La indecencia econ¨®mica
Si uno se atiene a la atenci¨®n que le prestan los medios de informaci¨®n, la gente de indecente conducta econ¨®mica se re¨²ne en lo que podemos decir, seg¨²n antigua expresi¨®n, los bajos fondos, la alta riqueza y la pol¨ªtica, alta o baja.Los bajos fondos, seg¨²n los medios, se integran por narcotraficantes, proxenetas, mercaderes de mujeres y hombres, "lavado" de dinero, o crimen organizado, con distintas escalas organizativas. El lavado de dinero es la m¨¢s visible conexi¨®n entre la indecencia de los bajos fondos y la de la alta riqueza; la riqueza es, para la opini¨®n publicada, f¨¢cilmente sospechosa, lo que supone una de las contradicciones profundas de nuestra organizaci¨®n social, que se basa, como es sabido, en la libre empresa, o capitalismo m¨¢s o menos constre?ido por exigencias de funci¨®n social, pero en la que los principales protagonistas del enriquecimiento, y a¨²n de la riqueza heredada, deben actuar con mucha prudencia, hasta los l¨ªmites del disimulo p¨²blico, para no ser mal vistos; porque el riesgo es real: personas ha habido y hay para las que sesudos jueces (o juezas) y fiscales en conexi¨®n con opiniones "publicadas" han transmutado la presunci¨®n constitucional de inocencia en presunci¨®n de culpabilidad, por el mero hecho de haber ganado dinero; lo que no s¨¦ si tiene que ver con ra¨ªces de pensamiento evang¨¦licas o con hondos resentimientos que incluso los propios resentidos ignoran.
El hecho es que un rico har¨¢ muy bien en no dedicarse a la cosa p¨²blica, porque las decisiones que tome en el ejercicio de su funci¨®n aparecer¨¢n ligadas a protervos designios. M¨¢s a¨²n, el rico cuyo pariente hasta el cuarto o quinto grado por consanguinidad o afinidad se dedique a esa cosa p¨²blica, si es sensato, considerar¨¢ esa dedicaci¨®n una desgracia por la amenaza que supone para la normalidad, en la opini¨®n publicada, de sus otrora pac¨ªficos asuntos.
Luego hay el grupo de indecentes que se arraciman en la pol¨ªtica de cualquier categor¨ªa; siempre, repito, seg¨²n la opini¨®n publicada. Estos conectan con los anteriores por diversas v¨ªas, como la cosa inmobiliaria y decisiones pol¨ªticas que cambian el curso de la riqueza, como las explosiones bien dirigidas pueden cambiar el curso de los r¨ªos. Las grandes riquezas se acumulan, en el sistema de econom¨ªa libre, actuando con acierto en los mercados; pero hist¨®ricamente, y a¨²n ahora en grand¨ªsima medida, la principal fuente de riqueza es el poder pol¨ªtico, con sus decisiones, y me refiero a las que se toman con total desprendimiento y deseo de hacer el bien (el bien p¨²blico), no a las torticeramente desviadas para producir ese efecto enriquecedor de unos sobre otros.
Si el poder es fuente de riqueza, la opini¨®n publicada transmuta las famosas presunciones de inocencia en presunciones de indecencia, tambi¨¦n aplicada a los pol¨ªticos. Pero en este sector se produce un fen¨®meno singular, el cainismo m¨¢s n¨ªtido y deslumbrante, hecho efectivo, precisamente, mediante la opini¨®n publicada y con la colaboraci¨®n entusiasta de informantes u opinantes. Los actores de los bajos fondos suelen resolver sus diferencias en privado, aunque a veces con no poco ruido; tambi¨¦n es el camino que eligen los ricos, cuyos espec¨ªmenes no suelen salir a la plaza p¨²blica a proclamar la indecencia econ¨®mica de sus cong¨¦neres. Pero en los pol¨ªticos es otra cosa; y as¨ª, entre la opini¨®n atizada y publicada la gente puede acabar por creer que esto de la pol¨ªtica no anda muy lejos de los famosos bajos fondos y la famosa alta riqueza. Pero, repito, en este caso, son los propios miembros los que se lo echan en cara; con su pan se lo coman.
Ya s¨¦ que habr¨¢ severos d¨®mines que dir¨¢n que lo que yo quiero es tapar delincuentes; pero se puede, perfectamente, combatir la delincuencia, con polic¨ªa y fiscales y tribunales, y dejar a salvo la dignidad de la especie, que es un bien p¨²blico; y digo que se puede porque lo he visto hacer. Pero establecer como criterio de ventaja sobre el adversario pol¨ªtico la mayor indecencia de ¨¦ste, y vociferar el criterio como si se hubiera descubierto la ley de la gravedad, no s¨®lo degrada el debate pol¨ªtico, sino, lo que es m¨¢s grave, lo falsea; si tenemos que elegir, simplemente, por el criterio personal de qui¨¦n roba menos, o m¨¢s, es m¨¢s apetecible dar la espalda al asunto y dejar el patio de Monipodio para los monipodistas.
Ahora se produce un caso singular, en extremo rid¨ªculo. Parece que alguien, con cargo adem¨¢s, ha sembrado lino "para cobrar las subvenciones"; esc¨¢ndalo curioso si los hay; yo cre¨ªa que la subvenci¨®n era el elemento determinante de la andadura de tantos cultivos y explotaciones; que el arte de la agricultura de poco vale sin el arte de la subvenci¨®n. Pero ya se sabe, cargo pol¨ªtico y con tierras; huele, para esta ilustrada opini¨®n publicada, a clamorosa indecencia; y los otros pol¨ªticos, tan contentos.
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