Punto final a 20 a?os de Cuerda
El alcalde que molde¨® la Vitoria moderna se retira sin conocer la derrota electoral
Empez¨® gestionando un presupuesto de 1.935 millones que veinte a?os despu¨¦s alcanza los 32.722. La ciudad que recibi¨® Jos¨¦ ?ngel Cuerda en 1979 ten¨ªa 187.000 habitantes y hoy ronda los 220.000; es la ¨²nica de las tres capitales vascas que sigue creciendo. Nadie sab¨ªa entonces qu¨¦ era un centro c¨ªvico, ni un carril-bici, ni calles peatonales, ni, por supuesto, hab¨ªa visto un turista. Pero aquel metro cuadrado de suelo que val¨ªa 16.000 pesetas en el Casco Viejo hoy cuesta 190.000 pesetas.En Vitoria resulta imposible que los menores de 30 a?os recuerden a otro alcalde. Incluso a quienes superan esa edad les cuesta recordar a su antecesor, Alfredo Marco Tabar, el ¨²ltimo regidor franquista de Vitoria, todav¨ªa edil por el PP y que tambi¨¦n deja ahora definitivamente el Ayuntamiento. Jos¨¦ ?ngel Cuerda Montoya (Vitoria, 1934) cumpli¨® 20 a?os en el cargo el 19 de abril, un mes despu¨¦s de rebasar la edad oficial de la jubilaci¨®n. Antes que primer edil fue abogado en la C¨¢mara de la Propiedad y profesor de Derecho en la Escuela Universitaria de Trabajo Social. Tambi¨¦n estuvo como diputado en las Cortes constituyentes, pero renunci¨® a la reelecci¨®n para dedicarse a la alcald¨ªa. S¨ª compatibiliz¨® ¨¦sta entre 1983 y 1986 con su esca?o en el Parlamento vasco. Pudo ser lehendakari en 1984, cuando Arzalluz y Garaikoetxea partieron peras, pero rechaz¨® la oferta por fidelidad al ¨²ltimo. Luego le abandonar¨ªa en EA para volver, siempre con la alcald¨ªa bajo el brazo, al PNV. Padre de dos hijos y dos hijas y abuelo ya de un nieto, se marcha de la pol¨ªtica por voluntad propia: ni derrotado en las urnas, ni aparcado por su partido. De hecho, el PNV intent¨® sin ¨¦xito volver a jugar con su tir¨®n personal ante el riesgo de perder Vitoria y ?lava frente al PP.
La ciudad, mientras, se ha dejado moldear sin casi rechistar y no parece haberse cansado de ¨¦l en estos cuatro lustros. Carism¨¢tico e incontrolable, Cuerda ha cultivado esa relaci¨®n salpic¨¢ndola de sorpresas: ahora el 1% del presupuesto municipal para ayuda a la cooperaci¨®n con el Tercer Mundo (Vitoria en el podio de la solidaridad); luego, el primer registro en Espa?a de parejas de hecho, incluidas las del mismo sexo (Vitoria para¨ªso de la tolerancia); m¨¢s tarde, el primer salario social para colectivos sin ingresos (Vitoria campeona del progresismo). Lo cierto es que en 1979 la ciudad apenas estaba en el mapa de Espa?a. Se la conoc¨ªa por la f¨¢brica de naipes y los sucesos del 3 de marzo de 1976, que se saldaron con cinco trabajadores muertos a tiros por la polic¨ªa tras una prolongada huelga general. No s¨®lo Cuerda, pero desde luego ¨¦l tambi¨¦n, ha tenido mucho que ver en la revelaci¨®n de Vitoria. Su condici¨®n de capital del Pa¨ªs Vasco, adquirida poco despu¨¦s con el Estatuto de Autonom¨ªa, contribuy¨® tambi¨¦n a sacar a la ciudad del anonimato. Los cambios avanzaron silenciosos y al final del tercer mandato de Cuerda, la ciudad sorprend¨ªa, y antes que a nadie a sus vecinos, irrumpiendo entre las tres ciudades de mejor calidad de vida de Espa?a. En otra de ellas, Girona, manda tambi¨¦n desde 1979 su amigo el socialista Joaquim Nadal. Con ¨¦l demostr¨® otra vez Cuerda su capacidad para hacer de su capa un sayo. Cuando Nadal fue candidato del PSC a la Generalitat, pidi¨® el voto para ¨¦l, mientras su partido apoyaba a CiU. El PNV call¨® y otorg¨®. Cuerda ha dicho alguna vez que habr¨ªa sido socialista de no ser nacionalista, aunque en realidad ha sido sobre todo cuerdista.
En veinte a?os nunca ha tenido mayor¨ªa absoluta y ha pactado con todas las fuerzas del variopinto espectro pol¨ªtico vasco. Ninguna sali¨® beneficiada de su colaboraci¨®n con ¨¦l. El abrazo de Cuerda parece asfixiante y el brillo de su personalidad quita la luz a quien le acompa?a. Como todos los pol¨ªticos de raza, tiene un ego hiperdesarrollado y no soporta bien que le lleven la contraria.
La vivienda ha sido el flanco m¨¢s d¨¦bil de su gesti¨®n: un piso nuevo medio costaba en 1979 2.700.000 pesetas; ahora, no baja de 30 millones. Buen negocio para quien lo compr¨®, muy malo para los j¨®venes. "En ninguna otra parte se hace tanta vivienda social", replica. El ¨²ltimo solar lo vendi¨® a mill¨®n el metro. Expertos del sector dicen que se va "sin haber entendido nada" sobre los mecanismos del mercado del suelo. Otros dicen que los conoce tan bien que, en su af¨¢n por proteger su ciudad de los constructores, ha terminado da?¨¢ndola con su intervencionismo.
Lector de Gil de Biedma, Neruda y Lorca, uno de los peores momentos de su vida fue el asesinato a tiros de su amigo el jesuita Ignacio Ellacur¨ªa en El Salvador. All¨ª, a la Universidad Centroamericana, vuelve todos los a?os unos d¨ªas. No piensa escribir sus memorias, dice.
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