Una versi¨®n de 'El barbero de Sevilla' inaugura el teatro de ¨®pera de A Coru?a

A Coru?a se ha incorporado desde el pasado s¨¢bado al circuito de teatros l¨ªricos espa?oles, una vez remodelado su auditorio Palacio de Congresos en un nuevo espacio para la ¨®pera, con amplio foso y escenario de dimensiones m¨¢s que suficientes para alojar producciones esc¨¦nicas. El bautizo ha sido con El barbero de Sevilla, procedente del Maestranza sevillano, con escenograf¨ªa de Carmen Laff¨®n. Alberto Zedda ha dirigido a la Orquesta Sinf¨®nica de Galicia, y Mar¨ªa Jos¨¦ Moreno ha sido la revelaci¨®n del destacado reparto vocal.

La luz del Guadalquivir, los patios llenos de plantas gallegas y andaluzas cuidadosamente elegidas en infinidad de viveros, los interiores burgueses de una casa sevillana de ¨¦poca, matizados por la delicada concepci¨®n colorista de la pintora Carmen Laff¨®n, sirvieron de marco ambiental a un Barbero de Sevilla que ven¨ªa precisamente de Sevilla, donde se cant¨® -con muchas lagunas y una pizca de aburrimiento- hace un par de a?os. En A Coru?a, con un reparto vocal m¨¢s equilibrado y luminoso, luci¨® con todo su esplendor. A ello contribuy¨® lo suyo el vuelo sonoro y transparente de la Sinf¨®nica de Galicia, una orquesta bendecida por los dioses.Dominio

No empez¨® fino Alberto Zedda, gran rossiniano, pero los atropellos y nerviosismo iniciales dejaron paso enseguida a un dominio primoroso del esp¨ªritu de estos pentagramas. La escena de la tormenta, por ejemplo, fue m¨¢gica, y en general el clima musical de todo el segundo acto. Una orquesta del sonido y flexibilidad de la Sinf¨®nica de Galicia da garant¨ªa de solidez a cualquier experiencia teatral. El coro de la Asociaci¨®n de Amigos del Teatro de la Maestranza, dirigido por Vicente La Ferla, puso un toque simp¨¢tico a la representaci¨®n.

La soprano Mar¨ªa Jos¨¦ Moreno dif¨ªcilmente olvidar¨¢ el d¨ªa en que, al fin, le dieron un gran papel en un teatro para sacar todo lo que lleva dentro. Curtida en el denostado teatro Calder¨®n de Jos¨¦ Luis Moreno, el teatro de la Zarzuela le ofreci¨® la cabecera de cartel de un segundo reparto en La hija del regimiento. Se luci¨®. Despu¨¦s ha ido rod¨¢ndose con intervenciones m¨¢s o menos de segundo plano. Le faltaba un papel de campanillas. En A Coru?a lo tuvo, y no lo desaprovech¨®. Su Rosina fue, musicalmente, espl¨¦ndida: de voz, de instinto, de seguridad. Le falt¨® quiz¨¢ un punto de transmisi¨®n, de picard¨ªa, de depuraci¨®n teatral en Una voce poco fa. Al llegar al aria La inocencia de Lindoro, ya sab¨ªa que ten¨ªa el p¨²blico a sus pies. La noche ya era suya.

No se puede hacer mejor Don Bartolo que como lo hace Carlos Chausson. Dudo, incluso, que se haya hecho alguna vez. Medido cada gesto, cada acento; justa la comicidad; impecable la l¨ªnea estil¨ªstica. Rockwell Blake es un tenor extraterrestre, virtual. Su t¨¦cnica es apabullante. La voz no posee un gran cuerpo ni una especial belleza, pero encandila con su enfoque abstracto, belcantista, poderoso. Su Cessa di pi¨´ resistere fue, sencillamente, irresistible. Anatoli Kotscherga pas¨® como un hurac¨¢n en un Don Basilio menos caricaturizado y mejor cantado, afortunadamente, de lo que es habitual. David Malis fue un F¨ªgaro solvente, y Marina Rodr¨ªguez Cus¨ª, una Berta deliciosa, con una presencia esc¨¦nica llena de encanto.

La escena estuvo conducida con fluidez por Jos¨¦ Luis Castro. En ning¨²n momento carg¨® las tintas en el terreno bufo y su lectura se entronc¨® m¨¢s en el car¨¢cter de comedia sentimental que El barbero de Sevilla posee. Las diferentes situaciones fueron descritas con eficacia y pulso teatrales. El clima de sugerencias po¨¦ticas era llevado por el trabajo escenogr¨¢fico-figurinista de Carmen Laff¨®n, Juan Su¨¢rez y Ana Mar¨ªa Abascal, en su juego de luces y sombras, interiores y exteriores, naturaleza y arte. Era una visi¨®n pl¨¢stica sencilla, corp¨®rea, realista, bella y muy documentada hist¨®ricamente, realizada ¨ªntegramente por un equipo sevillano que devolv¨ªa desde los colores y atm¨®sferas propios la imagen m¨¢s sutil de la ciudad.

Todo parec¨ªa muy sencillo: el canto, la orquesta, la escena, el ritmo narrativo. Aunque hubo algunos defectos de rodaje, la representaci¨®n ten¨ªa un aire de cotidianidad, de normalidad, como si A Coru?a no tuviese que reivindicar un sitio a la vera de los principales teatros l¨ªricos espa?oles, porque ya figura entre ellos desde el primer d¨ªa. Este tipo de osad¨ªa, de desparpajo, despierta admiraci¨®n. La rebeli¨®n oper¨ªstica de los teatros aparentemente modestos es estimulante y hasta puede producir un cataclismo en el desconcertante entramado l¨ªrico espa?ol.