"Kosovo desvela la ambig¨¹edad de algunos Gobiernos europeos"
ENVIADO ESPECIALEl vizconde ?tienne Davignon, presidente de la Soci¨¦t¨¦ G¨¦n¨¦rale de Belgique -el banco de mayor volumen de B¨¦lgica-, esgrime estos d¨ªas con orgullo su memoria de inveterado liberal. Su discurso ofrece en todo momento las claves pol¨ªticas que rodean la ciudadela aritm¨¦tica de los escenarios econ¨®micos. Anuncia las consecuencias econ¨®micas de la guerra en los Balcanes como el necesario fin de las ambig¨¹edades de los pa¨ªses de la UE y como el primer paso de una escena internacional renovada a la que llegan cada d¨ªa con mayor nitidez las demandas de los ciudadanos de a pie. Denuncia el escaso empe?o de algunos pol¨ªticos "en la defensa de la ideolog¨ªa de la libertad" y recuerda que Europa "s¨®lo se mueve cuando hay presi¨®n".
Davignon, ex vicepresidente de la Comisi¨®n Europea, est¨¢ considerado uno de los forjadores del euro. En su esgrima dial¨¦ctica, enhebrada de razonamientos casi estructuralistas, aparecen destellos de estilo magiar. Naci¨® en Budapest en 1932 y es muy conocido por su trayectoria de guru financiero con rasgos similares a dos de sus compatriotas y viejos camaradas de origen h¨²ngaro: el conocido gestor de fondos Georges Soros y el analista de bolsa Andr¨¦ Kostolany.
Estos d¨ªas, Davignon ultima los preparativos de la reuni¨®n de la Asociaci¨®n para la Uni¨®n Monetaria Europea (AUME), que dentro de pocos d¨ªas reunir¨¢ en Madrid a los financieros Alexander Lanfalussy y Jos¨¦ Mar¨ªa Amus¨¢tegui y a los industriales Cesare Romiti, Giovanni Agnelli y Giorgio Fossa, entre otros.
"Los europeos observamos la evoluci¨®n de la moneda ¨²nica con esquizofrenia. A principios de enero nos preocupaba la excesiva apreciaci¨®n del euro y el desgaste que ello supon¨ªa para nuestra competitividad. Ahora nos preocupa justo lo contrario. Primero pens¨¢bamos que la econom¨ªa norteamericana sufrir¨ªa una peque?a ca¨ªda y que la europea se mantendr¨ªa muy fuerte. Pero ha pasado justo lo contrario; es decir, la econom¨ªa estadounidense es notablemente m¨¢s fuerte de lo que hab¨ªamos anticipado y, por tanto, es l¨®gico que esta situaci¨®n se traduzca en la correlaci¨®n d¨®lar-euro de forma favorable al billete verde. Adem¨¢s, quiero a?adir que la estabilidad es m¨¢s relevante que la fortaleza coyuntural de una moneda y Washington no parece nada dispuesto a apostar por la estabilidad del orden financiero internacional".
Pregunta. ?Quiere usted decir que Estados Unidos no comparte la prioridad de mejorar la llamada arquitectura financiera internacional?
Respuesta. Estados Unidos est¨¢ menos interesado en la estabilidad dada su situaci¨®n actual de d¨®lar fuerte y ritmo de crecimiento alto.
P. Parece, sin embargo, que el deterioro de la competitividad del comercio exterior norteamericano puede rectificar su senda de crecimiento optimista.
R. Antes de que se registre una ca¨ªda de las exportaciones norteamericanas, Washington deber¨ªa estar dispuesto a mejorar la estabilidad. Pero no lo est¨¢. A?ada que la remuneraci¨®n de los activos en d¨®lares es bastante alta. Es decir, el diferencial entre los tipos de inter¨¦s en EE UU y Europa es significativo; no digo elevado, pero si significativo.
P. Algunos expertos relacionan el desgaste del tipo de cambio del euro con la guerra en los Balcanes. ?Qu¨¦ correlato establece usted?
R. Digamos que mientras los pa¨ªses de la uni¨®n monetaria discuten, a veces de forma un poco mezquina, sobre la representaci¨®n internacional del euro, EE UU lentifica las decisiones sobre el papel de esta moneda en el G-7, por ejemplo. Comprendo que a los norteamericanos no les entusiasme que el euro alcance una situaci¨®n parecida a la del d¨®lar, y sobre todo cuando la no pertenencia de Gran Breta?a a la moneda ¨²nica complica este escenario. En el plano pol¨ªtico ocurre m¨¢s o menos lo mismo. La gente es consciente de que no podemos dejar que a 2,5 millones de personas en Kosovo se las someta a un holocausto. Se plante¨® este reto; ten¨ªamos que hacer algo, pero no lo pod¨ªamos hacer sin la ayuda de los norteamericanos, y ah¨ª justamente se produjo la ambig¨¹edad de algunos gobiernos europeos. No podemos criticar a los norteamericanos apelando a la necesidad de consensos m¨¢s amplios en Naciones Unidas, ni tampoco podemos actuar sin el apoyo decidido de los norteamericanos. Esta ambig¨¹edad ha recorrido los pa¨ªses miembros.
P. ?La ambig¨¹edad de los gobiernos democr¨¢ticos ante la limpieza ¨¦tnica de Milosevic es debida a que estos gobiernos est¨¢n sostenidos por consensos limitados?
R. El razonamiento democr¨¢tica entra?a esta dualidad: los gobiernos act¨²an por delegaci¨®n y los ciudadanos juzgan sus actuaciones facultadas para interrumpir esta delegaci¨®n por medio de un sufragio. De ah¨ª que cada vez que Europa da un paso importante es porque lo hace acuciada por la necesidad. ?Cree usted que la Comunidad hubiese sido posible con Stalin? No, claro que no. El peligro que supon¨ªa Stalin impuls¨® el deseo de crear la CEE y despu¨¦s han ido llegando la Uni¨®n, los tratados, el euro en tanto que concreci¨®n monetaria de un mercado ¨²nico. El euro es una consecuencia del mercado, pero si se ha llegado a algo cualitativamente distinto es porque la presi¨®n estuvo all¨ª y los grandes pasos, a partir de la presi¨®n, han sido siempre pol¨ªticos.
P. ?El conflicto de los Balcanes puede decidir un nuevo salto en materia de pol¨ªtica exterior com¨²n, por ejemplo?
R. Deber¨ªa ser as¨ª, es una urgencia. A partir de la ambig¨¹edad a la que me he referido y de la cual son culpables los gobiernos, aparecen dos consideraciones. La primera es que las sociedades europeas piden mayor peso pol¨ªtico para Bruselas y la otra consideraci¨®n es que a EE UU le conviene una UE d¨¦bil y no fuerte. Aunque aparentemente no lo parezca, ambas consideraciones convergen en la necesidad de una Uni¨®n pol¨ªticamente fuerte.
P. ?Conf¨ªa usted en este sentido en la futura Comisi¨®n? ?La presidencia de Romano Prodi ayudar¨¢ a consolidar el peso de Bruselas o por el contrario piensa que se trata de un paso atr¨¢s?
R. Volvemos a lo mismo: ?Preferimos una Comisi¨®n fuerte y unos Estados miembros no tan fuertes o queremos una Comisi¨®n d¨¦bil que deje las manos libres a los Estados? Parece que la UE est¨¢ dispuesta a vivir eternamente sin responder a esta interrogaci¨®n que, en el fondo, no es sino una constataci¨®n.
P. La liquidez de la zona euro no es del todo eficiente y en ello influye la inexistencia real de un mercado de eurobonos fiscalmente atractivo para los inversores. ?Est¨¢ de cuerdo?
R. No es un problema aritm¨¦tico, porque si usted contempla el conjunto de los mercados de obligaciones p¨²blico y privado de la zona euro obtendr¨¢ como resultado un marco excelente, muy bien atendido, que, adem¨¢s funciona por encima de los tratamientos fiscales de cada Estado miembro. La liquidez est¨¢ ah¨ª, las cifras son incontestables y s¨®lo se nos plantea el problema de la diferencia entre esta liquidez nominal y la realidad mercantil del euro, una moneda que est¨¢ dando sus primeros pasos.
P. En el proceso de concentraci¨®n de capital que vive Europa, los grandes bancos se resisten a abandonar sus hegemon¨ªas dom¨¦sticas para abrazar proyectos claramente continentales. ?Por qu¨¦?
R. Los bancos europeos tienen ahora dos caminos: iniciar una expansi¨®n partiendo de sus propia fortaleza o consolidar su posici¨®n en el seno de una operaci¨®n iniciada por un socio de mayor tama?o. Ambas direcciones provienen del mismo escenario, marcado por la exigencia de los clientes, los ahorradores e inversores particulares, que exigen a sus bancos que efect¨²en pagos y transacciones de todo tipo en el conjunto de la UE sin hacer distinciones entre pa¨ªses. El comercio nominado en euros ha marcado una nueva velocidad.
P. Sin embargo, la percepci¨®n del euro no llegar¨¢ a la calle hasta que exista el soporte f¨ªsico en el 2002.
R. El pasado mes de enero, todo el mundo supo que hab¨ªa ocurrido algo y la acogida del euro por parte de los ciudadanos fue mejor de lo que yo mismo esperaba. Pero la transici¨®n de este sentimiento a un acto concreto est¨¢ bloqueada por la inexistencia todav¨ªa del soporte f¨ªsico, de la moneda. Los ciudadanos no cuentan en euros ni cuando pagan en sus divisas, ni cuando utilizan el pl¨¢stico; hablo de los particulares, no de las empresas. La modificaci¨®n psicol¨®gica llega ahora por las diferencias de precios en el seno de la UE, cuya comprensi¨®n es m¨¢s r¨¢pida al contar en euros sin el a?adido de las diferencias de cambio entre monedas nacionales.
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