La falsa historia del regalo de Hitler
Quiz¨¢ sorprenda a algunos de sus lectores, entre los que me cuento, que un diario de la importancia y nivel de informaci¨®n de EL PA?S reitere el error enunciado. Ya la cr¨®nica de Emilio Arroyo, de la agencia Efe, fechada en Berl¨ªn el pasado 28 de octubre, sobre la reconstrucci¨®n de la vieja embajada de Espa?a, la calificaba de ruina monumental ensombrecida por la falsa leyenda de haber sido un regalo de Hitler a Franco. En efecto, es s¨®lo una leyenda, pues en 1889 el Reino de Espa?a, a trav¨¦s de su embajador en el Reich, conde de Rasg¨®n, adquiri¨® en Berl¨ªn, por la considerable suma de 850.000 marcos, el palacio Thiele-Winkler, situado en la Hitzigallee, 21, entonces Regentenstrasse, y despu¨¦s, Grossadmiral-Prinz-Heinrich-Strasse.
Otro cap¨ªtulo de la historia de nuestra Embajada en Alemania se sit¨²a el 1 de abril de 1938, cuando el ministro de Asuntos Exteriores del III Reich comunic¨® oficialmente al embajador don Antonio Magaz que, para la reordenaci¨®n urbana del centro de Berl¨ªn y la reconstrucci¨®n del nuevo eje Norte-Sur, era necesario proceder a la expropiaci¨®n de la Embajada de Espa?a. El Gobierno de Hitler ofreci¨® a cambio un terreno en el barrio de Tiergarten para la construcci¨®n por cuenta del Gobierno alem¨¢n de un nuevo edificio con planos aprobados o modificados por el Gobierno espa?ol.
Se trat¨®, pues, de una permuta y en ning¨²n caso de un regalo. Por mi parte, he tenido ocasi¨®n de conocer bien el edificio y su historia, pues durante cuatro intensos a?os (1984-88), en calidad de c¨®nsul general de la naci¨®n en la capital hist¨®rica de Alemania -un Berl¨ªn que ya no existe; dos mundos en una misma ciudad partida-, viv¨ª en aquella ruina hist¨®rica, pero ruina al fin y al cabo.
Al tema me he referido en numerosas ocasiones en privado y en p¨²blico, con puntualizaciones sobre su pasado tejido de leyenda. La falsa historia del regalo de Hitler apareci¨® tambi¨¦n en un art¨ªculo que publiqu¨¦ en abril de 1991 en el dominical del diario Ya, al que me un¨ªa el afectivo recuerdo, siempre presente, de mi querido padre, Antonio Ortiz Mu?oz. De mi ¨¦poca berlinesa tengo viva la memoria de los muchos esfuerzos que, con indudables riesgos profesionales, hice contra los intentos de enajenar el gran caser¨®n.
Hoy d¨ªa me veo moralmente recompensado al continuar la propiedad de la casa en manos de Espa?a, y me alegrar¨¢ ver la hist¨®rica ruina reconstruida con la actualizaci¨®n necesaria al presente, pero sin olvidar el pasado, pues uno de los principales valores de todo pueblo es asumir la propia historia, aunque s¨®lo fuera para convertirla en la magistra vitae de los cl¨¢sicos.- Embajador representante permanente de Espa?a ante los Organismos Internacionales con sede en Viena.
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