L¨®gica instrumental

Ante la firma del pacto de legislatura entre el Gobierno PNV-EA y Euskal Herritarrok caben casi todas las reacciones, menos la de sorpresa. La unidad de acci¨®n pol¨ªtica de las tres fuerzas nacionalistas en el Parlamento vasco ven¨ªa escrita en la l¨®gica del Acuerdo de Lizarra; los resultados de las elecciones auton¨®micas se limitaron a ratificar su necesidad. Transcurridos ocho meses de aquel acto, una certeza sobresale de la bruma que sigue rodeando algunas circunstancias de su g¨¦nesis. Lizarra fue, dicho de forma esquem¨¢tica, el fruto de la confluencia de dos necesidades: la de ETA de travestir en un triunfo pol¨ªtico la derrota militar y social que comenzaban a percibir hasta sus m¨¢s entusiastas partidarios; y la del PNV de arropar con el envoltorio irrebatible de la paz el salto estrat¨¦gico que su direcci¨®n hab¨ªa decidido dar por encima del Estatuto de Gernika, pero sin establecer el punto de aterrizaje.La poderosa coherencia del proceso iniciado en septiembre de 1998 ha orillado los obst¨¢culos surgidos en la gestaci¨®n del acuerdo de legislatura. Si todo pacto de este tipo tiene un car¨¢cter instrumental, ¨¦ste lo es por naturaleza. Herri Batasuna, la matriz de EH, desprecia la instituci¨®n que debe apoyar -un Gobierno que hasta hace pocos meses calificaba despectivamente de "vascongado"- por considerarla hija del Estatuto y de una realidad territorial incompatible con sus aspiraciones. Si lo hace no es por apuntalarlo, como recalcaban los portavoces de ETA en la entrevista del s¨¢bado pasado, sino porque permite visualizar que prosigue la colaboraci¨®n entre las fuerzas nacionalistas en clave de "construcci¨®n nacional". Y es en aras de ese objetivo esencial que EH est¨¢ dispuesto a incurrir en contradicciones manifiestas con su ideario.

A un sector importante del PNV le produce v¨¦rtigo la situaci¨®n de dependencia en que queda respecto a EH no ya el Gobierno de Ibarretxe, sino el propio partido; sobre todo en v¨ªsperas de unas elecciones tan decisivas o m¨¢s que las auton¨®micas. Experto en pactos inveros¨ªmiles, en esta ocasi¨®n la apuesta hecha por el PNV es dif¨ªcilmente compatible con otras. Al subir junto a EH en las nubes de la reivindicaci¨®n soberanista, se ha alejado demasiado del suelo constitucional que pisan populares y socialistas. Y por otro lado, la tentaci¨®n de establecer pactos tras el 13-J con una fuerza no nacionalista (en ?lava, por ejemplo) ser¨ªa considerado como una traici¨®n por el mundo de ETA y podr¨ªa suponer una quiebra en el proceso de paz.

No es al Gobierno espa?ol, sino al PNV, al que la ETA en letargo responsabiliza del mantenimiento o no de la tregua en sus sucesivos pronunciamientos. M¨¢s que un halago, supone un regalo envenenado para el partido de Arzalluz, que ve achicado su margen de maniobra por el quietismo del Gobierno del PP y el abrazo asfixiante de HB.