Destellos de metales vivos
El Museo Arqueol¨®gico de Madrid exhibe 100 de las mejores joyas de sus espl¨¦ndido monetario
Al comienzo de la calle de Serrano, ce?ido entre una verja de lanzas negras y dos silentes esfinges aladas, abre su puerta sobre largos pelda?os el Museo Arqueol¨®gico de Madrid. Comparte menos de la mitad del mismo edificio que ocupa la Biblioteca Nacional; pero, por la riqueza de tesoros que alberga, participa de toda su magnificencia.Hoy es un d¨ªa especial en el museo. En su seno se inaugur¨® ayer la primera exposici¨®n continua que, desde 1951, mostrar¨¢ al p¨²blico madrile?o cien de las principales joyas de su monetario, compuesto por m¨¢s de 250.000 piezas, uno de los mejores del mundo, seg¨²n dicen los expertos.
En la cuarta planta del museo, sobre una sala de ventanas rematadas por los tri¨¢ngulos ¨¢ureos del siglo XVIII en que el edificio fuera construido, un pu?ado de especialistas en numism¨¢tica, Carmen Alfaro, Carmen Marcos, Paloma Otero y Jos¨¦ M. Vidal, llevan un a?o preparando la exposici¨®n.
Una decena de armarios con soberbias vitrinas, tallados en maderas tan nobles que, doscientos a?os despu¨¦s de ser labrados, perfuman todav¨ªa de aromas penetrantes su contorno, acogen los cien florones, refulgentes como estrellas vivas.
La vista se recrea primero al descubrir el fogonazo de los metales que, desde las vitrinas, relampaguean atrayendo atenci¨®n. Luego, la mirada baja hasta el perfil de cada pieza: rostros, animales, signos, toda una sinfon¨ªa silenciosa de rasgos decididos con los que la historia trasciende desde la Antig¨¹edad hasta nosotros.
Madrid no pudo ver satisfecha su vocaci¨®n acu?adora. Las aguas del r¨ªo Manzanares no reun¨ªan energ¨ªa tan suficiente como las del Eresma, que riega la capital segoviana, para mover el molino de una gran ceca, una f¨¢brica de monedas y medallas. Por ello, la principal industria artesana monetaria del centro de Espa?a qued¨® establecida en Segovia, donde fueron troqueladas la mayor parte de las monedas y medallas m¨¢s sorprendentes que hoy cabe ver en el Museo Arqueol¨®gico de Madrid.
El paseo va revelando poco a poco el tesoro all¨ª exhibido. Surgen los fin¨ªsimos trazos dibujados por las manos de cien aplicados orfebres de otras cien latitudes. Ellos supieron arrancar con el fuego y el punz¨®n, mediante la brasa cegadora que brota de la mente del artista, toda la belleza que esconden los metales: aqu¨ª, un electros de Mileto, aleaci¨®n natural de oro y plata acu?ada en Anatolia seis siglos antes de Cristo; ah¨ª, una decadracma de Siracusa, obra de Evainetos, el magistral grabador de cu?os; all¨¢, trishekeles cartagineses, en luminosa plata; un quaternion en oro macizo tra¨ªdo de P¨¦rgamo el a?o 27 de nuestra era, con la efigie de un Augusto elegante y majestuoso; est¨¢teros, t¨¦seras, saitibis de X¨¢tiva, denarios, excelentes... La historia del mundo y la de Espa?a, la de esos documentos oficiales de metal casi imperecedero que exhiben altivamente sus cu?os, desfilan deslumbradoramente ante el visitante. En un lugar preminente, la a¨²rea Gran Dobla, acu?ada en Sevilla en tiempo de Pedro I el Cruel. Restalla un cent¨¦n, moneda amedallada acu?ada en Segovia en 1633 y de rar¨ªsima hechura, la de mayor valor de cuantas fueron troqueladas en la historia monetaria de Espa?a: 338 gramos de pur¨ªsimo oro. La efigie de Carlos V, dise?ada por Durero, brilla magn¨ªfica en plata...
Cien tesoros antiguos, tan valiosos, tanto, que carecen ya de precio. S¨®lo saben brillar.
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