Materia gris y masa cr¨ªtica JOSEP MARIA MONTANER
En la experiencia reciente del urbanismo barcelon¨¦s existen muchos hechos caracterizadores, pero posiblemente uno de los m¨¢s destacables es la manera como la ciudad ha sido capaz, en la mayor¨ªa de las ocasiones, de ir por delante de los acontecimientos. Es decir, no se ha dejado que la din¨¢mica capitalista y la fuerza de los operadores urbanos marcasen las directrices, sino que desde las diversas instancias municipales se ha ido encauzando la evoluci¨®n de la ciudad. Ello es diferente de lo que ocurre en muchos lugares regidos por las directrices de la ciudad global, seg¨²n las cuales los potentes operadores internacionales intervienen seg¨²n sus intereses y estrategias, conformando las ciudades seg¨²n un modelo internacional similar basado en la fragmentaci¨®n, la dispersi¨®n, la segregaci¨®n, el productivismo y la rentabilidad. Y es que la diferencia entre Barcelona y otras grandes ciudades radica en que una buena parte de la materia gris ha estado y est¨¢ en el sector p¨²blico. En este sentido no hay color cuando se comparan la densidad de las argumentaciones de los t¨¦cnicos municipales con los planteamientos de los representantes de las empresas privadas, privados de ambiciones culturales y ce?idos a intereses estrechos. Y eso es lo que nos distingue, por ejemplo, del panorama americano, donde la materia gris est¨¢ m¨¢s en las empresas que en la Administraci¨®n. Cuando en 1986 se vislumbr¨® que la ciudad contempor¨¢nea tiende a la desmembraci¨®n y diseminaci¨®n, entonces se propusieron las ¨¢reas de nueva centralidad para poder agrupar y redirigir los flujos de inversi¨®n urbana; cuando se necesitan impulsos extraordinarios para encauzar la mejora de la ciudad, entonces se promueven unos Juegos Ol¨ªmpicos o un F¨°rum 2004. De esta manera, las dominantes fuerzas del mercado van siendo reconducidas por los surcos de una propia cultura urbana y ciudadana, de alto nivel de exigencia, que cualquier operador exterior est¨¢ obligado a tener en cuenta. As¨ª, un gran centro comercial acaba siendo un conjunto tan s¨®lido y denso como la Illa Diagonal, o un centro de ocio debe ajustarse al imaginario del contexto barcelon¨¦s, tal como se ha hecho en el proyecto del centro l¨²dico Can Drag¨®, promovido por la multinacional Heron y el grupo catal¨¢n Layetana, cuyas obras acaban de iniciarse. En Barcelona y en otras ciudades catalanas, ning¨²n operador inmobiliario puede intervenir si no tiene en cuenta s¨®lidas culturas urbanas, participativas y cr¨ªticas. Es desde este punto de vista que se debe enjuiciar la operaci¨®n de Diagonal Mar, el caso m¨¢s descarado de operador que arriesga mucho al tener poco en cuenta la ciudad donde interviene. Las grandes empresas deben saber que no es lo mismo invertir en Par¨ªs o en Barcelona, donde hay fuertes culturas urbanas y se han de amoldar al lugar, que en Hong Kong o en Buenos Aires (incluido el Berl¨ªn actual), donde los operadores tienen muchos menos condicionantes para aplicar sus modelos internacionales de conjuntos residenciales cerrados, centros comerciales, complejos de oficinas, centros de ocio o grandes infraestructuras de conexi¨®n. Saben que si intervienen en ciertas ciudades con materia gris y masa cr¨ªtica est¨¢n obligados a conciliar la oferta de negocio y rentabilidad con la de cultura y espacios p¨²blicos. Por tanto, materia gris en la Administraci¨®n y masa cr¨ªtica en la sociedad ser¨ªan dos condiciones b¨¢sicas para la solidez y autonom¨ªa en la evoluci¨®n de una ciudad. En la era de la globalizaci¨®n y del discurso ¨²nico, la aportaci¨®n de Barcelona ha sido relevante: demuestra que existen otras alternativas al puro y duro predominio exclusivo de la rentabilidad de las operaciones inmobiliarias y de la econom¨ªa multinacional. Y al mismo tiempo, la masa cr¨ªtica de la sociedad ha de permitir comprobar c¨®mo dichas alternativas deben ser debatidas continuamente. De hecho, la materia gris municipal ha estado conformada por tres alcaldes, distintos responsables municipales y muy diversos t¨¦cnicos.
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