Hacia un nuevo Parlamento Europeo
En este caso no es una caracter¨ªstica singular de la actitud pol¨ªtica de los espa?oles. El desinter¨¦s por las instituciones comunitarias ha sido moneda de uso com¨²n a lo ancho y lo largo de la Europa comunitaria. Los ciudadanos de la Uni¨®n est¨¢n predominantemente empapados de distanciamiento e indiferencia con respecto a los ¨®rganos de esta ¨²ltima, y sobre todo si del Parlamento Europeo hablamos: al alejamiento se suele anudar en tal caso la m¨¢scara paralizante de la inutilidad y la tacha de constituir un costoso e in¨²til juguetito pol¨ªtico.Aunque todo en la vida es j¨¢nico y no digamos nada en su faceta pol¨ªtica, hay que reconocer que no les falta algo de raz¨®n a los que as¨ª piensan; para ser m¨¢s preciso, no les ha faltado hasta ahora, porque, dado como se est¨¢ escribiendo la historia en nuestros d¨ªas, los posibles distanciamiento e inutilidad comienzan a ser barridos hoy por la nueva realidad econ¨®mica (l¨¦ase sobre todo euro), los ¨²ltimos acontecimientos pol¨ªticos vividos (crisis Santer, llegada de Prodi) y las nuevas atribuciones parlamentarias que consagra el Tratado de Amsterdam, en vigor desde el pasado 1 de mayo.
Sacud¨¢mos, pues, la indiferencia ante las elecciones europeas del cercano 13 de junio con una afirmaci¨®n de enraizada base pol¨ªtica y jur¨ªdica: los elegidos en dicha fecha se incorporar¨¢n a un nuevo Parlamento, cuyas importantes novedades para la legislatura que golpea ya fuerte a la puerta han de constituir revulsivo frente a una posible actitud desinteresada del ciudadano espa?ol con derecho a voto. Veamos cu¨¢les son, a mi juicio, tales novedades en sus aspectos m¨¢s significativos.
Los nuevos parlamentarios europeos se encontrar¨¢n con una nueva sede en Estrasburgo: de 220.000 metros cuadrados de construcci¨®n, est¨¢ dotada de un hemiciclo albergante de 750 esca?os y cuenta con una torre de 20 pisos para acoger m¨¢s de 1.100 despachos. No ser¨¢ esto, sin embargo, lo que m¨¢s ha de afectar a su situaci¨®n personal. En efecto, si todav¨ªa no se ha hecho (como es de temer tal como se han producido los ¨²ltimos acontecimientos), no podr¨¢ ser aplazada m¨¢s la aprobaci¨®n del estatuto personal del diputado europeo; el espect¨¢culo del pasado 5 de mayo, con la votaci¨®n del pleno de la C¨¢mara abrumadoramente contraria al texto aprobado la semana anterior por el Consejo de Ministros de la Uni¨®n, dice muy poco a su favor, por mucho que quiera revestirse el resultado de lucha competencial entre el Parlamento y el Consejo de Ministros. La fijaci¨®n de un sueldo mensual com¨²n para todos los diputados con independencia de su nacionalidad (no veo otra f¨®rmula que la que propon¨ªa el proyecto rechazado: 944.000 pesetas mensuales, fruto de la media de los salarios de los parlamentarios nacionales, aunque quiz¨¢ quepan mecanismos transitorios), as¨ª como la delimitaci¨®n precisa, entre otros extremos, de sus gastos administrativos, de viaje, dietas, r¨¦gimen tributario y derecho a pensi¨®n, es algo que una instituci¨®n parlamentaria que, como la europea, afronta decisivos nuevos empe?os, no puede posponer m¨¢s en beneficio de su buen nombre colectivo y del de sus miembros individualmente considerados.
La entrada en vigor del Tratado de Amsterdam y el desarrollo de los terremotos pol¨ªticos que han zarandeado a la Uni¨®n estos ¨²ltimos meses contribuyen decisivamente a que se pueda hablar de un nuevo Parlamento Europeo respecto a aquel para cuya formaci¨®n votaremos en junio. La C¨¢mara parlamentaria que nos ocupa lleva muchos a?os luchando por su primac¨ªa pol¨ªtica. Desde la Asamblea consultiva inicial de 143 miembros elegidos por los Parlamentos nacionales hasta hoy ha recorrido un largo y espinoso camino. E1 Tratado de Amsterdam ha sido decisivo a su favor. De un lado, por la ampliaci¨®n que lleva a cabo del mecanismo de la codecisi¨®n afectante al Consejo de Ministros y al Parlamento en beneficio de este ¨²ltimo; en pocas palabras, a partir de ahora materias tan importantes para la nueva Europa como el medio ambiente, los transportes, los asuntos sociales, adem¨¢s de las presupuestarias, necesitar¨¢n tanto la aprobaci¨®n del Consejo de Ministros como la del Parlamento, con un m¨ªnimo de 314 votos favorables en este ¨²ltimo caso. Adem¨¢s, el Tratado de Amsterdam ha sido beneficioso para la instituci¨®n parlamentaria por el derecho que se le reconoce de aceptar o rechazar al presidente de la Comisi¨®n que proponga el Consejo, extremo que para Romano Prodi se sustanci¨® favorablemente el pasado 5 de mayo, y a los futuros comisarios. He aqu¨ª, pues, dos importantes instrumentos que revitalizar¨¢n inevitablemente la trayectoria pol¨ªtica de la entidad a la que me refiero. Sin embargo, por encima de las normas escritas est¨¢ la fuerza, por una parte, de los hechos pol¨ªticos vividos con ocasi¨®n del asunto que ha manchado a la comisi¨®n Santer, y, por otra, de las consecuencias pol¨ªticas inevitables del avance de la unidad econ¨®mica, extremos de los que muy sucintamente me ocupo a continuaci¨®n.
En el asunto Santer, el Parlamento Europeo ha aparecido en escena con una nueva, y creo que inesquivable ya, careta: la de una organizaci¨®n sedienta de encontrar su definitiva misi¨®n pol¨ªtica y que, de la mano de su presidente, Jos¨¦ Mar¨ªa Gil-Robles, ha desempe?ado un papel muy activo e incisivo en el desarrollo de las distintas etapas del referido Pasa a la p¨¢gina siguiente Viene de la p¨¢gina anterior asunto. Esto ha tallado una actitud pol¨ªtica que, en mi opini¨®n, m¨¢s que suavizar en el futuro sus perfiles, los va a aguzar; el Parlamento Europeo de este modo ha descubierto definitivamente la miel del protagonismo de verdadero peso pol¨ªtico en el teatro europeo.
Por si lo anterior no tuviera de por s¨ª casi fuerza irresistible, los pasos dados en pro de la unidad econ¨®mica europea en las ¨²ltimas fechas remachan la necesidad del ensanchamiento del papel de la C¨¢mara de Estrasburgo. La implantaci¨®n del euro y las consecuencias de todo tipo que vienen atadas a ¨¦l, al igual que las descollantes tareas confiadas al Banco Central Europeo, elevar¨ªan el llamado "d¨¦ficit democr¨¢tico" de la Uni¨®n hasta alturas intolerables para el esp¨ªritu y cultura pol¨ªticos de nuestra Europa, si no se correspondieran con el incremento de las funciones, sobre todo controladoras, del Parlamento de la Uni¨®n.
Pero por encima de todo (y es indudable la trascendencia de lo apuntado en las l¨ªneas precedentes) sit¨²o la misi¨®n insoslayable que incumbe al nuevo Parlamento de dar pasos decisivos en la condensaci¨®n y fortalecimiento del esp¨ªritu pol¨ªtico europeo. La construcci¨®n de la Uni¨®n es muy deficiente en algo tan sustancial como en el mencionado esp¨ªritu, es decir, las creencias pol¨ªticas y culturales en sentido amplio ¨²nicamente sobre las cuales puede cuajar una relativa uni¨®n pol¨ªtica aunque sea en su expresi¨®n m¨¢s sint¨¦tica. Estas ra¨ªces pol¨ªtico-culturales son aquellas por cuya regeneraci¨®n el Parlamento para el que votaremos enseguida ha de luchar con denuedo en colaboraci¨®n con la Comisi¨®n que encabezar¨¢ Prodi.
A la luz de tal panorama, no cabe, a mi manera de ver las cosas, indiferencia ante la cita electoral del 13 de junio. En esta fecha se dilucida parte de la composici¨®n de un nuevo Parlamento Europeo al que incumbe las destacadas misiones comentadas hasta aqu¨ª. En suma, algo importante para el porvenir de Europa, y por ello bastante tambi¨¦n para el de todos nosotros, est¨¢ en juego pr¨®ximamente.
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