LA CASA POR LA VENTANA F¨¢brica de antig¨¹edades JULIO A. M??EZ
Ya es primavera en Pedro Almod¨®var, de modo que quien no tuvo empacho en titular a su productora como El deseo, Sociedad An¨®nima, para esc¨¢ndalo o reconocimiento ¨ªntimo de los lacanianos de este mundo (Sigmund Freud, ?d¨®nde te metes, amor? ?Por qu¨¦ has encogido a los ni?os?) va y se lanza y rueda una pel¨ªcula sobre su madre y, parece, en favor de las mujeres, con lo que entra en competencia con esas chicas progresistas que ya en la cuarentena dan en apreciar sobremanera las virtudes de sus madres en detrimento de unos padres que a esas alturas andan ya por su segunda pareja como poco. En fin, Almod¨®var. De qu¨¦ mujeres se trata exactamente, se pregunta uno escamado cuando el director manchego sale en las teles y larga diciendo entre otras virguer¨ªas cosas como que "las mujeres son m¨¢s sabias en el mundo de los afectos". ?Ostras, Pedr¨ªn! ?Ser¨¢ por eso que Margaret Tatcher, esa mujeraza, toma el t¨¦ todas las tardes con Pinochet en Londres? ?Tal vez como muestra de una irreprimible sabidur¨ªa afectuosa que prefiri¨® no hacer extensiva a los mineros de su pa¨ªs? ?Hay mujeres en la miner¨ªa inglesa? ?Es la se?ora Tatcher merecedora del tonto afecto de tales mujeres? Ignoro a qu¨¦ dedica sus afectos do?a Rita Barber¨¢, y lo digo pensando en que debe estimar en poco a la ciudad en la que hace de alcaldesa, a juzgar por c¨®mo la tiene, aunque m¨¢s misterioso ser¨ªa determinar en qu¨¦ consiste su sabidur¨ªa, ya sea afectuosa o de la otra. Nada, nada, lo dicho: f¨¢brica de antig¨¹edades, por m¨¢s deseo asociado que se quiera echar sobre el asunto. Claro que esta p¨¢gina lo mismo podr¨ªa haberse titulado , y tan contentos. Un valenciano en Par¨ªs. Se entretendr¨ªa as¨ª en contar los entresijos de un rid¨ªculo de pantuflas administrado por unos cuantos paisanos de post¨ªn, exceptuando al Pollo de Cartagena, que van a Par¨ªs y montan la bronca valencianera a cuenta de unas representaciones de El Misteri en un local de la Unesco. Qu¨¦ ordal¨ªa de patriotismo chico, qu¨¦ resuelta determinaci¨®n, qu¨¦ velada inolvidable, en fin, qu¨¦ fr¨ªo espanto. Carmen P¨¦rez pinta de patrimonialista de la lengua en este chiste, el hiperp¨®tamo Manuel Taranc¨®n hace una vez m¨¢s del Manuel Taranc¨®n facci¨®n destrozaetiquetas catalanas, y los responsables parisinos de la cosa se quedan a cuadros ante el aldeano misterio de una trifulca cada vez m¨¢s parecida al foll¨®n de todos los domingos. ?En qu¨¦ lengua har¨ªa hablar Almod¨®var, en su sabia sabidur¨ªa, a la Virgen de los Desamparados? ?Habla alguna esa Se?ora, distinta a la de sus devotos? Y ya puestos, ?por qu¨¦ Alfonso Grau no prohibe de una vez esa r¨¦plica horrible que tanto afea el centro de la plaza de la Virgen en los luminosos d¨ªas falleros? ?Podr¨ªan prohibirse las Fallas, tal vez -desde?emos todo radicalismo- plantearse cada a?o en un pa¨ªs distinto, para que a ning¨²n pueblo del planeta se le estalvie tan prolija maravilla? ?Y si se quedaran en Francia Antonio Lis y Eduardo Zaplana, Taranc¨®n y las dos Consuelos, a fin de ir abriendo camino en el pr¨®logo negociador de esta propuesta? No ser¨ªa menor la pertinencia si esta ¨²ltima de domingo se acogiera al r¨®tulo De la Capital de la Cultura a la Ciudad del cine: antolog¨ªa del cantama?ismo valenciano en el tr¨¢nsito entre siglos. Se tratar¨ªa de exponer razonadamente -aunque no se lo merecen- que as¨ª como se vio en su d¨ªa que no hab¨ªa aqu¨ª cultura municipal para llenar capitalidad alguna, con gran disgusto de Magda Calomarde Rodr¨ªguez Rosa, se anticipa sin sombra de duda que menos solvencia hay todav¨ªa para colar la ocurrencia de convertir a Valencia en una ciudad del cine, por m¨¢s que se empe?e JRS en un diario local, acaso estimulado por Yo Tengo Una Escuela de Guionistas, que es como se conoce en Madrid a Joan ?lvarez, para seguir con las antig¨¹edades. Los argumentos en juego para aprovecharse del contribuyente y quedarse con Berlanga son dos y ninguno verdadero, por m¨¢s Sainz de Vicu?a que le echen a este tocomocho tecnol¨®gico: el fracaso de las ciudades del cine europeas y la gracia de nuestros artistas falleros. Por algo ser¨¢ que han fracasado estudios m¨¢s arraigados en ciudades punteras de nuestro entorno: otro motivo para dejarse de falsas enso?aciones en lugar de seguir enredando al personal a expensas de nuestros impuestos. Y como los falleros son m¨¢s bien artesanos renuentes al fino estilismo de interior, que es lo que se lleva en decorados de cine, habr¨¢ que concluir que alguien se toma demasiado inter¨¦s en promocionar un turbio y antiguo asunto. Que ser¨¢ de cine s¨®lo para sus sabios bolsillos.
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