Clausewitz, la pol¨ªtica y la guerra MIQUEL CAMINAL BADIA
Mirando hacia el siglo XXI, ?se puede tolerar desde la libertad y la democracia que guerra y pol¨ªtica contin¨²en siendo conceptos interdependientes para dirimir los conflictos de intereses nacionales e internacionales? Viendo lo que ha sucedido y sucede en las guerras de los Balcanes, las tesis del general prusiano Karl von Clausewitz contin¨²an plenamente vigentes: "Vemos, por lo tanto, que la guerra no es simplemente un acto pol¨ªtico, sino un verdadero instrumento pol¨ªtico, una continuaci¨®n de la actividad pol¨ªtica, una realizaci¨®n de la misma por otros medios" (De la guerra, p. 48). As¨ª, la guerra es la continuaci¨®n y transformaci¨®n de la pol¨ªtica en un acto de fuerza para doblegar la voluntad del adversario. Es el uso de la violencia en todos sus grados como medio para conseguir el objetivo pol¨ªtico de destruir al enemigo. Dos problemas de gran envergadura se plantean a partir de las tesis de Clausewitz. El primero es si la guerra es un medio inevitable para resolver los conflictos de intereses, cuando los medios diplom¨¢ticos de la pol¨ªtica se han agotado o as¨ª lo parece. El segundo afecta al mismo n¨²cleo de la cuesti¨®n y es, por consiguiente, el determinante: ?qu¨¦ intereses pol¨ªticos justifican la guerra? Es obvio que si la guerra es un instrumento de la pol¨ªtica, el problema b¨¢sico nace de esta ¨²ltima. Pero, aun as¨ª, es necesario poner en evidencia el grado de inhumanidad y barbarie al que ha llegado este instrumento. Me vienen a la memoria unas frases del fil¨®sofo comunista Manuel Sacrist¨¢n: todas las guerras son barbarie, pero lo son m¨¢s en la medida en que la capacidad destructiva aumenta exponencialmente, y no deber¨ªa olvidarse despu¨¦s de dos guerras mundiales que el hombre no s¨®lo ha hecho uso de todas las armas a su alcance, sino que ha multiplicado su capacidad de inventar cuando las "necesidades de la guerra" lo han determinado. Ah¨ª est¨¢ Hiroshima en el recuerdo del terror. El medio, en la vor¨¢gine de la pol¨ªtica belicista, puede acabar con la pol¨ªtica, con toda pol¨ªtica posible. Aunque se podr¨ªa pensar que el hombre es un animal suficientemente racional como para no traspasar nunca la l¨ªnea del no retorno, el riesgo de utilizar el medio con toda su potencia destructora persistir¨¢ mientras la guerra forme parte de la pol¨ªtica. Es un hecho comprobado y repetido que las guerras ya no son, necesariamente, entre ej¨¦rcitos en combate directo, como si se tratara de un juego reglado, aunque macabro, en el cual se acata la victoria militar de uno de los bandos. Las guerras son totales , en el sentido de que es un objetivo militar cualquier acci¨®n que debilite al enemigo y conduzca a doblegar su voluntad. La escalada belicista de la OTAN es un buen ejemplo: ?los ataques a la poblaci¨®n civil son errores u horrores calculados? ?La destrucci¨®n de los puentes y el bloqueo de las fuentes energ¨¦ticas contra qui¨¦n son? ?A qui¨¦n aterrorizan los bombardeos? No creo que sea a Milosevic. Qu¨¦ guerra tan "humanitaria" ¨¦sta, que se caracteriza por que un ej¨¦rcito se dedica a la expulsi¨®n y el genocidio de la poblaci¨®n albano-kosovar y, al mismo tiempo, se esconde de otro ej¨¦rcito, muy superior en potencial militar, el cual protege tanto a sus soldados que disparan desde la cobard¨ªa de 15.000 pies de altura. En la hip¨®tesis de que la guerra sea un medio inevitable para conseguir un fin justo, ?cu¨¢l es este objetivo pol¨ªtico tan justificado? El "alma guerrera" de Vargas Llosa contestar¨ªa sin vacilaci¨®n: la defensa de los derechos humanos pisoteados por Milosevic. Esto no se lo creen ni las "almas c¨¢ndidas", que ¨¦l mira con conmiseraci¨®n. Tampoco lo cree Manuel Castells, que en un excelente art¨ªculo (EL PA?S, 1 de mayo) tiene la debilidad de salvar a su amigo Javier
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