La c¨¢rcel privada de Rold¨¢n
El ex director general de la Guardia Civil cumple cuatro a?os en prisi¨®n donde es custodiado por un agente de polic¨ªa que incluso duerme al lado.
En ch¨¢ndal verde, calcetines blancos y zapatillas de cuadros, el preso Luis Rold¨¢n Ib¨¢?ez, de 55 a?os, agarra con fuerza el mango de la fregona, inclina levemente su espalda y descarga todo su peso hacia adelante hasta escurrir la ¨²ltima gota del utensilio dom¨¦stico. Al ex director general de la Guardia Civil, condenado a 31 a?os de c¨¢rcel por malversaci¨®n, estafa, cohecho y delito fiscal, no se le caen los anillos por mantener limpio como una patena su pabell¨®n privado de la prisi¨®n de Brieva (?vila). Nadie le obliga a limpiarlo, pero este hombre que mand¨® a 75.000 guardias civiles y estuvo a punto de ser nombrado ministro del Interior coge cada ma?ana la escoba, el cubo y la fregona para repetir como un aut¨®mata una de las tareas que m¨¢s le complace desde que ingres¨®, ahora hace cuatro a?os, en esta prisi¨®n de mujeres. "Tiene la nave como los chorros del oro. Y hasta barre y friega el cuarto de los funcionarios", se?ala un testigo.
Rold¨¢n es el ¨²nico hombre que purga su pena en esta prisi¨®n de ?vila que acoge a 200 reclusas. Est¨¢ aislado de sus compa?eras y reside solo en una enorme y desangelada nave, donde se encuentra su celda. Ha renunciado a pasear al sol o a sentir el aire fresco en su rostro. El primer d¨ªa que pase¨® por un patio exterior, las presas escucharon sus pasos y le arrojaron botellines de agua y orina. "Le insultaron. Le llamaban chorizo y tom¨® la decisi¨®n de no volver a salir".
Este previsible rechazo de la poblaci¨®n reclusa es la causa por la que el ex jefe de la Guardia Civil est¨¢ confinado en una c¨¢rcel de mujeres. All¨ª, en opini¨®n de los expertos, goza de mayor seguridad y tiene menos posibilidades de protagonizar una nueva fuga, como la que termin¨® en 1995 con su rocambolesca entrega en Bangkok (Tailandia).
Pero su aislamiento entre mujeres no se considera suficiente y cada d¨ªa lo pasa en compa?¨ªa de uno de los ocho polic¨ªas que lo custodian. Muy a su pesar, sus guardianes tienen que dormir en la c¨¢rcel como un preso m¨¢s. Lo hacen en una peque?a habitaci¨®n situada junto a la del funcionario de prisiones que vigila la nave y a escasos metros de la celda del recluso.
En tres turnos de ocho horas, un equipo de polic¨ªas dependiente de la Unidad Central de Intervenci¨®n convive desde hace cuatro a?os con el preso m¨¢s conocido de Espa?a. El ¨²nico que goza o padece, seg¨²n se mire, de esta medida excepcional. Estos agentes parecen condenados a compartir junto al penado su larga condena.
En la c¨¢rcel de Logro?o, en la que permaneci¨® preso Rold¨¢n durante cuatro meses para asistir en la Audiencia provincial de Pamplona al juicio del caso Urralburu, la proximidad entre el recluso y el polic¨ªa que le custodiaba era todav¨ªa mayor. Dorm¨ªan en dos celdas contiguas de la secci¨®n de cacheos. "Haberlo mezclado entre los presos comunes habr¨ªa sido una irresponsabilidad de consecuencias imprevisibles", se?alan fuentes penitenciarias.
Sus primeros meses en la prisi¨®n de Brieva fueron los m¨¢s duros y dif¨ªciles. Cay¨® en una profunda depresi¨®n, enfermedad a la que es propenso, y se abandon¨® a s¨ª mismo. Iba mal vestido, sin afeitar ni asear. "Luis, a la ducha", le animaban los polic¨ªas con los que conviv¨ªa d¨ªa y noche. Ahora, a los cuatro a?os de su ingreso y despu¨¦s de haber asimilado el rigor carcelario, ha superado el bache inicial. Se asea y corta el pelo, aunque rara vez se viste con otra prenda que no sea su ch¨¢ndal verde.
La celda del condenado tiene televisi¨®n, radio y una sencilla cama, como los dem¨¢s reclusos. Pero a diferencia de ¨¦stos, su puerta est¨¢ casi siempre abierta y su mundo se extiende m¨¢s all¨¢ de los barrotes que cercan el cub¨ªculo. Todo el pabell¨®n, con cocina, sala de vis a vis, donde recibe regularmente a su esposa, un sal¨®n comedor, aseos y un largo pasillo, est¨¢ a su exclusiva disposici¨®n. Y el ex director de la Guardia Civil lo aprovecha.
El preso se levanta a las ocho de la ma?ana, camina en albornoz o pijama a las duchas y regresa hasta la puerta del rastrillo donde le aguarda una bandeja con el desayuno. La toma y camina hasta el sal¨®n comedor donde cultiva su principal pasi¨®n: la lectura de la prensa deportiva.
Devora el Marca, el As y el Sport. Sus guardianes son testigos de que no se le escapa ni un s¨®lo dato que tenga que ver con la Liga. Incluso controla los l¨ªos amorosos de las figuras. Como aragon¨¦s, es forofo del Real Zaragoza. Todos los d¨ªas recibe tres peri¨®dicos nacionales: EL PA?S, Abc y El Mundo, que lee con cierta indiferencia.
"La prensa publica lo que le interesa. Tienen que vender", comenta a los agentes cuando no est¨¢ de acuerdo con alguna noticia que dice conocer por razones de su anterior cargo. Si est¨¢ animado, el preso relata a los funcionarios los detalles de lo que, en su opini¨®n, es la verdad de la historia pero huye como de la peste de las preguntas que le hacen sobre el bot¨ªn de 2.000 millones de pesetas que oculta en un banco de Singapur. "A veces, habla con orgullo de su paso por la Guardia Civil".
En la confianza que dan cuatro a?os de convivencia y m¨¢s de 50.000 kil¨®metros en coche, en su periplo por tribunales y juzgados, alg¨²n polic¨ªa se ha atrevido a bromear con el recluso. "Luis, necesitar¨¢s escolta cuando salgas. T¨² podr¨¢s pagar bien, porque tendr¨¢s unas perras guardadas por ah¨ª, ?no?". Y el recluso contesta lac¨®nico: "No digas tonter¨ªas". En otra ocasi¨®n, otro funcionario le esgrimi¨® su condici¨®n de "economista" y le pidi¨® que le ayudara a hacer la declaraci¨®n de la renta. Rold¨¢n acept¨® la broma con resignaci¨®n.
A la 13.30 se repite la rutina de la comida y el preso recoge su bandeja y camina hasta la cocina, donde dispone de frigor¨ªfico y guarda la fruta. La tarde la dedica a la lectura y al estudio en su celda o en el sal¨®n comedor, donde se instal¨® un peque?o despacho. Dispone de numerosos libros, en su mayor¨ªa ensayos y novelas de aventuras. Pero no ha conseguido que le faciliten el ordenador que ha solicitado. Sigue matriculado en Ciencias Pol¨ªticas, una carrera que no figuraba en su falso curr¨ªculo.
A las 18 horas, el hombre del ch¨¢ndal verde aparece de nuevo en el interminable pasillo de su pabell¨®n particular. Pasea cabizbajo y charla con el funcionario de prisiones y el polic¨ªa que le observan desde el rastrillo. En ocasiones se animan y hacen unas tortillas para merendar en la cocina y ver el partido de f¨²tbol. Otras veces se baten al ajedrez o encargan una tarta para celebrar el cumplea?os de alguna funcionaria.
La relaci¨®n de Rold¨¢n con sus vigilantes es extraordinaria. Tan buena que hasta les confiesa sus c¨¢balas acerca del futuro. Tiene dudas de si le conviene m¨¢s la libertad condicional o el tercer grado, y conf¨ªa en que el Tribunal Supremo le rebaje los 31 a?os de c¨¢rcel. "A lo mejor para el 2005 estoy en la calle", les pronostica optimista.
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