LA CASA POR LA VENTANA As¨ª era entonces JULIO A. M??EZ
Conoc¨ª a Castej¨®n por referencias antes de tener la suerte de toparme con su careto un tanto r¨²stico y con esos brillantes ojos de leopardo que ahora distrae detr¨¢s de unas gafas dise?adas seg¨²n los rigores de una ¨®ptica desde?osa con la monserga psicoest¨¦tica. No ha cambiado de manera de dibujar, y su arte debe ser cosa del alma, a juzgar por esos cambios apenas visibles que s¨®lo se perciben si el paso del tiempo se mide en d¨¦cadas. Las referencias eran estimulantes. Jos¨¦ Mar¨ªn, que tantas cosas me ha ense?ado, ven¨ªa de Elche para hacer teatro y all¨¢ hab¨ªa montado cosas con La Car¨¢tula, un Crist¨®bal Col¨®n muy viajero donde Castej¨®n hac¨ªa el protagonista y tambi¨¦n de Masa, de manera que recorr¨ªa hasta el agotamiento un amplio trecho del escenario para multiplicar la ilusi¨®n de su presencia, inflando el t¨®rax y extendiendo los brazos como quien intenta suplantar el n¨²mero por la expansi¨®n de la figura (algo, por otra parte, tan habitual en muchas otras pr¨¢cticas sociales de la ¨¦poca). Tambi¨¦n se contaba que paseando un d¨ªa por la calle de la Paz se vi¨® envuelto en una mani en la que nada se le hab¨ªa perdido, pero que no pudo evitar salir en defensa de un muchacho al que un gris ten¨ªa sujeto por la espalda mientras otro le daba de hostias por delante. Se le form¨® Consejo de Guerra por agresi¨®n a fuerza armada y cumpli¨® la pena en Canarias, donde, qui¨¦n habr¨ªa de decirlo, tanto mejor¨® su suerte. Hay que decir que mientras tanto fundamos aqu¨ª el grupo de teatro UEVO, con Jos¨¦ Mar¨ªn y Teresa Lozano y Enric Benavent, y con un amplio colch¨®n de apoyo emocional y de pataqueta formado por el clan de los ilicitanos. Ser de Elche es una profesi¨®n m¨¢s que un azar de la gen¨¦tica (y ah¨ª est¨¢ Sixto Marco, maestro de Castej¨®n, para demostrarlo), de modo que durante los primeros setenta no pas¨® un verano sin celebrar el Misteri como se merece, esto es, acudiendo a la Bas¨ªlica, poni¨¦ndonos ciegos de sand¨ªa sumergida en ron de ca?a y ... charlando con Castej¨®n antes de que se instalara en D¨¦nia. Contaba su encuentro canario con Vargas Llosa y Carlos Barral a cuenta de su visi¨®n de Cien a?os de soledad, una de las primeras novelas pintadas de la historia reciente del arte, y c¨®mo el destino supersticioso de Garc¨ªa M¨¢rquez le imped¨ªa ver esas pinturas por temor de desasosiego. En una de las numerosas crisis de nuestro grupo, porque ¨¦ramos todos as¨ª como medio novios y eso se paga, se rod¨® en un f¨¢brica abandonada de calzado de Elche y en superocho una versi¨®n de Mar¨ªn sobre Tirano Banderas en la que Castej¨®n interpret¨® un papel relevante. Como es natural, se rodaba cuando hab¨ªa pelas para comprar los rollos de pel¨ªcula, y al final nadie supo d¨®nde fueron a parar los 16 que se impresionaron. Poco despu¨¦s Castej¨®n tuvo la feliz idea de venirse a Valencia con Paca y con Arminda, acompa?ada de la ocurrencia de instalarse para trabajar en el estudio de Ram¨®n de Soto y no s¨¦ si tambi¨¦n en su casa. Era la ¨¦poca en la que prosperaba esa pandilla de buscabullas acogida a las feas siglas del FRAP, gente que muchos a?os despu¨¦s se ha revelado de tanta utilidad para que Eduardo Zaplana consume sus revolucionarios prop¨®sitos, y que entonces andaba el que ya fing¨ªa de escultor montando aquella cosa del Grupo Bulto como pretexto para cagarla tambi¨¦n en el frente art¨ªstico. Es posible que Castej¨®n se sintiera confusamente en deuda con la ideolog¨ªa de izquierda en general y le pareciera oportuno mezclarse con esa gente en particular. Pero era, y es, tambi¨¦n buena persona. Sali¨® espantado de aquella zafiedad pol¨ªtica y, seg¨²n creo, de un Ram¨®n de Soto que dedicaba todo su talento a copiar lo que Castej¨®n andaba haciendo, as¨ª que recogi¨® los b¨¢rtulos y se larg¨® a D¨¦nia sin despedirse de sus anfitriones, es cierto, pero tambi¨¦n sin denunciarlos ante el alto tribunal del arte: dej¨® esa tarea al tiempo. Lo dem¨¢s es historia de ahora mismo. Castej¨®n vive y recibe y trabaja en D¨¦nia, donde dice disfrutar de unas eternas vacaciones, dibujando con esa minuciosidad de relojero alerta ante la tensi¨®n de cualquier m¨²sculo que le hubiera pasado inadvertida, haciendo una obra que no cambia de registro si se atiende a lo que podr¨ªamos llamar el tema, pero llena de ¨ªntimos sobresaltos si se explora la imperceptible evoluci¨®n de un estilo que ha localizado en la geograf¨ªa del tejido muscular la complejidad del alma humana.
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