La divina aventura del marat¨®n
El marat¨®n no es s¨®lo una larga y dura carrera. Ni siquiera la m¨¢xima carrera. Se acerca a la simbolizaci¨®n del mayor esfuerzo f¨ªsico del ser humano, sea o no verdad. Hace 2.490 a?os, un mensajero corri¨® 42 kil¨®metros y 195 metros, desde Marat¨®n a Atenas, para dar la noticia del triunfo de Milc¨ªades sobre las tropas persas. Esta haza?a de un soldado, convertida en ense?a de abnegaci¨®n y hero¨ªsmo, ha permanecido veinticinco siglos despu¨¦s como una marca moral y f¨ªsica, atl¨¦tica y seudorreligiosa, entre la penitencia voluntaria y la ambici¨®n de ser m¨¢s. Quienes corren el marat¨®n son, en una peque?a proporci¨®n, hombres o mujeres menores de treinta a?os porque se necesita haber aprendido a sufrir, haber sido instruido en la dificultad, ser capaz de aceptar una fuerte disciplina para prepararse y correr durante cinco o seis horas. A partir del kil¨®metro 30, adem¨¢s, los m¨²sculos agotan el gluc¨®geno y se presenta un baj¨®n f¨ªsico que llaman "el muro". Ser¨¢ entonces preciso una aportaci¨®n suplementaria de voluntad y fe en s¨ª mismo para persistir.
Quienes culminan el marat¨®n no son los m¨¢s vigorosos f¨ªsicamente, sino aquellos que han adiestrado su esp¨ªritu en la adversidad y han metabolizado lecciones vitales sobre el dolor y el fracaso. No es extra?o, por tanto, que quienes cruzan la meta se estimen tambi¨¦n coronados por algo m¨¢s que el aplauso popular y de los organizadores. La meta parece estar situada afuera, pero es, ante todo, interior, y a ella se refiere el corredor desde el comienzo de su paciente entrenamiento de meses.
Estando sanos, no importa que se tenga hasta 60 o 70 a?os para ser maratonianos. Esto afirman tanto los expertos como los muchos libros editados para indicar la preparaci¨®n id¨®nea, que se desarrolla, sucintamente, a lo largo de tres fases. En la primera, el aspirante puede empezar incluso andando si su baja forma lo exige e ir progresando hasta correr unos treinta minutos. La l¨®gica consecuencia de esta etapa inicial ser¨¢ sentirse cansado y suponerse incapaz de cubrir alguna vez m¨¢s de 10 kil¨®metros. Este periodo de decepci¨®n dura, sin embargo, menos de tres meses y la segunda fase brinda una reconfortante sorpresa. Sucede que ya, cuando se corre media hora, no se siente cansancio alguno y empieza a especularse con la idea de que nada, en el futuro, impedir¨ªa correr sin limitaci¨®n. De hecho, el organismo permite correr 100 kil¨®metros o m¨¢s si se tratara s¨®lo de una prueba mec¨¢nica.
Pero hay m¨¢s. M¨¢s factores y de orden psicol¨®gico. Por ejemplo, para encontrar alientos s¨®lidos en el proceso de afirmaci¨®n est¨¢ recomendado experimentarse en carreras de medio marat¨®n, siempre con la ropa y el dorsal de atleta. Con los 21 kil¨®metros del medio marat¨®n y el dorsal flameando, el corredor se percibe encuadrado en el mundo de los atletas y enriquecida su condici¨®n de ciudadano con la etiqueta de una nueva y ¨¦pica identidad. Se trata, en su intimidad, de una distinci¨®n heroica que le compensa, a menudo, de otras villan¨ªas y sinsabores, econ¨®micos, laborales o sentimentales, en la vida com¨²n. De hecho, no son los ang¨¦licamente felices, pero tampoco los pusil¨¢nimes o los timoratos, quienes deciden correr el marat¨®n. La inmensa mayor¨ªa son operarios, gentes de pueblo, trabajadores manuales. Corredores ellos y tambi¨¦n sus esposas o sus novias, porque la afici¨®n se contagia apenas se asiste a la exultaci¨®n de quien corre y sus rituales de entusiasmo. En Estados Unidos se publican miles de referencias de parajes para procurar a quien corre el acompa?amiento natural m¨¢s atractivo con el gozo de correr, en cada estaci¨®n, a cualquier hora.
Un maratoniano nunca olvidar¨¢ la indecible aventura de traspasar la meta de Atica. Y tanto menos cuantos m¨¢s a?os tenga. Todo el mundo puede, en teor¨ªa, aspirar al marat¨®n, pero los mayores obtienen una raci¨®n especial de autoestima. Incluso cuando llega exhausto, el participante conoce que, en lo sucesivo, no ser¨¢ el mismo ante s¨ª. M¨¢s que una carrera terrestre el marat¨®n es una carerra de proyecci¨®n divina. Otro gigantesco intento de tratar con el m¨¢s all¨¢.
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