Lenguaje y pedigr¨ª familiar

El s¨¢bado 1 de mayo, en el suplemento Babelia, el cr¨ªtico Ignacio Echevarr¨ªa revalidaba su prestigio de chico duro. Marca de la casa: su rese?a sobre El nombre que ahora digo, de Antonio Soler, finalizaba con una frase que, como siempre que Echevarr¨ªa va a deg¨¹ello, no se sab¨ªa bien si era un pron¨®stico, un deseo o, simplemente, una maldici¨®n gitana.El derroche de adjetivos le ahorraba tener que echar mano de argumentos s¨®lidos. Pero, eso s¨ª, no le ayudaba a ocultar sus prejuicios como cuando se?alaba lo inveros¨ªmil que le parec¨ªa que un personaje que es s¨®lo "un tranviario malague?o, hijo de una familia semianalfabeta", pueda expresarse en lenguaje po¨¦tico.

Son varios los autores que recuerdo que no tienen mucho mejor pedigr¨ª familiar y acad¨¦mico que el que Soler atribuye al personaje de Sintora. Por no poner ejemplos de escritores espa?oles vivos (de inmediato se me ocurren al menos tres nombres), podr¨ªa mencionar a un contempor¨¢neo de Sintora llamado Miguel Hern¨¢ndez, cuya formaci¨®n dif¨ªcilmente le hubiera permitido incluso conducir un tranv¨ªa. Inevitablemente, nuestras propias biograf¨ªas terminan convirti¨¦ndose en filtros a trav¨¦s de los cuales vamos viendo la vida. Aun as¨ª, hasta Ignacio Echevarr¨ªa podr¨ªa comprender que para hacer uso de un lenguaje culto no es imprescindible haber nacido con el carn¨¦ de un club de polo debajo del brazo.-