Educaci¨®n en tierra de nadie
El movimiento revolucionario de los Sin Tierra de Brasil crea un sistema alternativo
Cuando los revolucionarios ocuparon las tierras por la fuerza en Brasil apenas quedaba el esqueleto de las escuelas que levantaron los terratenientes. Para los revolucionarios, la educaci¨®n es tan importante como la lucha por la tierra o la reforma agraria. Por eso, lo primero que hizo el Movimiento de los Sin Tierra (MST), uno de los grupos rebeldes m¨¢s importantes de Am¨¦rica Latina, fue poner de nuevo en pie aquellas escuelas. En 15 a?os ha creado un proyecto alternativo de ense?anza: m¨¢s de 850 escuelas, repartidas por 23 estados del pa¨ªs, que agrupan a 35.000 alumnos. El movimiento est¨¢ formado por 250.000 familias brasile?as llegadas de lugares en los que viv¨ªan en condiciones infrahumanas.La pedagog¨ªa que imparten es alternativa. Arranca de la vida, de los problemas de la agricultura, y se ense?a a los alumnos a ver la ciudad con ojos cr¨ªticos. Imparten a los ni?os la educaci¨®n b¨¢sica y ense?an a adultos y j¨®venes materias t¨¦cnicas y de formaci¨®n profesional, sobre todo las relacionadas con la industria agr¨ªcola y agropecuaria. Pero los Sin Tierra est¨¢n sobre todo empe?ados en paliar el analfabetismo de su comunidad, que ha llegado al 90% en las zonas del noroeste.
Las escuelas son peque?as, caseras, con materiales educativos creados a menudo por ellos mismos. El acceso a ellas como visitante no es f¨¢cil en unas tierras donde mueren cientos de trabajadores a manos de pistoleros o de la propia polic¨ªa. Una de las escuelas est¨¢ situada en la localidad de Barra Mansa, entre R¨ªo de Janeiro y S?o Paulo, y fue ocupada en 1997 por los Sin Tierra. Es min¨²scula, con 28 alumnos de 6 a 14 a?os; pobre, limp¨ªsima, pintada de azul el¨¦ctrico. La entrada est¨¢ adornada con fotograf¨ªas gigantes de Sebasti?o Salgado sobre las luchas de los campesinos por la conquista de la tierra. Una de las ni?as lleva una camiseta en la que se lee: "Mejor morir luchando que de hambre".
Hab¨ªa sido la escuela del terrateniente de la finca Fazenda Dos Altos de 880 hect¨¢reas. Llevaba cinco a?os abandonada. La escuela se ca¨ªa a pedazos. El suelo estaba lleno de esti¨¦rcol.
"Esta escuela es lo primero que levantamos despu¨¦s de la ocupaci¨®n. El Ayuntamiento nos dio el material y nosotros pusimos la mano de obra", dice Jos¨¦ Ribamar, que fue el l¨ªder de aquella ocupaci¨®n, una de las 1.440 realizadas hasta ahora en todo el pa¨ªs y que han repartido 21.682.926 hect¨¢reas de tierra. La ocupaci¨®n, como casi todas, fue realizada de noche. "Siempre es un momento dif¨ªcil", comenta Ribamar sin tonos dram¨¢ticos, "porque van a la cabeza mujeres y ni?os, y suele haber muertos en el enfrentamiento con la polic¨ªa. Nosotros tuvimos suerte: no muri¨® nadie".
En la finca viven 50 familias que se alojan en viejas construcciones abandonadas que han rehabilitado con sus propias manos. En los dos a?os que llevan all¨ª ya han conseguido trabajar con ganado y producir caf¨¦, legumbres y hortalizas en r¨¦gimen de cooperativa. Venden los productos que obtienen en los mercados pr¨®ximos.
Los campesinos viven alejados unos de otros. Uno de los ni?os de la escuela, de 10 a?os, llega a clase con su caballo cuando la escuela est¨¢ a¨²n cerrada. Mientras espera, se pone a preparar sus deberes debajo de un ¨¢rbol y suelta al caballo para que paste en las cercan¨ªas.
"Los ni?os que estudian en las escuelas del MST tienen una conciencia muy clara de la lucha por la conquista de la tierra", dice la directora de la escuela, Clara Suel¨ª Dutra de Meirelles. "Los ni?os participan en las marchas que organiza el movimiento y se preparan para vivir por su cuenta en el campo", explica la directora. "Poseen una inteligencia muy viva y saben de los misterios de la tierra m¨¢s que muchos catedr¨¢ticos de universidad", prosigue Dutra de Meirelles. "Hay ni?os que saben hacer un dulce maravilloso de las pieles de pl¨¢tano y una harina estupenda de las c¨¢scaras de huevo, cuyo alto contenido de calcio conocen muy bien, como toda la alimentaci¨®n alternativa".
Una peque?a de cuatro a?os cuenta que antes de la ocupaci¨®n viv¨ªa con sus padres debajo de un puente. La maestra intenta consolarla: "Ten¨ªa que ser muy duro". Y la ni?a responde con desparpajo: "No se crea, profesora. Cuando hac¨ªa sol era estupendo; cuando llov¨ªa, lo era menos. Pero siempre se encuentra una soluci¨®n".
Un manifiesto de los educadores suele colgar en la pared de las escuelas o en los ¨¢rboles. Dice: "Creemos en una escuela que despierte los sue?os de nuestra juventud, que cultive la solidaridad, la esperanza y el deseo de aprender, ense?ar y transformar el mundo".
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.