Una vela en un entierro
J. J. P?REZ BENLLOCH Publicaba Juan Lagardera un comentario titulado El man¨¢ de la cultura en el que pon¨ªa como hoja de perejil a una nutrida serie de ciudadanos, descritos como "incombustibles castristas, anarcos reciclados, ex militantes ortodoxos de izquierda, libertino y librepensadores, pl¨¢sticos posmodernos y hasta socialdem¨®cratas sin carn¨¦, pero anta?o recipendiarios de subvenciones mil". El delito de tan variopinta y amena fauna consist¨ªa en haberse dejado contagiar por el "virus ciscarista" y concurrir a la presentaci¨®n efectuada poco antes del programa cultural del PP. Por tan nefando crimen, los arriba aludidos y otrora reputados creadores independientes por el mismo publicista, se transmutaban en "reba?o" ayuno de ¨¦tica y est¨¦tica por mor de las prebendas que arrebatan al partido gobernante. Es probable que ninguno de mis modestos m¨¦ritos ni antecedentes pol¨ªticos me legitime para figurar en la transcrita galer¨ªa de personajes estigmatizados por tan eminente periodista -o lo que fuere- y, en consecuencia, no debiera sumarse a este entierro. Pero habiendo comparecido en el mentado fasto cultural entiendo que se me alude por pertenecer vocacionalmente, cuanto menos, a la muy envidiada orden de los libertinos, por no apelar a la a?osa obediencia izquierdista. Tanto m¨¢s se me alude, quiero suponer, en la indiscriminada condena que el se?or Lagardera imparte a todo bicho viviente con v¨ªtola de progresista que hubiese acudido a la referida convocatoria de Consuelo Ciscar, directora general de la Consejer¨ªa de Cultura. Dicho esto y escribiendo en mi exclusivo nombre he de reiterar que, en efecto, me satisfizo y content¨® estar presente en dicho sarao y, desde mi irrelevancia, aplaudir una gesti¨®n que a mi juicio, y al de tant¨ªsimos "indigentes" o tornadizos intelectuales ha sido intensa y ejemplar como no se recuerda otra, salvo que el se?or Lagardera pueda desmentirme, cosa que no est¨¢ a su alcance. Escurrir el bulto hubiera supuesto, por mi parte al menos, un alarde de ingratitud y de incivismo propio de un talante maniqueo e inmaduro, como el que exhibe el comentarista replicado con su desquiciada y anacr¨®nica satanizaci¨®n universal. Otra cosa hubiera podido esperarse -aunque no yo- de este improvisado especialista en arquitectura modernista y comisario bien retribuido de exposiciones. Hubiera podido esperarse que, al filo del programa y de la gesti¨®n desarrollada en la parcela de promoci¨®n cultural estos a?os pasados se cuestionasen sus criterios, o el ¨¦nfasis puesto en sus distintos apartados, sus logros o d¨¦ficit. En fin, una cr¨ªtica coherente de un tipo ahormado por las puras esencias izquierdistas. Pero abreviarlo todo en unos cuantos exabruptos ni siquiera ingeniosos no me parece justo ni decente a tenor de las much¨ªsimas personas que se congregaron en el Museo de Bellas Artes de Valencia cuya hoja de servicios a la libertad, a la democracia y al arte no puede ser te?ida por la bilis de cualquier arrabiliario. Por fortuna, ha tiempo que ya no es necesario comulgar con ruedas de molino y puede rendirse tributo a la excelencia y al esfuerzo all¨ª donde se produce. Tan s¨®lo los tipos que funcionan a pi?¨®n fijo ven enemigos por todas partes. En esta ocasi¨®n ha visto muchos y los ha confundido.
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