Juicio al gran estafador
El ex presidente de la asociaci¨®n francesa para investigaci¨®n del c¨¢ncer, acusado de defraudar 7.500 millones
Seguramente, el hombre m¨¢s odiado de Francia no es un asesino o un violador de menores, sino Jacques Crozemarie, ese conocido personaje de semblante adusto que se asomaba peri¨®dicamente por la televisi¨®n para tocar la fibra de la mala conciencia de los telespectadores y solicitar con aire grave la generosidad ciudadana. Aunque ayer se le vio castigado por una enfermedad, hasta el punto de que fue evacuado en ambulancia al iniciarse el juicio contra ¨¦l y sus socios, las gentes no parecen dispuestas a perdonar al desinteresado campe¨®n franc¨¦s de la lucha contra el c¨¢ncer, al distinguido profesor honoris causa, al amigo de tantos eminentes cancer¨®logos mundiales y de no pocos pol¨ªticos locales. No le perdonan ni la estafa, ni que haya dejado en estado de ruina moral al mundo de las asociaciones caritativas francesas, que haya dilapidado y traicionado la confianza y el cr¨¦dito en valores como la solidaridad.Tres a?os despu¨¦s del esc¨¢ndalo, mientras las asociaciones privadas ben¨¦ficas comienzan a duras penas a recuperarse del cataclismo, Crozemarie, de 73 a?os, el destituido presidente de la Asociaci¨®n para la Investigaci¨®n del C¨¢ncer (ARC), se sent¨®, a las dos de la tarde, en el banquillo para rendir cuentas de los 300 millones de francos (7.500 millones de pesetas) que ¨¦l y sus numerosos c¨®mplices robaron presuntamente de los fondos de la asociaci¨®n. Parte de las donaciones, aportadas muchas veces por familiares de los propios enfermos de c¨¢ncer, terminaron financiando el alto tren de vida, las lujosas mansiones, los caros caprichos de este pretendido ap¨®stol de la lucha contra el mal.
Como el dinero recogido mediante grandes campa?as publicitarias, en el m¨¢s puro estilo charity-business norteamericano, llegaba en abundancia a las arcas de la asociaci¨®n -la recaudaci¨®n superaba algunos a?os los 500 millones de francos-, Jacques Crozemarie, que pagaba con el dinero de las donaciones a sus m¨²ltiples empleados de su servicio dom¨¦stico, a su secretaria particular y a la enfermera que cuidaba a su madre, juzg¨® necesario, en un momento determinado, compartir el man¨¢ con algunos de sus semejantes para asegurarse su complicidad y su silencio. La m¨¢xima la caridad, bien entendida, empieza por uno mismo pas¨® a ser de uso general entre los directivos y cuadros de la potente asociaci¨®n, con ramificaciones internacionales. De ah¨ª que Crozemarie comparta ahora el banquillo del Palacio de Justicia de Par¨ªs con otros 25 acusados de la misma estafa, la mayor registrada en la historia de las asociaciones de beneficencia francesas. Seg¨²n la fiscal¨ªa, el muy autoritario presidente de la Asociaci¨®n para la Investigaci¨®n del C¨¢ncer destin¨® en ocho a?os un total de 10 millones de francos (250 millones de pesetas) de la recaudaci¨®n a los arreglos de sus cuatro lujosas residencias de la Costa Azul y de la capital francesa.
El sumario instruido por el juez Jean-Pierre Zanoto ense?a que los advenedizos pueden ser tan audaces o m¨¢s que los inventores del sistema. As¨ª, en muchos menos a?os de servicio a la suprema causa de la investigaci¨®n contra el c¨¢ncer, Michel Simon, de 51 a?os, responsable de comunicaci¨®n de la ARC, se sirvi¨® de siete millones de francos (175 millones de pesetas) para el remozamiento de sus diferentes propiedades y acumul¨® en Suiza casi 88 millones de francos m¨¢s en concepto de pretendidas comisiones.
El sistema creado por Crozemarie, que durante 34 a?os dirigi¨® con mano de hierro la entonces prestigiada ARC, comprende, en el m¨¢s puro estilo de la picaresca pol¨ªtica francesa, salarios ficticios pagados a nombre de amigos, familiares, ni?os incluidos, que jam¨¢s pisaron los elegantes locales de la asociaci¨®n. Aunque la sospecha se extiende sobre la totalidad del mandato de Jacques Crozemarie, el periodo comprendido entre 1990 y 1995 debi¨® ser el reino de Jauja para todos aquellos que estaban en el secreto de las falsas facturas que permit¨ªan cargar a la contabilidad general todo tipo de gastos personales, que permit¨ªan sobredimensionar escandalosamente los costos de los trabajos encargados a la red de empresas pantalla creadas en torno a la asociaci¨®n.
Adem¨¢s de cinco a?os de prisi¨®n, la regenerada ARC francesa, que preside ahora Michel Lucas, un antiguo inspector de Hacienda, reclama a Jacques Crozemarie y al resto de los inculpados los 312 millones de francos supuestamente robados y otros 200 por el da?o moral causado a la asociaci¨®n. No parece demasiado, vista la profundidad de la herida y el alcance de la traici¨®n a la generosidad de las buenas gentes.
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