Repetici¨®n
De todos es sabido que los humanos podemos cometer un n¨²mero infinito de necedades, pero ninguna tan rid¨ªcula como la de ignorar lo que otros han hecho antes que nosotros. Es un desconocimiento muy fastidioso, porque perdemos media vida reinventando la rueda tontamente.Esta reflexi¨®n, que sin duda tampoco es original, se me ocurri¨® el otro d¨ªa releyendo la biograf¨ªa de Colette. La escritora francesa, nacida en 1873, era una dama intr¨¦pida. Aparec¨ªa en cueros en los teatros de variedades, manten¨ªa abiertamente relaciones sexuales con hombres y mujeres, escrib¨ªa sin tapujos sobre temas como el lesbianismo o la pedofilia. Y hac¨ªa todo esto a principios de siglo.
Los humanos tendemos a creer que los tiempos pasados fueron uniformemente pacatos y anticuados. Egoc¨¦ntricos como somos, solemos pensar que el momento hist¨®rico que nos ha tocado vivir es la madre de todos los momentos, el instante m¨¢s evolucionado, m¨¢s innovador y m¨¢s m¨¢s. Conozco chicas posmodernas, por ejemplo, que creen ser las primeras en haberle llamado culo al culo. Desconocen a Colette, naturalmente; y a los dos millones de Colettes que vinieron antes. Hace unos meses, la BBC hizo un sondeo entre j¨®venes brit¨¢nicos de 15 a 24 a?os para que escogieran las cien mejores canciones de la historia. Comprendo que no estuvieran los lieder de Mahler ni Edith Piaf, por citar dos nombres; pero es que tampoco estaban los Beatles, ni los Stones, ni Elvis. La mejor canci¨®n de la historia para esos chicos era del grupo Bristol Massive Attack. O sea, era inglesa y de 1991, justo en el punto geoc¨¦ntrico de sus peque?as vidas. Adem¨¢s, un buen n¨²mero de las canciones ganadoras eran imitaciones de los a?os sesenta. Pero probablemente los votantes no lo sab¨ªan. Confundimos nuestro mundo con el mundo, y lo peor de este tipo de ignorancia es que nos condena a repetirnos.
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