La palabra m¨¢gica

Lejos del arquetipo del m¨²sico que plega su arte al omn¨ªmodo poder de la poco avispada industria del disco y el sacrosanto dinero, Ajo y Javier Col¨ªs, extra?a pareja y n¨²cleo creador de Mil Dolores Peque?os, decidieron en su d¨ªa abrir el puerto del rock al proscrito barco de la poes¨ªa. Tama?a heroicidad reconcilia este g¨¦nero, fatalmente venido a prostituirse y hacerse reaccionario, con el riesgo. ?Que no venden millones discos? Tampoco todos los surrealistas se hicieron ricos y su influencia en la cultura sigue hoy.En su puesta en escena, el grupo ofreci¨® un repaso por sus cuatro discos (en especial el ¨²ltimo, Opio) dando prioridad a la necesidad de impactar en el espectador de modo frontal con un tipo de expresi¨®n que no deja jam¨¢s indiferente. La cantante Ajo sali¨® a escena exhibiendo amapolas de opio, mientras el grupo produc¨ªa un sonido consistente y organizado, a pesar del caos al que juegan constantemente M.D.P. Cierto es que la m¨²sica de esta banda no ofrece facilidades a las orejas acostumbradas al c¨®modo est¨¢ndar del pop comercial. Sin embargo, sus letras atrapan al oyente, ara?ando su alma y produciendo peque?as cicatrices incruentas que mueven continuamente a la reflexi¨®n. Canciones como Inter¨¦s variable, la directa Ins¨²ltame o ese inmenso canto a la libertad que es De la piel pa"dentro mando yo nunca llegar¨¢n a las listas de ¨¦xitos, pero s¨ª son fervientes documentos de que, por suerte, no todos los que suben a un escenario a cantar tienen el mismo bajo nivel de exigencia art¨ªstica. Gracias a Mil Dolores Peque?os, por hacer, a base de palabras m¨¢gicas, que el arte no desaparezca del todo. Que florezca como una amapola en el yermo p¨¢ramo del rock espa?ol.