se destina a otros fines. Promesas como "el acceso libre y gratuito a los museos de titularidad aut¨®noma", o que "el Gobierno Vasco velar¨¢ para que en los municipios y comarcas de m¨¢s de 10.000 habitantes se cree un museo de la ciudad", o que "los museos habr¨¢n de contar con personal t¨¦cnico cualificado", o que "las Administraciones de la CAV y de sus territorios hist¨®ricos reservar¨¢n, en el presupuesto de las obras p¨²blicas de importe superior a cincuenta millones, una partida equivalente, como m¨ªnimo, al 1% del importe de las mismas, con el fin de invertirlo en la conservaci¨®n, fomento de la creatividad art¨ªstica, y puesta en valor y difusi¨®n de los bienes culturales". "Sistema nacional" Pero lo m¨¢s grave de la falta de cumplimiento de la ley es el cap¨ªtulo referente al "Sistema Nacional de Museos", una red integrada "por todos los museos de titularidad p¨²blica, salvo los privados o los que son exclusiva del Estado y los de titularidad de los territorios hist¨®ricos", encargados en su mayor¨ªa a las Diputaciones y ayuntamientos. Pero incluso en esos tres casos, tales museos podr¨ªan integrarse al Sistema Nacional mediante convenios con el Gobierno vasco. Para todo ello, dice la ley, se crear¨¢ un centro espec¨ªfico, que se present¨® en 1994 dentro de un ambicioso Plan Nacional de Museos, en el que se establec¨ªa, de acuerdo con las Diputaciones y algunos ayuntamientos, tres dominaciones de museos seg¨²n la categor¨ªa y la competencia institucional: los nacionales, los territoriales y los locales, evitando as¨ª diferencias, duplicidad de competencias y enfrentamientos administrativos. Se advert¨ªa entonces que "uno de los objetivos prioritarios del Departamento de Cultura es el desarrollo de ese Centro aglutinador de los museos del pa¨ªs, trabajando conjuntamente con diputaciones y ayuntamientos para propulsar y coordinar la acci¨®n muse¨ªstica". Uno de los objetivos m¨¢s interesantes de aquel programa fallido estaba precisamente en impulsar los museos ya existentes junto a los nuevos -principalmente el Guggenheim, pero tambi¨¦n otros que se pensaba construir, rehabilitar o ampliar-, estableciendo una conexi¨®n entre todos ellos y arriesg¨¢ndose por una apuesta de comunidad y no de territorialidad, sobre todo en los nacionales. Por ejemplo, se pensaba en establecer un entendimiento y colaboraci¨®n real entre el Guggenheim y los Museos del Bellas Artes de ?lava y de Bilbao; o los que hay dedicados a la arqueolog¨ªa y la etnograf¨ªa, o los de ciencia y tecnolog¨ªa, o el mar, etc. Y al mismo tiempo exist¨ªa una pretensi¨®n clara de potenciar (o al menos contribuir a que otros lo hicieran) museos que, pese a sus importantes fondos, est¨¢n en la ruina, abandonados (el de la T¨¦cnica de Barakaldo) o sin una funci¨®n muy concreta, como el de San Telmo de San Sebasti¨¢n. Aquel Plan de Museos defin¨ªa el car¨¢cter nacional, entre otras cosas, por la contribuci¨®n y participaci¨®n del Gobierno vasco, que deb¨ªa ser total o al mismo nivel que otras instituciones. Estos museos nacionales eran: en ?lava, Museo de Bellas Artes (va a iniciarse la construcci¨®n de un nuevo, pero sin el apoyo que la obra merece por parte del Gobierno), Arqueolog¨ªa, y Fournier de Naipes y Artes Gr¨¢ficas; en Guip¨²zcoa, museos de Arquitectura, Antropol¨®gico Vasco, Naval, y de Cer¨¢mica y Artes Populares; en Vizcaya, Bellas Artes de Bilbao, Guggenheim Bilbao, y Ciencia y Tecnolog¨ªa de Barakaldo. Evidentemente, hay otros muchos museos en cada territorio, pero esos quedaban bajo la competencia exclusiva o directa de Diputaciones, ayuntamientos o particulares, abiertos a un posible acuerdo con el Gobierno. En aquel plan de 1994 se daba un plazo de diez a?os (a¨²n quedan cinco) para la inversi¨®n y las obras que todos, m¨¢s o menos, necesitaban. De lo previsto para los museos nacionales, el Guggenheim se llevaba l¨®gicamente casi el doble de cantidad que la suma de todos los dem¨¢s: 15.000 millones uno y menos de 9.000 el resto. Era evidente, sin embargo, que la mayor dificultad de aquel ambicioso plan estaba en la inversi¨®n econ¨®mica, que podr¨ªa verse aliviada por dos objetivos a conseguir. Uno, que fuera una inversi¨®n general (de infraestructura) del pa¨ªs, como se hace con una carretera o un puerto, y no s¨®lo de los departamentos de cultura, aplicando la m¨¢xima norteamericana de que "la inversi¨®n en cultura nunca se deval¨²a". Y dos, la propia ley de patrimonio establec¨ªa un apartado amplio dedicado a "medidas de fomento", donde se recoge, adem¨¢s del 1% de los presupuesto de las obras p¨²blicas, posibles relaciones y acuerdos con personas, entidades o empresas para ayuda o mecenazgo. Para ello, el Departamento de Cultura se ofrec¨ªa a elaborar una ley de Esponsorizaci¨®n y Mecenazgo cultural junto con las Diputaciones. Fondos encerrados De todo esto no se ha hecho nada salvo los compromisos adquiridos con el Guggenheim y el Museo de Bellas Artes de Bilbao, adem¨¢s del acuerdo con el de Museo de ?lava y la Diputaci¨®n de ese territorio. Hoy es el d¨ªa en que los museos en Euskadi son muchos, y en algunos los fondos, importantes, est¨¢n encerrados en s¨®tanos o en naves. Otros museos siguen, pese a todo, abiertos gracias al voluntariasmo de determinadas personas, con medios muy limitados, como podr¨¢ comprobarse a lo largo de la serie de reportajes que hoy se inician en estas p¨¢ginas. Esto es m¨¢s escandaloso ahora que el efecto Guggenheim ha despertado entre los que nos visitan un mayor inter¨¦s por conocer la memoria hist¨®rica y art¨ªstica de Euskadi. Recuerdo que un grupo de turistas que llegaron a Bilbao y se encontraron sin poder entrar en el Museo Guggenheim reclamaban otros museos, confiados en que se les ofreciera calidad y cantidad, pero se encontraron que unos estaban en obras y otros estaban cerrados. La excusa a esta situaci¨®n es el dinero. Pero el fondo de la cuesti¨®n est¨¢ en una ley -buena pese a sus defectos- que no se cumple. Y eso es lo grave.
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