Gobernantes ante el espejo
En aquel tiempo, o sea durante la dictadura franquista, o¨ª decir al por entonces Isidoro, nombre en la clandestinidad de Felipe Gonz¨¢lez, que las democracias, el peor de todos los sistemas pol¨ªticos si se excluyen todos los dem¨¢s, una vez asentadas, terminaban siendo sociedades aburridas. Interpretaba as¨ª la famosa frase de Wiston Churchill sobre la seguridad de vivir en un pa¨ªs donde, si sonaba el timbre de la puerta a las seis de la ma?ana, se ten¨ªa la seguridad de que era el lechero. Con permiso de tan alta fuente siempre me ha parecido que esa descripci¨®n resultaba un tanto reduccionista porque la democracia es m¨¢s, mucho m¨¢s, que respeto por los derechos individuales. Tambi¨¦n es, entre otras cosas, y paralelamente ¨¢mbito para la contrastaci¨®n y el debate de las ideas, la participaci¨®n ciudadana y la transparencia informativa. Nada hay m¨¢s alejado de una sociedad democr¨¢tica plena que la opacidad y la incomunicaci¨®n entre gobernantes y gobernados. Simplifico para entendernos. Del r¨¦gimen de Franco era rechazable la represi¨®n y su no reconocimiento de los derechos c¨ªvicos. Pero tambi¨¦n, y en otro plano, su apoyo sin fisuras a la pol¨ªtica exterior norteamericana y la cesi¨®n, sin debate social ni consulta popular, de nuestro territorio para la instalaci¨®n de bases militares. Te¨®ricamente nada que ver con la Espa?a actual donde existe un Parlamento que representa la soberan¨ªa del pueblo. Se dir¨ªa, sin embargo, que hay tradiciones que perduran que son perfectamente visibles en la tendencia de los Gobiernos a hacer de su capa un sayo, rehuir el debate e informar a los ciudadanos s¨®lo lo estrictamente imprescindible, y a veces ni eso, de decisiones pol¨ªticas de alto calado que comprometen su futuro. La guerra contra Yugoslavia y la participaci¨®n espa?ola en ella, por ejemplo y sin ir m¨¢s lejos. De modo que ya al Gobierno le gusta tanto hablar de la "herencia recibida", ?por qu¨¦ limitarse a la de los socialistas? Para muchos, el empe?o del se?or Aznar en dosificar y retrasar, cuando no encubrir con otros asuntos de mucha menos trascendencia, su presencia en el Parlamento para explicar a la opini¨®n p¨²blica la participaci¨®n espa?ola en la guerra de los Balcanes nos retrotrae a un pasado en el que los gobernantes dec¨ªan responder s¨®lo ante Dios y ante la Historia.Pero no s¨®lo eso. El recelo al contraste de ideas se extiende como una marea y alcanza a todos los niveles de la vida p¨²blica. Altos cargos del Gobierno han tenido el desparpajo de justificar el retraso con el que este a?o se va a celebrar el debate sobre el estado de la naci¨®n diciendo que, dado que todo va bien, mejor entonces no enturbiar nuestra tranquilidad y sosiego con ?debates improcedentes en ¨¦poca preelectoral! Como, si precisamente por eso, ese debate no fuera m¨¢s oportuno que nunca. ?Es que en v¨ªsperas de unas elecciones europeas no interesa contrastar, de primera mano y sin camuflajes, lo que piensan nuestros representantes pol¨ªticos ante las consecuencias de lo que est¨¢ pasando en los Balcanes con significativa participaci¨®n militar espa?ola? ?Es que la opini¨®n p¨²blica no tiene derecho a que se discuta el cuanto, el porqu¨¦ y el hasta d¨®nde? El problema de este Gobierno es que se cree sus propios telediarios y hace dogmas de las encuestas del CIS, as¨ª que con la dichosa frase de Churchill en el frontispicio de La Moncloa parece querer convencernos de que la democracia, efectivamente, es un sistema en el que los ciudadanos pueden estar tranquilos y aburrirse pl¨¢cidamente porque nuestros gobernantes lo han previsto todo. Algo que, desdichadamente, no parece que sea el caso. Ni en Yugoslavia, ni el estado de las autonom¨ªas, ni, puestos a poner, en Barajas. No obstante, en eso estamos, en lo que se dir¨ªa campa?a gubernamental para llevarnos al confortable aburrimiento producido por vivir en un pa¨ªs en plena saz¨®n democr¨¢tica. Se nos invita a desentendernos de las grandes decisiones que el Ejecutivo toma sabiamente por nosotros, a estar de vuelta cuando la realidad demuestra que no hemos llegado demasiado lejos. Se trata de lograr que nos desentendamos de lo que ocurre antes de que la democracia se haya asentado, cosa distinta a consolidado, en los usos, costumbres y tradiciones de nuestros gobernantes y de las instituciones del Estado. Para terminar de arreglar el panorama, las encuestas dicen que la mayor¨ªa de los espa?oles se parecen cada d¨ªa m¨¢s a sus dirigentes pol¨ªticos. Es decir, que est¨¢n encantados de haberse conocido, respiran autosatisfacci¨®n y consideran que todo va estupendamente. Es verdad que los datos de las encuestas se refieren principalmente a cuestiones econ¨®micas y, salvo la intenci¨®n de voto, suelen excluir entrar en jardines pol¨ªticos, por aquello de que nunca se sabe, pero en l¨ªneas generales puede decirse que la tendencia general se parece bastante a la de los nuevos ricos. Con los datos que sirven puntualmente el CIS y otras empresas de sondeos, el Gobierno se reafirma en su creencia de que todo va sobre ruedas y que, en consecuencia, no s¨®lo no hay nada que rectificar, sino que, muy al contrario, lo que procede es insistir en hacer las cosas tal y como se han hecho hasta aqu¨ª. En hacerlas y, por supuesto, explicarlas a su modo y manera, fuera del Parlamento y sin inc¨®modos debates, descalificando a la oposici¨®n, imponiendo su unilateral criterio en temas que requerir¨ªan consenso y, apoyados en pactos parlamentarios nunca expl¨ªcitos en sus contrapartidas, haciendo comulgar al personal con ruedas de molino disfrzadas de gobernabilidad y estabilidad. As¨ª las cosas, cuando queda menos de un a?o para el final de la actual legislatura, hay que abandonar toda esperanza de alg¨²n tipo de sorpresa, cambio o rectificaci¨®n en la pol¨ªtica del autodefinido como centro derecha espa?ol. Se dir¨ªa que el famoso "viaje al centro" ya ha llegado al final de su recorrido, a su estaci¨®n termini. Lo que nos espera es la reiteraci¨®n hasta el infinito de una imagen que en tantos aspectos recuerda a la madrastra de Blancanieves pregunt¨¢ndose ante el espejo ?qui¨¦n es m¨¢s guapo que yo? La madrastra es, naturalmente, el Gobierno del Partido Popular, el espejo, las encuestas del CIS, los medios de comunicaci¨®n oficiales y oficiosos y el largo listado de amigos y favorecidos por privatizaciones y otras hierbas (para m¨¢s detalles v¨¦ase las subvenciones a las el¨¦ctricas) del florecido jard¨ªn del neoliberalismo econ¨®mico que nos enriquece. Sobre todo a algunos.
A la postre, mira por d¨®nde, el PP quiere demostrarnos que Isidoro-Churchill ten¨ªan raz¨®n. Los ciudadanos podemos aburrirnos porque el Gobierno vela por todos nosotros. Otra vez, la lucecita. La cuesti¨®n est¨¢ en saber si no hay demasiado inter¨¦s en que estemos tranquilos, en que nos aburramos antes de tiempo. Antes de que algunos objetivos de participaci¨®n ciudadana hayan sido alcanzados aunque sea por aproximaci¨®n. Antes de que ese "d¨¦ficit democr¨¢tico" que los politic¨®logos reconocen existe en las sociedades avanzadas, haya sido al menos reducido. Antes de que reformas imprescindibles sean acometidas por los legisladores. Antes de regenerar esa vida p¨²blica que sigue oliendo a podrido en demasiados lugares. Antes de que los medios de comunicaci¨®n respondan y sean dignos de llamarse p¨²blicos. Antes de que los partidos pol¨ªticos dejen de ser estructuras burocr¨¢ticas y no cauces de participaci¨®n ciudadana... Antes, en definitiva, de alcanzar objetivos que nos permitan afirmar que estamos dentro de una democracia plena. O camino de ella y no, como se quiere que estemos, en el limbo no precisamente de los justos sino en el de los inconscientes.
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