Votos e impuestos
La inculpaci¨®n por la juez Palacios de Ernesto Aguiar y Jos¨¦ Maria Huguet ha puesto en marcha una nueva faceta procesal del caso Torras/Kio, cargada de consecuencias jur¨ªdico-penales para ambos acusados y de implicaciones pol¨ªtico-electorales para el PSOE. Este episodio ocupar¨¢ un destacado lugar de deshonor dentro de la infame cr¨®nica de esc¨¢ndalos de corrupci¨®n de estos a?os. Aguiar fue delegado de Hacienda en Catalu?a hasta 1988 y director general para la Coordinaci¨®n de las Haciendas Territoriales hasta 1992; Huguet desempe?¨® la jefatura de la inspecci¨®n tributaria en Catalu?a entre 1985 y 1994. Ambos acusados han reconocido ante la magistrada de la Audiencia Nacional que durante el periodo 1985-1990 ocultaron cerca de 500 millones en sus declaraciones de la renta; tambi¨¦n han confesado el origen de esa fortuna (operaciones de bolsa realizadas clandestinamente con un capital inicial de 10 millones) y la ayuda prestada por Juan Jos¨¦ Folchi, abogado de Javier de la Rosa, para ingresarlas en cuentas secretas de Suiza. Estos astutos inculpados, aunque han reconocido la autor¨ªa de esos delitos menores ya prescritos, desmienten en¨¦rgicamente cualquier acusaci¨®n de cohecho.Durante esos a?os, el Gobierno socialista lanz¨® grandes campa?as publicitarias para recordar a los ciudadanos su deber moral de contribuir ("Hacienda somos todos") y llev¨® ante los tribunales como escarmiento a algunos defraudadores famosos. Aguiar y Huguet, sin embargo, no aplicaron a sus fraudulentas declaraciones de la renta el rigor inquisitorial desplegado contra los restantes contribuyentes incumplidores; aprovechando su doble condici¨®n de juez y parte, estos c¨ªnicos ¨¦mulos de Torquemada, infieles depositarios de la informaci¨®n privilegiada acumulada por el Ministerio de Hacienda, ocultaron los astron¨®micos beneficios obtenidos -dicen- gracias a un chiringuito burs¨¢til. Aun aceptando, cosa dif¨ªcil, que esas sumas millonarias no procedieran de sobornos pagados a los inspectores a cambio de su benevolencia, el caso Aguiar/Huguet es nauseabundo: no hay atenuantes para el comportamiento farisaico, prepotente y ventajista de unos funcionarios de Hacienda consagrados a sermonear a los contribuyentes sobre sus obligaciones fiscales y a perseguirles por el menor incumplimiento, pero resueltos al tiempo a defraudar al Tesoro abusando de su privilegiada posici¨®n.
Este esc¨¢ndalo salpica inevitablemente al candidato socialista a la presidencia del Gobierno. No se trata s¨®lo -aunque tambi¨¦n- de que Borrell fuese secretario de Estado de Hacienda mientras altos cargos de su confianza defraudaban al fisco y se enriquec¨ªan mediante procedimientos entre los que podr¨ªa figurar el cohecho; adem¨¢s, Aguiar y Huguet pertecen a su c¨ªrculo de amigos personales, como pone en evidencia la simult¨¢nea adquisici¨®n en 1992 de tres apartamentos contiguos en una estaci¨®n de monta?a. Tomadas cada una por separado, la relevancia p¨²blica y la dimensi¨®n privada de la proximidad entre el candidato socialista y los inculpados hubiese sido ya inc¨®moda; la coincidencia de la confianza pol¨ªtica y de la amistad personal depositadas sobre esas dos personas por el indivisible secretario de Estado de Hacienda Borrell constituye una mezcla explosiva.
A fin de sembrar ciza?a, confundir a la opini¨®n y suministrar una coartada paranoica a los afectados, algunos periodistas al servicio del Gobierno han difundido la abracadabrante y disparatada teor¨ªa seg¨²n la cual el caso Aguiar/Huguet ser¨ªa un torpedo lanzado contra el candidato por la Ejecutiva socialista. Con la seguridad de haber hecho firmemente presa en el esc¨¢ndalo, el PP mantiene por ahora un perfil bajo de denuncias para poder jugar con el candidato -como el gato con el rat¨®n- hasta las elecciones generales. En el pr¨®logo a la edici¨®n castellana de La Tercera V¨ªa, de Tony Blair (Aguilar, 1998), Borrell cierra sus reflexiones sobre la creciente desafecci¨®n de la sociedad hacia los asuntos p¨²blicos con una certera conclusi¨®n: "Hoy m¨¢s que nunca los ciudadanos merecen un respeto por parte de los pol¨ªticos". A su conciencia y a su sentido com¨²n corresponde decidir ahora si su candidatura a la presidencia del Gobierno puede ser o no interpretada por los potenciales votantes socialistas como una muestra m¨¢s del desprecio con que los profesionales del poder tratan a los electores.
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