Tedio, hast¨ªo, tristeza
Cabr¨ªa preguntarse por qu¨¦ no nos apetece escribir sobre una campa?a electoral en la que se enfrentan personajes tan raros y curiosos, por no decir tan pintorescos, como ?lvarez del Manzano, que ahora nos ha salido promotor inmobiliario, y Fernando Mor¨¢n. O como Ruiz-Gallard¨®n y Cristina Almeida. ?Es que ninguno de los cuatro es capaz de provocar unas l¨ªneas? Parece que no, aunque no sabemos qui¨¦n tiene la culpa. Unos y otros vivimos en habitaciones diferentes desde las que no resulta f¨¢cil hacerles llegar nuestras necesidades ni escuchar sus discursos. El tiempo y la pol¨ªtica (la mala pol¨ªtica, desde luego) nos han llevado al convencimiento de que ni siquiera la violetera de ?lvarez del Manzano ha salido completamente de su cabeza (¨¦l tiene peor gusto, si cabe), sino que ha crecido en la calle de manera espont¨¢nea, porque es lo que da el clima actual. De hecho, han crecido tambi¨¦n otras estatuas igualmente horribles (la del pobre Arturo Soria o la de Vel¨¢zquez) que no nos atrever¨ªamos a atribuir a la gesti¨®n del piadoso alcalde de comuni¨®n diaria, sino a las condiciones atmosf¨¦ricas. Hay jardines donde crecen rosas y lugares donde nacen ortigas sin que ello dependa siempre del due?o del jard¨ªn, que a lo mejor est¨¢ enamorado de las orqu¨ªdeas (qu¨¦ carnosas, las orqu¨ªdeas, y qu¨¦ cad¨¢veres tan org¨¢nicos y rotos, como el de ese se?or de la calle de Almirante, hacen al descomponerse).A uno le gustar¨ªa pensar que el jardinero, o la jardinera, tienen m¨¢s fuerza que el clima, y que si salen Mor¨¢n o Almeida, las cosas cambiar¨¢n de un d¨ªa para otro, pero al mismo tiempo hay como un sentimiento general de derrota. Da pena ver a Cristina haci¨¦ndose fotos con las fruteras de San Ferm¨ªn, y a Gallard¨®n compitiendo con ella en ver qui¨¦n pone m¨¢s barata la hero¨ªna. Parece que hay un circuito de campa?a electoral, un elector¨®dromo, al que nadie puede escapar y que es id¨¦ntico para la derecha y la izquierda. El circuito electoral es como una frase hecha que habla por nosotros, impidi¨¦ndonos adquirir un pensamiento propio. El candidato popular y la candidata socialista est¨¢n atrapados en una l¨®gica que les contiene, en lugar de contener ellos a la l¨®gica. Y se trata de una l¨®gica que no nos gusta porque es la del beneficio inmediato, la del voto f¨¢cil, la del pelotazo electoral. Cristina tiene, adem¨¢s, la desventaja de haberse curtido en los ¨²ltimos a?os en los programas de televisi¨®n, donde no importaba tanto el pensamiento como el tono de voz. Almeida ha confundido al electorado con la audiencia, de ah¨ª su gracejo impostado, su naturalidad artificial. Por eso cuando habla parece que mide todo el rato lo que dice, como si tuviera miedo de disgustar a la audiencia y que la gente cambiara de canal antes de dar paso a los anuncios.
?lvarez del Manzano, por su parte, ha logrado milagrosamente dar ese salto cualitativo que va de la estupidez al surrealismo. Hay, en la frontera que separa la enajenaci¨®n del pensamiento normalmente constituido, un curioso espacio en el que se producen destellos que acaban teniendo para el espectador un atractivo morboso. ?A qui¨¦n no le gustar¨ªa saber hasta d¨®nde es capaz de llegar arquitect¨®nica y urban¨ªsticamente este hombre si le dejan? Pero se trata de un inter¨¦s psiqui¨¢trico, o novelesco, que no tiene nada que ver con nuestras necesidades como usuarios de una ciudad inc¨®moda, afeada, sucia, ruidosa y sin aeropuerto. ?Vive el promotor inmobiliario ?lvarez del Manzano en la misma ciudad que nosotros? No es probable, ni siquiera es seguro que habite en la misma dimensi¨®n. Este individuo, junto a Ruiz-Gallard¨®n y Cristina Almeida, dan espect¨¢culo m¨¢s que otra cosa. Sus programas son, en sentido estricto, programas de televisi¨®n, y para este viaje no necesit¨¢bamos alforjas.
Queda Mor¨¢n, que seguramente desprecia la audiencia, por eso es el ¨²nico que est¨¢ contento con su foto. Desde luego, tiene el aspecto de no haber visto nunca un programa de Hermida. Pero se encuentra misteriosamente atrapado en la misma l¨®gica que el resto de los candidatos. Todav¨ªa no ha sido capaz de romperla, quiz¨¢ por miedo a no ganar. Pero aqu¨ª s¨®lo va a ganar el que tenga el coraje de perder. Hay ¨¦pocas en las que conviene huir del ¨¦xito como de la peste, y ¨¦sta es una de ellas. Sus enemigos, que adoran al Papa por anciano, le desprecian por viejo, lo que constituye un s¨ªntoma de moral doble digno de Aguiar o Huguet (?o debe decirse Huguet y Aguiar?). Esta campa?a, en fin, como programa de televisi¨®n de ¨²ltima hora (El alma se serena, por ejemplo) est¨¢ bien, pero como ejercicio de democracia resulta descorazonador. De ah¨ª el hast¨ªo, el tedio, la tristeza.
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