Emoci¨®n y naturalidad virtuosista
El programa de la Sinf¨®nica de Madrid con Kurt Sanderling al frente estaba dedicado a Haydn y Bruckner y obtuvo del p¨²blico que llen¨® el Teatro Real una acogida de excepci¨®n. No todos los d¨ªas podemos aplaudir a un gran superviviente de una generaci¨®n poblada por muchas personalidades ilustres y significativas de un magisterio y una sensibilidad ya hist¨®ricas, pero todav¨ªa vigentes.Aunque no exista unidad de pensamiento ni estilo en cada generaci¨®n, s¨ª parecen coincidir sus componentes en algunas l¨ªneas maestras, en ciertas formas de pensar y hacer la m¨²sica. Luego, cada cual a?ade sus variantes. Sanderling, nacido el a?o 1912, como Solti y Markevich, ten¨ªa poco m¨¢s de 20 a?os cuando abandon¨® Alemania, su patria; pod¨ªa haberse convertido en un maestro cosmopolita o en una estrella, mas prefiri¨® la b¨²squeda de la verdad, seg¨²n la entiende su propio pensamiento.
Actuaci¨®n de la Orquesta Sinf¨®nica de Madrid
Director: Kurt Sanderling. Obras de Haydn y Bruckner. Teatro Real. Madrid, 9 y 10 de mayo.
Decir que Sanderling trabaj¨® o estuvo cerca de Sebasti¨¢n y Mravinski en la Uni¨®n Sovi¨¦tica o que vivi¨® el ambiente musical de la Alemania posguerrera en Berl¨ªn o Dresde, viene a no significar nada. Toda su larga actividad ha servido a Sanderling para profundizar en sus mismos principios, para hacer casi virtuosista su naturalidad, para depurar la interpretaci¨®n musical de cualquier ganga ajena a la misma m¨²sica.
Ense?ar antes que mandar
Y desde el podium, antes que mandar, ense?a. As¨ª fue al escuchar la Sinfon¨ªa en sol mayor, La sorpresa, de Haydn, en la que la continuidad musical semeja una conversaci¨®n en tono afable y donde cada tiempo fue asumido con sorprendente exactitud: aquella que ahuyenta el fantasma de lo excesivo en ning¨²n sentido. Mesura y punto exacto que, igualmente, sigui¨® el maestro en los matices, el fraseo, las respiraciones, el equilibrio entre las partes. Todo era simplemente m¨²sica, y la de Haydn culmina un periodo y augura con precisi¨®n otro, de modo que est¨¢ en las bases ocultas de Bruckner, como lo est¨¢, m¨¢s cercano y presente, el fluir l¨ªrico de Schubert.En la Sinfon¨ªa en re menor, n¨²mero 3, Anton Bruckner hace m¨²sica extensa, pero, en el fondo, sencilla; combina con rara sabidur¨ªa los diversos temas, por lo general sumarios, para dar car¨¢cter protagonista y sustantivo a las ideas y su desarrollo. Su tempo es as¨ª, como lo fue antes, el de la Sinfon¨ªa en do, de Schubert, pero debe entenderse desde la intimidad y sin aparato. Bruckner, como en sus versiones Sanderling, reh¨²ye las apoteosis (pi¨¦nsese en la simplicidad de las conclusiones) aunque su sinfonismo de buena ley disponga con insuperable talento los puntos culminantes, all¨ª en donde la movilidad de la forma lo aconseja, del mismo modo que opone a las soluciones polif¨®nicas los potentes trazos unisonales.
Fue un concierto ejemplar, emocionante, y nuestra orquesta demostr¨® cu¨¢nto puede dar de s¨ª con la juventud multiplicada, que no vejez, de un hacedor de m¨²sica fresca, jugosa, clarificante, que junta vida y testimonio. Tras largas ovaciones y una vez retirada la orquesta, Sanderling fue objeto de un entusiasta homenaje.
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