Universidades: ?qu¨¦ estrategias para el cambio? JOSEP M. VALL?S
En menos de una semana, tres foros diferentes se han ocupado de nuestras universidades. Est¨¢n presentes tambi¨¦n como temas estrella en programas de varios l¨ªderes pol¨ªticos, aqu¨ª y fuera de aqu¨ª. Y basta con hojear la publicidad de un peri¨®dico como ¨¦ste para percibir que la formaci¨®n superior es hoy un servicio ofrecido por entidades p¨²blicas y privadas en multitud de formatos y con abundancia de anuncios. Dos buenos documentos sobre el asunto -preparados por las fundaciones Bosch i Gimpera y C¨ªrculo de Econom¨ªa y por la ASU, Associaci¨® Socialista Universit¨¤ria- han salido a la luz hace pocos d¨ªas. Van m¨¢s all¨¢ de una perorata gen¨¦rica. Pese a su origen diverso, apuntan l¨ªneas de trabajo no del todo dispares. Ambos textos respiran una satisfacci¨®n bien fundada por los resultados de la LRU. Entre 1983 y 1998, la mayor¨ªa de las universidades han evolucionado positivamente. La cooperaci¨®n internacional muestra que gran parte de nuestros estudiantes, investigadores y profesores no desmerecen de sus colegas cuando salen de nuestras fronteras. Por ello, al mirar hacia atr¨¢s y valorar estos ¨²ltimos 15 a?os, el balance es razonablemente satisfactorio. A pesar de carencias e improvisaciones, los puntos negros -que los hay- no emborronan el conjunto. Pero ?qu¨¦ ocurre al mirar el futuro? En los textos citados se llama la atenci¨®n sobre los nuevos desaf¨ªos. Por una parte, un declive demogr¨¢fico que dejar¨¢ vac¨ªas muchas plazas universitarias destinadas a estudiantes de la ense?anza secundaria. En Catalu?a, este sobrante permitir¨ªa suprimir a medio plazo -en t¨¦rminos crudamente cuantitativos- alguna de las universidades reci¨¦n creadas. Por otra parte, est¨¢ en marcha una globalizaci¨®n de la formaci¨®n e investigaci¨®n: nuestras universidades han de competir, no s¨®lo entre ellas, sino con universidades extranjeras y con otras instituciones privadas. Es imparable, finalmente, la exigencia de m¨¢s calidad y mayor eficiencia, sin perspectivas de un gran incremento de la financiaci¨®n p¨²blica por parte de gobiernos muy reacios a aumentar la presi¨®n fiscal. ?Tienen conciencia de ello los actores pol¨ªticos, sociales y universitarios? ?Estamos preparados para cambios de estrategia? Que se plantean retos muy diferentes a los de ayer parece asumido, al menos en el discurso oficial de los actores. Menos claras est¨¢n las estrategias promovidas para afrontarlos con ¨¦xito. Algunos sectores universitarios siguen apostando por una salida b¨¢sicamente incrementalista: todo -o casi todo- se f¨ªa a que se vuelquen m¨¢s recursos sobre el sistema. Es cierto que la comparaci¨®n con otros pa¨ªses de nuestro entorno muestra mayor generosidad en la financiaci¨®n p¨²blica. Pero es de temer que esta justificable reclamaci¨®n chocar¨¢ con la frialdad de los gobiernos, menos sensibles a las razones de calidad a medio y largo plazo que a los llamativos titulares de prensa de a?os pasados: leer "miles de aspirantes sin plaza en la universidad" o "grave masificaci¨®n de las aulas" les obligaba a ¨¢giles -aunque no siempre razonables- reacciones. Los documentos confirman que la situaci¨®n exige ahora estrategias m¨¢s complejas y se?alan algunas condiciones para desarrollarlas. Por ejemplo, la colaboraci¨®n entre universidades y otros actores sociales o la revisi¨®n del modo universitario de tomar decisiones. La contribuci¨®n que los agentes sociales pueden -y deben- hacer al sistema universitario ha de ser reforzada, perfeccionando los mecanismos de informaci¨®n y colaboraci¨®n entre universidades, entidades sociales, profesionales y sindicales, empresas y administraciones. Faltan a¨²n incentivos que faciliten un engarce ligero y r¨¢pido entre conocimiento e intervenci¨®n social y econ¨®mica. En la sociedad del conocimiento, la formaci¨®n continuada y a la carta o el trasvase permanente entre investigaci¨®n y aplicaci¨®n tecnol¨®gica son indispensables para satisfacer las demandas de solidaridad social y competitividad econ¨®mica.
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