El temor a la disoluci¨®n del Parlamento marca la votaci¨®n de hoy sobre el juicio pol¨ªtico a Yeltsin
El juicio a Bor¨ªs Yeltsin en la Duma (Parlamento) qued¨® ayer visto para sentencia mientras el candidato del presidente ruso a primer ministro, Sergu¨¦i Stepashin, aumentaba sus posibilidades de ser confirmado por unos diputados que temen que, si la C¨¢mara es disuelta, sus puertas quedar¨¢n cerradas m¨¢s all¨¢ de lo que permite la Constituci¨®n. El l¨ªder del Kremlin, acusado de genocidio y alta traici¨®n, corre peligro de ser hallado culpable de uno de los cinco "delitos graves" por los que se le encausa en el Parlamento: el de haber desencadenado la desastrosa guerra de Chechenia.
La fragmentaci¨®n de la Duma, los indicios de compra de votos y los temores a que Yeltsin se aferre al poder incluso recurriendo a la fuerza, convierten en arriesgado el pron¨®stico para las votaciones de hoy. Se da por seguro que no prosperar¨¢n cuatro de las acusaciones: genocidio, destrucci¨®n de la capacidad de Defensa de las Fuerzas Armadas, disoluci¨®n ilegal de la Uni¨®n Sovi¨¦tica en diciembre de 1991 y bombardeo criminal del Parlamento en octubre de 1993.Sobre Chechenia parece claro que se pronunciar¨¢n contra Yeltsin los comunistas, sus aliados nacionalistas, la mayor parte de los liberales de Grigori Yavlinski, un tercio de los agrarios y algunos independientes y disidentes de Nuestra Casa es Rusia, el grupo de V¨ªktor Chernomirdin. Con la calculadora en la mano, la suma arroja un total cercano a los 300 diputados, la cifra m¨¢gica (dos tercios del total) necesaria para que se condene al presidente. La cuenta particular del presidente de la Duma, el comunista moderado Guennadi Selezniov, le hace pronosticar que se pasar¨¢ de los 312.
Aunque as¨ª fuese, la destituci¨®n de Yeltsin seguir¨ªa siendo punto menos que imposible, aunque la ¨²ltima palabra la tendr¨ªa, tras los dict¨¢menes de los tribunales Supremo y Constitucional, el Consejo de la Federaci¨®n, la C¨¢mara alta que re¨²ne a los l¨ªderes regionales. Quince de ¨¦stos, incluido el general retirado y gobernador de Krasnoy¨¢rsk, Alexandr L¨¦bed, se dirigieron el jueves a la Duma para intentar evitar el peligroso escenario al que conducir¨ªa el veredicto de culpabilidad.
Yeltsin ha demostrado que no consiente que nadie le haga sombra despidiendo a Yevgueni Primakov, el primer ministro m¨¢s popular de sus ocho a?os de mandato, que hab¨ªa logrado una envidiable estabilidad pol¨ªtica. Este cese se ha convertido en el primer puntal de su respuesta al desaf¨ªo de la Duma. El segundo ha sido proponer para el relevo a su fiel ministro del Interior, Sergu¨¦i Stepashin, que se acredit¨® como halc¨®n en la guerra de Chechenia, y del que se teme que obedecer¨ªa al presidente si ¨¦ste recurriese a una soluci¨®n de fuerza. S¨®lo la evocaci¨®n de este aterrador escenario, sobre el que se especula estos d¨ªas abiertamente en los medios de comunicaci¨®n, puede bastar para evitarlo. Otra cosa es que eso responda a los moldes que deber¨ªan regir en un sistema que se proclama democr¨¢tico y que lo es al menos formalmente.
Hace unos meses los comunistas promet¨ªan que, si Primakov ca¨ªa, lanzar¨ªan protestas callejeras masivas y se opondr¨ªan con u?as y dientes a cualquier candidato que Yeltsin pudiese presentar a dirigir el Gobierno. Ahora, sin embargo, la calle est¨¢ tranquila y el principal partido de la oposici¨®n se muestra dispuesto a escuchar las propuestas de Stepashin y, aunque insiste en que no le votar¨¢, se podr¨ªa pensar que ver¨ªa con alivio que se desvaneciese el peligro de que Yeltsin disuelva la Duma.
Lo de menos es que puedan entrar en conflicto dos principios constitucionales: el que impide el cierre de la C¨¢mara si ¨¦sta condena al presidente y el que obliga a hacerlo si se rechaza al candidato a jefe de Gobierno. Si se convocasen inmediatamente elecciones, la oposici¨®n podr¨ªa afrontar con tranquilidad el desaf¨ªo. Lo peor, hoy por hoy, es que no existe confianza plena en que exista esa garant¨ªa. Stepashin tiene, en este mar de especulaciones, su principal arma para ser confirmado en la Duma. Los diputados son conscientes de que Yeltsin podr¨ªa recurrir incluso a un candidato m¨¢s impresentable para la segunda o la tercera votaci¨®n. Ayer, el primer ministro en funciones prosigui¨® sus contactos con los l¨ªderes pol¨ªticos, prometi¨® que el nuevo Gobierno tendr¨¢ como base el viejo y apost¨® por un equipo de tecn¨®cratas que luche por sacar a Rusia de la pavorosa crisis econ¨®mica.
'Zar econ¨®mico'
Una se?al clara de la orientaci¨®n del nuevo Gobierno se producir¨¢ cuando se nombre al zar econ¨®mico. Bor¨ªs Fi¨®dorov, ex viceprimer ministro y ex jefe del Servicio Federal de Impuestos, un reformista radical, es quien parece mejor situado. Es probable que, en la pr¨¢ctica, se regrese a la situaci¨®n anterior a la crisis de agosto de 1998, dando carpetazo al experimento emprendido por Primakov de conjugar la econom¨ªa de mercado con un aumento de la intervenci¨®n estatal. Otra consecuencia del golpe de mano de Yeltsin ser¨ªa el regreso de los oligarcas, el grupo de magnates que, en 1996, hicieron posible la reelecci¨®n del presidente. El principal de todos ellos, Bor¨ªs Berezovski, saborea su revancha. Primakov le destituy¨® como secretario de la Comunidad de Estados Independientes (CEI) y le cerc¨® hasta obligarle a exiliarse en el extranjero con una orden de detenci¨®n pendiente. Su mano es m¨¢s que visible en esta crisis. Ahora ha vuelto, nadie piensa en ponerle entre rejas y recupera su amenazado poder.Estos d¨ªas, Stepashin no habla como el general y polic¨ªa que manda a 300.000 hombres armados -las tropas del Ministerio del Interior-, sino como un pol¨ªtico moderado que prefiere el consenso a la confrontaci¨®n. Pero todo el mundo sabe (los diputados tambi¨¦n) que su fuerza no est¨¢ ni en su programa ni en su equipo, sino en el abismo en el que puede caer Rusia si la Duma rechaza su nombramiento.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.