En el zoco del gesto
"Anoche estuvieron unos zancudos tuaregs con cosas de fuego en la plaza de la Merced y ma?ana vienen unos demonios". Habla un chaval rapado con mochila y una mosca de pelo bajo el labio. Jueves, 6 de mayo. Son las siete de la tarde en la Plaza de F¨¦lix S¨¢enz. ?ngel Baena es director de una compa?¨ªa, una academia, y organizador del festival de Teatro de Calle de M¨¢laga. Ya van tres ediciones. Anoche se fueron los K de Calle, Animasur, Guirigai, Naphtaline, Sarruga, Kukubiltxo y Circus Ronaldo: anoche se disip¨® la magia imprevista de las calles, el zoco espont¨¢neo del gesto. Han sido cuatro d¨ªas donde, al volver una esquina, te asaltaba una ara?a gigante, una marioneta m¨ªnima, un tragafuegos enloquecido, una comitiva de meninas y conquistadores de las Indias. Plaza de F¨¦lix S¨¢enz de M¨¢laga. Los transe¨²ntes se arremolinan en torno a tres extra?os c¨®micos ambulantes. Algunos no lo saben todav¨ªa. "Hay que ver la gente que viene por esta plaza", comenta una se?ora desde la puerta de los almacenes. Los almacenes F¨¦lix S¨¢enz se anuncian con un lema ya a?ejo: el almac¨¦n de los malague?os. La se?ora ha visto a tres tipos peculiares en la plaza de los tipos raros, tr¨¢nsito comercial entre calles populares y distinguidas. Un zoco donde la vida se impone a la jerarqu¨ªa. Arrastran los tres tipos un ba¨²l tan astroso como sus ropas. Se paran entre dos jardineras secas. Uno calvo, toca un organillo; otro, flaco, con coleta y pinta de mosquetero segund¨®n, redobla un tambor. El tercero es una patosa mezcla de arlequ¨ªn y malabarista imposible. S¨®lo dicen una palabra: "?artista!". El montaje es un pique c¨®mico entre dos malabaristas de un circo de quinta categor¨ªa donde el m¨¢s torpe acaba imponi¨¦ndose al achulado y donde el p¨²blico termina participando y queri¨¦ndose subir al carro. Se llaman Circus Ronaldo. Sexta generaci¨®n de grandes c¨®micos. En B¨¦lgica son referencia. La prostituta de la calle se suma al corro alrededor de los payasos. El cliente abandona su urgencia. Ella tambi¨¦n se abandona a ser veinte a?os menos: sin tatuaje en el brazo, sin tener que subir y bajar ocho veces al d¨ªa al hostal de calle Camas. Ahora es una ni?a que sonr¨ªe y se come el bocadillo. Que r¨ªe y airea las caries. A todos se les pone gesto de reparto de Fellini. Rostro por rostro, el c¨®mico no resulta m¨¢s expresivo que el transe¨²nte: s¨®lo m¨¢s preciso. Todos rivalizan en mueca. Llega Pepe Ponce y lanza la foto. ?l es los ojos de la ciudad y fotograf¨ªa -nadie sabe c¨®mo llega a todos lados ni para qu¨¦ lo hace- cada evento desde hace casi 20 a?os. Hoy se ha parado un poco: en la plaza ha pasado algo. No sab¨ªa a qui¨¦n retratar, confiesa. Ah¨ª estaban los estudiantes de arte dram¨¢tico, el mimo que cada d¨ªa hace el ¨¢rbol en la plaza, la gitana del romero, la due?a de la florister¨ªa, el padre con los ni?os, las tres chavalas escu¨¢lidas con el pelo horquillado y caoba, el astr¨®logo feliz con p¨¢gina web y un cr¨ªo con cara de selenita, cuatro muchachos morenos con nuca rapada, una joven mulata y su hijo que se r¨ªen como la luz, varios hurgadores de narices, gente que repite lo que hace el c¨®mico como un espejo, abuelas que tiran del cr¨ªo, chavales que reparten propaganda o el chico al que cogen los c¨®micos - "t¨ªo, me cre¨ªa que me iban a dejar ah¨ª atado en la plaza"- y le hacen pasar un dulce calvario delante de sus colegas. Por una vez, todos la misma risa. Por una vez, sab¨ªa la plaza a teatro como la vida misma.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.