Tres en uno
TODO LO que favorezca la participaci¨®n electoral fortalece la democracia, y por ello es bueno que se hayan concentrado en la misma fecha -la de las elecciones europeas en todos los pa¨ªses de la UE- las locales y las auton¨®micas de 13 comunidades. Adem¨¢s de reducir el riesgo de saciedad de los votantes por la proliferaci¨®n de convocatorias, la coincidencia diversifica los motivos para votar y ofrece la oportunidad de hacerlo a formaciones distintas en cada urna.Las presiones a Aznar para que adelantara la convocatoria de las generales, a?adi¨¦ndolas al lote, traducen la convicci¨®n de que dif¨ªcilmente encontrar¨¢ el PP unas condiciones tan favorables: con la econom¨ªa en lo m¨¢s alto del ciclo y los socialistas en plena depresi¨®n (y a ¨²ltima hora sin siquiera un candidato decidido). Si Aznar no cedi¨® a la tentaci¨®n fue probablemente por la superstici¨®n de que pudiera repetirse el patinazo de Chirac, pero tambi¨¦n porque una disoluci¨®n anticipada hubiera significado reconocer que las cosas no van a ir tan bien en el futuro: un mensaje contradictorio con el de "para seguir mejorando" que ofrece el PP.
La mayor participaci¨®n que se registra casi siempre en las generales demuestra que son ¨¦stas las que m¨¢s interesan a la gente. Pero los resultados de las elecciones intermedias sirven para poner a prueba el estado del Gobierno y el de su alternativa. El triunfo de la izquierda en las locales de 1979 anunci¨® el de los socialistas en 1982, y los cinco puntos de ventaja del PP en las municipales de 1995 auguraron la victoria de Aznar un a?o despu¨¦s. El ¨²ltimo sondeo del CIS concede al PP cinco puntos sobre el PSOE, es decir, una situaci¨®n similar a la de hace cuatro a?os. Pero as¨ª como entonces ello sirvi¨® para que los populares aumentasen enormemente su poder, al pasar a gobernar en la mayor¨ªa de las comunidades y los principales municipios, ahora es probable que ocurra lo contrario: que, incluso manteniendo un nivel de voto similar, pierdan poder territorial, aunque s¨®lo sea por la vuelta de los pactos poselectorales de centro-izquierda a que Anguita se opuso en 1995 desde su orilla.
En las europeas de 1994, la distancia entre los dos principales partidos fue de 10 puntos (y 1,7 millones de votos), es decir, mucho mayor que en las municipales de un a?o despu¨¦s. Ello se explica sobre todo por la mayor abstenci¨®n (del 40%, frente al 30% de las municipales), expresi¨®n a su vez de la preferencia del electorado a ejercer el voto de castigo contra el partido del Gobierno en las europeas antes que en las locales o legislativas. Es dif¨ªcil -demasiado pronto- para que ello juegue ahora contra el PP; pero, por mal que le vayan las cosas al PSOE, es l¨®gico suponer que superar¨¢ el 30% de hace cinco a?os. Ni siquiera es del todo descartable que una campa?a acertada por parte de Rosa D¨ªez -una buena candidata, aunque poco conocida fuera de Euskadi- pueda llevarla a imponerse sobre la lista que encabeza Loyola de Palacio.
Tras la frustraci¨®n del efecto Borrell, los socialistas necesitan un buen resultado para superar la moral de derrota. Es dudoso que vayan a conseguirlo con mensajes tan maniqueos como el del nuevo v¨ªdeo con su correspondiente perro de presa fascista. Hacer oposici¨®n es algo m¨¢s sutil que amenazar con el apocalipsis si vencen los otros. Pero s¨ª implica denunciar los abusos del poder.
La ex ministra de Agricultura se ha quejado de que no se discuta de Kosovo sino del lino. Es cierto que el aumento del inter¨¦s de los ciudadanos hacia la pol¨ªtica internacional contrasta con el escaso eco que alcanza en el debate entre pol¨ªticos, con o sin elecciones. Pero la incomodidad de Loyola de Palacio ante la insistencia de los socialistas sobre la herida abierta se debe seguramente a que le recuerda su propio comportamiento cuando estaba en la oposici¨®n; y a que el asunto de los cazaprimas y similares est¨¢ dejando en rid¨ªculo la imagen que los populares tienen de s¨ª mismos, y que sin duda pensaban exhibir en campa?a.
La gente tiene derecho a preguntarse si cuando los oradores del PP hablan de dar prioridad a la sociedad civil, del papel subsidiario del Estado, de la Espa?a de las oportunidades est¨¢n pensando en esa confusi¨®n entre actividad p¨²blica y negocios familiares revelada en esc¨¢ndalos como el del lino o las actividades empresariales del alcalde de Madrid. Por no hablar de la moral p¨²blica del contribuyente particular Piqu¨¦. Por ello, aunque las encuestas digan que la corrupci¨®n ha dejado de ser una preocupaci¨®n prioritaria de los ciudadanos, no es realista suponer que el tema vaya a desaparecer del debate p¨²blico. Y la idea genial de aplazar el debate del estado de la naci¨®n o sobre la cumbre europea para que no interfiera en la campa?a electoral revela una idea interesadamente pueril del debate y de la pol¨ªtica.
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