Los infartos
Hasta hace poco, los infartos, los ataques al coraz¨®n por raz¨®n de estr¨¦s, parecieron una dolencia de ejecutivos y altos empresarios. Ahora, no obstante, tras unos estudios ingleses a cargo del epidemi¨®logo Michael Marmot, se ha establecido que los empleados de rango inferior tienen cuatro veces m¨¢s posibilidades de morir por un episodio cardiaco que su jefe m¨¢ximo. A quienes se encuentran arriba pueden atosigarles sus graves compromisos, pero a los de abajo los estrangula la menguada capacidad para elegir sus vidas. Complementariamente, Richard G. Wilkinson, un economista brit¨¢nico autor de un sublevador volumen titulado Unhealthy societies: the afliction o inequality, constata una temblorosa correlaci¨®n entre el grado de desigualdad social y la tasa de esperanza de vida. Cuanto peor es la repartici¨®n de la riqueza, mayor n¨²mero de muertes prematuras, y a cargo justamente de los peor retribuidos. La falta de ecuanimidad mata y no s¨®lo por la escasez de medicinas, casas o alimentos, sino por el corrosivo da?o psicol¨®gico proyectado en depresiones, p¨¦rdida de defensas, aparici¨®n de enfermedades cancerosas, disfunciones coronarias y apoplej¨ªas. Vida y muerte en la escala social es un art¨ªculo m¨¢s de Helen Epstein en el mismo n¨²mero de abril de Revista de Occidente que redondea la denuncia sobre c¨®mo un sistema econ¨®mico liberal, entregando la vida social a manos del mercado, produce accidentes asesinos aunque encubiertos en el complejo azar cl¨ªnico. Revista de Occidente, en este n¨²mero que no puede dejar de conocerse, rastrea la dial¨¦ctica entre pobreza y exclusi¨®n. Con un agregado no tan obvio: la pobreza no mata s¨®lo de hambre ni la exclusi¨®n por pena absoluta. Una y otra son males relativos y lo decisivo es, sobre todo en el Occidente actual, el devastador efecto de la discriminaci¨®n.
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