?Volvemos a las emociones de 1914?
Estoy sentado en un rinc¨®n del jard¨ªn, rodeado de un muro de piedra. El ruido de los bombarderos s¨®lo puede o¨ªrse al alba. Vuelan hasta su objetivo y vuelven; en su visor se ha encendido una llamita serpenteante. Desde el jard¨ªn, tengo la sensaci¨®n de que los adultos juegan a una guerra infantil. Ahora les ha tocado a ellos, nadie les va a quitar el espect¨¢culo, van a ense?ar al mundo para qu¨¦ sirve el presupuesto de guerra. Muestran su rostro implacable y la foto de los puentes destruidos en Novi Sad.En toda Europa, los bombardeos han suscitado desaprobaci¨®n en el ¨¢mbito de la conversaci¨®n privada, aunque no tanto en el de la opini¨®n p¨²blica. Quienes se oponen a la guerra temen ser tachados de traidores a la patria. Yo no puedo ver con complacencia la guerra a¨¦rea de las mayores potencias del mundo contra un peque?o pa¨ªs centroeuropeo. No puedo aprobar unos ataques a¨¦reos que conozco a trav¨¦s de los medios de comunicaci¨®n, ataques que hasta ahora han costado la vida a varios cientos de personas y arruinado para las d¨¦cadas venideras la econom¨ªa del vecino del sur. Soy ciudadano de la OTAN desde hace seis semanas, y en condici¨®n de tal bombardeo Yugoslavia, aunque de ninguna manera quisiera hacerlo. No afirmo que la huida masiva de albaneses se haya producido por culpa de los bombardeos, pero s¨ª que se ha puesto en marcha despu¨¦s de su inicio.
Hasta ahora, las democracias occidentales significaban algo bueno. Ahora se relaciona con ellas la paliza que el mayor propina al peque?o. El peque?o pega al m¨¢s peque?o. ?ste, pide ayuda a los mayores. As¨ª, los grandes han protegido bien al m¨¢s peque?o. El peque?o no puede hacer gran cosa contra los mayores y descarga su ira sobre el m¨¢s peque?o. Pero lo cierto es que los mayores tambi¨¦n destrozan a bombazos Kosovo, al que supuestamente deb¨ªan defender. Ambos pueblos se han metido en un delirio hist¨¦rico. Los bombardeos ordenados por los mayores van ganando en brutalidad. Han comenzado una guerra en inter¨¦s de los albanokosovares, aunque no estaban dispuestos a defenderlos en la lucha cuerpo a cuerpo. ?Pero qui¨¦n hubiera podido pensar en serio que el bombardeo a¨¦reo proteger¨ªa a los albaneses de Kosovo de las unidades militares serbias, enrabietadas por las bombas? No creo que el ELK sea m¨¢s democr¨¢tico que las autoridades serbias.
Todos los habitantes de los Balcanes son nuestros vecinos; sus problemas nos afectan. Dos pueblos se disputan un territorio: es un error funesto mezclar la ret¨®rica nacionalista con los derechos humanos. ?Qui¨¦n ha otorgado el derecho a iniciar los ataques? ?La conciencia de los atacantes? ?Tienen un mandato de derecho internacional? ?Tiene legitimaci¨®n democr¨¢tica esta guerra que hoy se libra desde el aire y ma?ana quiz¨¢ por tierra?
Despu¨¦s de que las decisiones sobre la vida y la muerte recayeran sobre los organismos que lideran la OTAN y m¨¢s tarde fueran mayoritariamente respaldadas por los Parlamentos nacionales, es pertinente preguntar hasta qu¨¦ punto una decisi¨®n como la guerra a¨¦rea contra Yugoslavia (que, supuestamente, es un instrumento para imponer los derechos humanos al que no se ha presentado ninguna alternativa) tiene legitimaci¨®n democr¨¢tica.
Puede darse por seguro que el Gobierno y el Parlamento h¨²ngaros nunca hubieran tomado por iniciativa propia semejante decisi¨®n, como tampoco Rumania, Bulgaria ni Macedonia. Las ¨¦lites gobernantes de Albania, Bosnia, Croacia y Eslovenia tampoco hubieran bombardeado Novi Sad, Pancevo, Kragujeva o Nis, ciudades centroeuropeas. Ni siquiera en sus peores pesadillas hubiera so?ado un h¨²ngaro volar los puentes de Novi Sad para proteger a los albanokosovares. Somos menos belicosos que los europeos occidentales, todav¨ªa no hemos alcanzado ese nivel de abstracci¨®n medi¨¢tica t¨ªpico de las sociedades occidentales, cuyos ciudadanos pueden hacerse una idea r¨¢pida y general de un pa¨ªs que no conocen gracias a las informaciones escritas y televisadas. ?Quiz¨¢ porque est¨¢n m¨¢s alejados del teatro de operaciones? ?Porque se identifican con los pilotos que apuntan al objetivo a trav¨¦s de su visor? Albergo la sospecha de que los centroeuropeos titubean a la hora de identificarse con los culpables, que es lo que son todos los militares: los que expulsan a las familias albanesas, los bandidos que disparan a sus v¨ªctimas ante las fosas comunes y los pilotos uniformados, que no matan porque ese sea su objetivo sino por un mero efecto colateral inevitable.
?Debe estarle permitido a la OTAN bombardear, sin ser atacada, ciudades de otros pa¨ªses, casi por consideraciones pedag¨®gicas? Para interpretar la posici¨®n centroeuropea recomendar¨ªa tener en cuenta la circunstancia de que nuestras sociedades han creado, sin tiroteos, democracias parlamentarias normales. Desde el principio, hemos reflexionado sobre una estrategia no violenta, sobre los m¨¦todos de la erosi¨®n, apoyada tambi¨¦n desde el exterior, del socavamiento interno que condujo a los cambios de 1989. El Pacto de Varsovia y el Estado de partido ¨²nico no eran palabras vac¨ªas ni tigres de papel. La posici¨®n de los centroeuropeos se basa en esa reflexi¨®n moral que se toma en serio el mandamiento b¨ªblico de "No matar¨¢s" y establece como objetivo minimizar la violencia, haciendo una pol¨ªtica en la que no se mata. No hemos reaccionado con violencia a la violencia del Estado, sino que hemos introducido en la conciencia p¨²blica de la sociedad otro lenguaje y otra forma de pensar, lo que ha influido en la conciencia de quienes toman las decisiones.
Existe una solidaridad centroeuropea para la que todos los cr¨ªmenes son cr¨ªmenes por igual, sin que nadie crea que esta crueldad es buena porque ha sido cometida por nuestros aliados, en tanto que aqu¨¦lla es mala porque hay que cargarla en la cuenta del enemigo. Incluso aunque nunca hayan visitado Yugoslavia, los centroeuropeos pueden imaginar por propia experiencia c¨®mo debe de sentirse su gente. All¨ª viven parientes y amigos nuestros. Voivodina es un tapiz ¨¦tnico multicolor en el que pueden encontrarse serbios, h¨²ngaros, croatas, rumanos y eslovacos, personas que luchan duramente por subsistir y a cuyo trabajo hay que agradecer los puentes, los dep¨®sitos de combustible, las emisoras de televisi¨®n y todos los edificios. En
una regi¨®n con escasez de edificios no est¨¢ indicado el despilfarro. El centroeuropeo se ve a s¨ª mismo como ciudadano de a pie con m¨¢s inter¨¦s por sobrevivir a la historia que por hacerla. ?Por qu¨¦ debe matarse desde el aire, con arreglo al principio del azar, a un tercero, cuando un ciudadano yugoslavo le hace algo a otro? La OTAN est¨¢ irritada con Milosevic y por eso mata a ciudadanos yugoslavos como efecto colateral no deseado de los bombardeos. ?Qu¨¦ clase de justicia es ¨¦sa? ?En qu¨¦ consiste el fundamento ¨¦tico de esta moral militar colectivista?Una gran mayor¨ªa de la poblaci¨®n h¨²ngara se declara en contra de que Hungr¨ªa sea el punto de partida de las operaciones militares de las tropas de tierra. Tambi¨¦n el presidente del Gobierno manifiesta que ser¨ªa conveniente evitarlo. Por tal raz¨®n aprueba el ataque de trescientos aviones a nuestro vecino del sur, con el fin de mantener la fase de guerra a¨¦rea, que cuesta menos vidas humanas. Y se manifiesta en ese sentido porque los l¨ªderes de la alianza militar cada vez declaran m¨¢s a las claras la exigencia de que, en caso necesario, ser¨ªa preciso recurrir a Hungr¨ªa, reci¨¦n incorporada a la OTAN, para marchar por terreno llano contra Belgrado y convertir en campos de batalla las ciudades y pueblos de los h¨²ngaros de Voivodina. Si esto llegara a ocurrir ser¨ªa en contra de la voluntad del pueblo h¨²ngaro. Y, sin embargo, puede ocurrir. ?No se ha comprometido Hungr¨ªa, con su ingreso en la OTAN, a convertirse en campo de batalla si fuera necesario? S¨ª, si un pa¨ªs de la OTAN es atacado desde el exterior. Pero ?atacar a un pa¨ªs vecino que no nos ha atacado en lo m¨¢s m¨ªnimo?
La bienintencionada injerencia de la OTAN, en su pretensi¨®n de detener los asesinatos, ha causado todav¨ªa m¨¢s muertos. Cuando las bombas de la OTAN han matado a civiles albanokosovares que hu¨ªan, los portavoces competentes han expresado su condolencia. Cuando las v¨ªctimas han sido civiles serbios no se han escuchado estas manifestaciones de duelo o se han expresado con muy escaso ¨¦nfasis. ?Cu¨¢l es el muerto bueno y cu¨¢l el malo? Y en este caso est¨¢ bien claro que la OTAN no puede aportar soluci¨®n alguna.
No puedo sustraerme a la impresi¨®n de que la OTAN no ha sopesado la situaci¨®n con el suficiente detenimiento. En lugar de dividir y domesticar, en lugar de lanzar operaciones de salvamento a cargo de organizaciones de ayuda humanitaria, se ha elegido una estrategia cuyo resultado es hacer de todos los serbios un solo enemigo, intensificando la brutalidad: es preciso castigar y humillar al contrario. Como la comunidad de Estados democr¨¢ticos ha elegido una estrategia antidemocr¨¢tica es preciso plantearse cuestiones b¨¢sicas. Considero necesario que dentro de la OTAN exista una instancia de control intelectual que, aparte de su claridad de visi¨®n y la autoridad que se derive de ella, no tenga absolutamente ning¨²n otro instrumento de poder. Bombardear a seres humanos en nombre de los derechos humanos es un error. Aunque los se?ores de estas bombas crean que deben hacerlo, parece que no era necesario, sino que lo que se necesitaba era algo distinto: una pol¨ªtica que no castiga, sino que ejerce su influencia entre los pa¨ªses asociados, exponiendo a la sociedad al efecto del esp¨ªritu democr¨¢tico y los valores compartidos. Hubiera sido necesario despertar el inter¨¦s de la sociedad yugoslava por la democracia. Las bombas son el instrumento de la guerra entre naciones, no para salvar personas.
Posiblemente ya no se trate en modo alguno de ayudar a los perseguidos, sino de que la guerra no puede acabar sin victoria. La OTAN no puede perder, no puede ponerse en rid¨ªculo. Pero ?c¨®mo ser¨¢ esa victoria? ?Qui¨¦n quedar¨¢ satisfecho con ella? Despu¨¦s de esta acci¨®n humanitaria no quedar¨¢ m¨¢s que odio, caos, desarraigo y cinismo. La ret¨®rica de los derechos humanos propicia el abuso.
El ataque a¨¦reo tampoco era inteligente como farol, como respaldo a la amenaza de la OTAN. A veces lanzamos amenazas que no van en serio. Sin embargo, cuando ya no se plantea la pregunta de si es justo lanzar bombas, sino que de lo que se trata es de defender la credibilidad de la OTAN, es decir, cuando bombardeamos porque tenemos que cumplir la amenaza de bombardear si el Gobierno serbio no cede, quiere decir que hemos emprendido un camino equivocado; el principio que rige nuestra actuaci¨®n no es ya la racionalidad ni la protecci¨®n humanitaria, sino el principio de autoridad y de castigo. Los l¨ªderes de las potencias deben poseer amplitud de miras, escuchar a personalidades con fuerte voluntad, ancianas y sabias, personas cuyo horizonte no est¨¦ limitado y tengan instinto para el peligro que se avecina. Pero no se ha escuchado a tales hombres y mujeres. La aut¨¦ntica pregunta es c¨®mo ha sido posible este error o c¨®mo los acontecimientos han podido alcanzar tal dimensi¨®n hist¨®rica.
En esta guerra, los pol¨ªticos ven a Milosevic, no a los civiles afectados. Pero lo que hay que lamentar es, sobre todo, los muertos. ?Necesitaba Occidente un villano? Milosevic vino como anillo al dedo. En cierto sentido, ya ha vencido: ha logrado asemejar a la OTAN a su propia esencia sat¨¢nica arrastr¨¢ndola a su nivel, empuj¨¢ndola a participar en un juego de sociedad que lleva all¨ª el nombre de asesinato, destrucci¨®n y violencia.
Ning¨²n pueblo, ni siquiera la poblaci¨®n de una sola aldea, merece ser expulsado. Ni un solo pueblo, ni una sola ciudad merecen tampoco ser bombardeados. El bombardeo de los puentes no puede ser la respuesta adecuada a la expulsi¨®n de los albanokosovares. La ¨²ltima vez que presenci¨¦ una voladura de este tipo fue en 1944: la que cometieron los alemanes en los puentes del Danubio. La finalidad es siempre la misma: no deben ser utilizados por el enemigo. Los habitantes de Novi Sad recib¨ªan el agua que se transportaba a trav¨¦s del puente. ?Por qu¨¦ ten¨ªa que neg¨¢rseles?
Est¨¢ claro que, si es atacado un pa¨ªs de la OTAN, hay que movilizar nuestras fuerzas militares: es un principio b¨¢sico e irrevocable. Uno para todos, y todos para uno. Lo acepta la moral, es evidente incluso a la luz de una moralidad con validez universal. Sin embargo, el que la OTAN lance ataques a¨¦reos contra un pa¨ªs que no es responsable de ninguna agresi¨®n contra un pa¨ªs de la OTAN es extra?o. ?Los ciudadanos de la OTAN han extendido plenos poderes a los militares de la Alianza, poderes que les permiten matar sin juicio a extranjeros, a varios cientos de extranjeros, quiz¨¢ m¨¢s adelante a varios miles de ciudadanos yugoslavos, sobre todo civiles? Podr¨ªa apelarse a una situaci¨®n de excepci¨®n. Pero la situaci¨®n s¨®lo es de excepci¨®n si se define como tal. Los bombardeos se han decidido con la cabeza fr¨ªa, sin urgencia, en medio de un periodo de paz y sin tener que responder a un ataque. No hab¨ªa ninguna necesidad de ordenar los bombardeos, decididos por los l¨ªderes de la OTAN de forma libre y sin que se vieran forzados a actuar. El hombre sin atributos y Los Thibault est¨¢n otra vez de actualidad. En ambas novelas se relata c¨®mo nadie quer¨ªa la Primera Guerra Mundial, que, sin embargo, lleg¨®. ?Estamos otra vez en sus inicios, en la situaci¨®n emocional de 1914? En la primavera de 1999, la moral, el lenguaje y la imaginer¨ªa militares se han introducido en nuestra vida y se extienden. Modernizados y ocultos en la fraseolog¨ªa de los derechos humanos gracias a los izquierdistas radicales antimilitaristas de ayer. Desear¨ªa que los defensores de una causa justa se autoexaminaran con humildad, pregunt¨¢ndose si, en vista de sus altisonantes palabras, no est¨¢n ya presos de la histeria del activismo. Si los Gobiernos de los 19 pa¨ªses se han equivocado colectivamente tenemos que someter a revisi¨®n los conceptos que rigen nuestra conducta. Cuando los se?ores del cielo est¨¦n hartos de los bombardeos abandonar¨¢n los Balcanes, como anta?o Afganist¨¢n y los escenarios de la guerra ¨¦tnica en ?frica, no sin antes impartir el consejo de que los nativos reconstruyan lo que han reducido a cenizas e intenten convivir los unos con los otros.
Es un t¨®pico que la violencia engendra violencia. La destrucci¨®n de una casa tiene como respuesta el impulso de incendiar un pueblo entero. ?Qui¨¦n puede golpear con mayor dureza? Cuando este juego se pone en marcha se da rienda suelta a las fuerzas de la locura, y la reflexi¨®n moral, bajando avergonzada los ojos, pone pies en polvorosa. En alg¨²n momento volver¨¢ y mirar¨¢ a su alrededor, descubriendo las ruinas, los muertos, las fosas individuales y comunes, la propiedad com¨²n aniquilada, la amargura y la tristeza, y har¨¢ preguntas. ?Qui¨¦n nos protege de nuestros propios errores, de los demonios que tientan a nuestro propio poder? ?Qui¨¦n nos protege de la inexperiencia que sale al escenario con cada nueva generaci¨®n?
Gy?rgy Konr¨¢d, escritor h¨²ngaro, es presidente de la Academia de las Artes de Berl¨ªn. ? Frankfurter Allgemeine Zeitung, 1999.
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