LA CR?NICA La bella Lola SERGI P?MIES
Dicen que el mejor premio que puede recibir un escritor es la respuesta de sus lectores. De ser eso cierto, Maria de la Pau Janer obtuvo, el d¨ªa de Sant Jordi, el doble premio de triunfar con su ya premiada novela Lola. Este triunfo, sin embargo, llega acompa?ado de la ya tradicional explosi¨®n de hipocres¨ªa y ro?a del sector. Desde hace a?os, se ha ca¨ªdo en el error de convertir esta fiesta en una carrera en la que, al poco de darse la salida, ya circulan interesados rumores sobre qui¨¦n va primero. Pero as¨ª como la finalidad de los 100 metros lisos es llegar antes que nadie a la meta, el d¨ªa de Sant Jordi no forma parte de ninguna final y, puestos a decirlo todo, es imposible saber en tan poco tiempo cu¨¢l ha sido el libro m¨¢s vendido. Existen, eso s¨ª, f¨®rmulas para detectar la evidencia de un t¨ªtulo reiteradamente solicitado como lo fue Lola el viernes. Sin embargo, al poco de cerrarse esta denigrante clasificaci¨®n, ya aparecen interpretaciones sobre el resultado. Desde hace a?os, se escuchan comentarios que menosprecian el ¨¦xito del autor m¨¢s vendido por Sant Jordi. Desde el ya superado "claro, es comunista", al "claro, es maric¨®n" pasando por el "si no escribiera culebrones, no se iba a comer una rosca". En los ¨²ltimos tiempos, esta tendencia a la interpretaci¨®n cejijunta se ha perfeccionado gracias al preocupante deterioro de la informaci¨®n cultural. Terenci Moix, por ejemplo, pas¨® de ser uno de los novelistas m¨¢s le¨ªdos a ser uno que "se aprovecha de la fama que le da la tele". El a?o pasado, el d¨²o Soler-Om sufri¨® un bombardeo de ti?a parecido al que ahora cae sobre Andreu Buenafuente (que se convertir¨ªa inmediatamente en elogio si, en lugar de trabajar en televisi¨®n, fueran profesores de instituto en excedencia). Este a?o le ha tocado el turno a Maria de la Pau Janer. Las posibilidades de atribuir su ¨¦xito a razones no literarias eran variadas. A su trabajo en los medios de comunicaci¨®n, su f¨¦rrea ambici¨®n y un premio que asegura un despliegue promocional por tierra, mar y aire hay que a?adirle que Janer no es fea. Ella misma ha declarado que, a sus espaldas, se dicen cosas tan malvadas como ¨¦sta: "?De verdad crees que una chica tan guapa puede escribir bien?". Janer concluye, con cierta ingenuidad, que "el mundo literario es machista y envidioso" (no m¨¢s que los otros mundos del mundo mundial, me temo). Lo cierto es que el ¨¦xito de Janer no s¨®lo se cuestiona con el cl¨¢sico "no s¨¦ qu¨¨ li troben" al que todo escritor se expone, sino con el argumento de sus encantos y de su presencia en los medios (debida, naturalmente, a su f¨ªsico). Adem¨¢s de despreciar el gusto mayoritario, muchos de sus cr¨ªticos son enemigos de los premios (aunque algunos los utilicen como plataforma de lanzamientos que a veces terminan con el escritor despachurrado en el suelo de una piscina vac¨ªa), de la promoci¨®n y del vomitivo baile de entrevistas endog¨¢micas que tanto practica la Corporaci¨®n Catalana de Radio y Televisi¨®n. As¨ª pues, ?por qu¨¦ les sorprende que alguien que elige libremente un camino opuesto al de las catacumbas elitistas, minoritarias y exquisitas triunfe jugando todas sus cartas? En lugar de destilar tanta bilis sobre el ¨¦xito ajeno para poder digerir el cabreo propio, ser¨ªa m¨¢s justo preguntarse por qu¨¦, a?o tras a?o, Janer afianza la existencia de un p¨²blico que la sigue y se interesa por su trabajo. ?Porque es guapa? ?Porque sale por la tele? Lo dudo. Si la memoria no me falla, con M¨¤rmara, Janer ya obtuvo un considerable ¨¦xito que en ning¨²n caso puede atribuirse a la promoci¨®n que no tuvo. Si, con posteriores obras, sus editores han invertido en publicidad y estrategia, pues mejor para ella. Resumiendo: que, adem¨¢s de perjudicial para la salud, resulta est¨¦ril cebarse con el autor m¨¢s vendido por Sant Jordi busc¨¢ndole defectos extraliterarios (bebe, le huelen los pies, es heterosexual, tiene un restaurante, juega al tenis...) ya que, en realidad, el D¨ªa del Libro no fue concebido para otorgar certificados de pureza literaria y satisfacer a los fundamentalistas del buen gusto, sino para alegrar la vida de los libreros y permitir que durante un d¨ªa todos podamos comprar, por motivos tan diversos como privados, el libro que nos da la gana. Incluso para no leerlo.
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