Mala sombra MARIA JA?N
El pa¨ªs de la fantas¨ªa. La compa?¨ªa de t¨ªteres Herta Frankel tiene su taller, su museo y su teatro en la sala La Miranda del parque del Tibidabo. Hace ya tres a?os que est¨¢n all¨ª y que trabajan de un modo estable y regular. Ferran G¨®mez y Pilar G¨¢lvez heredaron las marionetas de Herta y se han empe?ado en no dejarlas morir. Asomarse a la exposici¨®n de La Miranda y asistir despu¨¦s a una de las representaciones de la compa?¨ªa es una experiencia curiosa. Los adultos viajan en el tiempo y se reencuentran con su ni?ez; los ni?os comprenden que hay otro modo, m¨¢s inteligente y m¨¢s bello, de dar vida a un mu?eco; y cuando la actuaci¨®n acaba todos piden m¨¢s y se extra?an de que haya sido tan breve. Ferran G¨®mez explica que cuesta mucho aprender a mover los hilos; conseguir que el mu?eco haga lo que t¨² quieres y evitar que haga lo que no quieres puede llevarte m¨¢s de un a?o de aprendizaje. Por eso muchas de las marionetas de Herta siguen esperando turno: para la revisi¨®n, para el ajuste de los hilos y del cuadro de mandos, para que alguien aprenda a darles vida. La compa?¨ªa organiza tambi¨¦n cada a?o un taller abierto para quien quiera aprender a construir y a manipular marionetas. "?ste es un trabajo multidisciplinario", cuenta Ferran G¨®mez. "El marionetista tiene que aprender f¨ªsica, ingenier¨ªa, escultura, modelado... un marionetista es mitad malabarista y mitad actor". En uno de esos talleres se formaron algunos de los j¨®venes que hoy, enfundados en negro, suben al escenario y desaparecen tras los mu?ecos. Antes de llegar aqu¨ª, estos j¨®venes no sab¨ªan nada de Marilyn, de Violeta o de Pepito; la historia de estas marionetas empez¨® mucho antes de que ellos nacieran pero -son tan pocos los que saben mover los hilos y ellos por fin han aprendido- ya la sienten como propia. "You"re innocent when you dream". Karam no pertenece a la troupe de Herta Frankel, no es una marioneta heredada, naci¨® de las manos de Ferran G¨®mez y su actuaci¨®n es hoy una de las m¨¢s aplaudidas. Se mueve al comp¨¢s de una nana de Tom Waits, una ronca canci¨®n de cuna, y salta y anda, y vuela y nada. Una delicia. Pura poes¨ªa visual. Veo a Chiquit¨ªn llorando por su globo, a Lola Flores recogi¨¦ndose la falda y desmelen¨¢ndose al comp¨¢s de la guitarra de Manolo Caracol, a la boa coqueteando con el sombrero, y me maravilla que unas manos puedan hacer todo esto. "Los ni?os se imaginan que el mu?eco se mueve porque otro ni?o se ha metido dentro de ¨¦l", dice Ferran, y me cuenta despu¨¦s que hay quien viene de vez en cuando, hombres y mujeres adultos, reincidentes de la nostalgia que, con la excusa de los nietos, se acercan a hablar con Pepito cuando nadie les ve. Tambi¨¦n eso me maravilla. Un d¨ªa de fiesta. Lo que voy a contaros ahora es casi un cuento. Un cuento de terror. Sucedi¨® una noche cercana y fr¨ªa. El jinete vien¨¦s presid¨ªa la entrada al museo. El mago Mala Sombra hac¨ªa guardia en su puesto. Pepito y su familia dorm¨ªan pl¨¢cidamente cuando un golpe seco les despert¨®. Oyeron despu¨¦s los pasos, las voces extra?as. Aprovechando la noche y el descanso semanal, un grupo de desconocidos forz¨® la puerta y entr¨® en busca del tesoro y la fortuna. Los asaltantes, inexpertos y sin linterna, improvisaron antorchas de papel. Fue entonces cuando la cara del mago Mala Sombra iluminada les asust¨®. Mala Sombra, que a pesar del gesto casi diab¨®lico, es ben¨¦volo y generoso, y que ayuda a Pepito siempre que est¨¢ en apuros, esta vez no pudo hacer nada. Los asaltantes se enfrentaron a ¨¦l, lo arrancaron de cuajo y se lo llevaron. Fue entonces cuando el jinete vien¨¦s, alarmado por el fuego que pudo haberlo destrozado todo, quiso intervenir. Pero aquellos desconocidos se volvieron tambi¨¦n contra ¨¦l, y todos sus esfuerzos fueron in¨²tiles. Lo arrancaron del caballo y se lo llevaron. ?se fue todo el bot¨ªn. Quedaron los papeles quemados en el suelo, algunos hilos rotos y los brazos del jinete aferrados a las riendas del caballo. Pepito se pregunta qu¨¦ habr¨¢n hecho con ellos. Y a Ruki los pelos azules se le ponen de punta cada noche, al tiempo que pronuncia, ahora de verdad, la frase que le hizo tan famoso. "Tengo miedo". Y aunque sea casi un cuento, todo esto es verdad.
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