Contra la palabra tregua
Las palabras tienen a veces significados profundos de los que no somos conscientes, y que sin embargo conforman nuestra manera de pensar. Vienen dados por sus cromosomas, su gen¨¦tica a veces imperceptible pero no por ello desde?able. Sin darnos cuenta, en nuestro cerebro se producen conexiones electr¨®nicas, a velocidad de v¨¦rtigo, que relacionan "soltero" y "solitario", "capit¨¢n" y "cabeza", "angustia" y "angosto", "regla" y "regular", "lidiar" y "litigar", "Parlamento" y "hablar"... Los fil¨®logos, por ejemplo, han demostrado c¨®mo "jamelgo" deriva de "fam¨¦lico", hambriento en lat¨ªn (fam¨¦licu, famelcu, hamelcu, hamelco, hamelgo, jamelgo), y por eso al pensar en un jamelgo nos acude a la mente siempre un equino escu¨¢lido. Y no s¨®lo por el ADN com¨²n que tienen muchas palabras. Tambi¨¦n por todos los significados que han ido atesorando, y que perduran en los siglos, que se acumulan sin anularse y que nosotros heredamos.El ling¨¹ista mexicano Antonio Alatorre explica por ejemplo en su obra 1001 a?os de la lengua espa?ola (M¨¦xico, 1995, Fondo de Cultura Econ¨®mica) que "odorosa" evolucion¨® desde "odorem de rosa". Tal vez por eso aquella fragancia de las tres palabras nos llega limpia a los sentidos cuando leemos ahora este vocablo que las resume, y el diccionario asigna a los de su grupo no un olor cualquiera, sino un olor agradable (odor¨ªfero, odor¨ªfico...: que huele bien, que causa buen olor) .
Las palabras significan en nuestro subconsciente mucho m¨¢s de lo que dicen los diccionarios. La Real Academia no distingue entre "terrestre" y "terrenal" en sus respectivas definiciones (meramente etimol¨®gicas), y sin embargo estas dos voces han adquirido un valor muy diferente en nuestra manera de ver el mundo. No es lo mismo "para¨ªso terrenal" que "para¨ªso terrestre", y la mal denominada "televisi¨®n digital terrenal" se halla tan alejada de lo divino como la televisi¨®n digital por sat¨¦lite (transmisi¨®n por el espacio, y no por ello transmisi¨®n celestial). Ambas son terrenales, pero s¨®lo una de ellas es terrestre.
Algunos centros de poder conocen muy bien estos valores de las palabras, y manipulan el lenguaje porque as¨ª consiguen manipular el pensamiento de quienes no reflexionan sobre su propio idioma. Por ejemplo, el l¨¦xico del actual "conflicto" (guerra) de Yugoslavia nos trae expresiones como "limpieza ¨¦tnica" (en lugar de genocidio), o "desplazados" (en el lugar de deportados o expulsados) o "da?os colaterales" (en vez de v¨ªctimas civiles) para acomodar la realidad a la visi¨®n de cada una de las partes. Los casos de enmascaramiento mediante las palabras se hacen ya innumerables en la pol¨ªtica, la econom¨ªa, la Administraci¨®n, la inform¨¢tica... ?ltimamente, por ejemplo, los pol¨ªticos hablan de que el comportamiento de alg¨²n compa?ero no parece "muy est¨¦tico", ocultando as¨ª que en realidad no es muy ¨¦tico; y el plant¨®n que propin¨® Yeltsin a Aznar fue definido como un "cambio de formato" de la "entrevista", pues result¨® ser telef¨®nica (pese a que se supone que en una entre-vista las personas han de verse).
Los terroristas tambi¨¦n conocen esos resortes, y han intentado siempre apropiarse del lenguaje castrense. Por eso hablan de sus "comandos", sus "ejecuciones", sus "acciones", sus "objetivos"... (Recu¨¦rdese que la "organizaci¨®n armada" se denomin¨® en otro tiempo "ETA Militar"). Y ahora se han apropiado de la palabra "tregua", para manipular la gen¨¦tica de esta expresi¨®n y enga?arnos a todos.
"Tregua" es una voz que heredamos de los godos (muchos vocablos relativos a la milicia tienen origen g¨®tico, incluida la sonora palabra "guerra"). Y "triggwa" significaba para ellos "acuerdo": el pacto que permit¨ªa interrumpir la guerra; y tal sentido de acuerdo pervive a¨²n en la palabra, como la rosa pervive en odorosa y el fam¨¦lico perdura en el jamelgo. La definici¨®n que recoge el diccionario para "tregua" (al margen de sus sentidos figurados, como "no dar tregua" y otros) indica que se trata de una "cesaci¨®n de hostilidades, por determinado tiempo, entre los enemigos que tienen rota o pendiente la guerra". Estamos, pues, ante una palabra que remite a un acuerdo entre dos enemigos en guerra, generalmente dos ej¨¦rcitos.
Y aqu¨ª resultan alarmantes todos los conceptos que se relacionan con esa palabra. Porque en el caso del terrorismo de ETA no se trata de dos ej¨¦rcitos que luchan de igual a igual, ni siquiera de dos ej¨¦rcitos que se hallaban en guerra: s¨®lo una de las partes disparaba; en la otra se hallaban la polic¨ªa y la justicia. Pero tambi¨¦n resulta sobrecogedor el concepto subliminal del "acuerdo" que yace en la palabra. Porque no es inocuo.
Ya el dirigente del PNV I?aki Anasagasti dijo el pasado 10 de marzo, tras las detenciones de etarras en plena tregua, que estas actuaciones policiales no le parec¨ªan muy oportunas, pues "colocan el proceso de paz en una situaci¨®n delicada". El Gobierno, se deduc¨ªa de sus palabras, hab¨ªa atacado por su cuenta en plena paz, sin consultar a la otra parte. Joseba Egibar, aun con matices, explic¨® tambi¨¦n que las detenciones "no favorecen" ese proceso. O¨ª a algunos amigos en esos d¨ªas hablar tambi¨¦n de que las detenciones (detenciones de personas perseguidas por la justicia) pod¨ªan romper la tregua, que no les parec¨ªan muy oportunas... Y quiz¨¢s son ¨¦sos unos pensamientos que guardan relaci¨®n directa con el uso de esta palabra. Tal parece que la circunstancia de la paz provisional obliga a suspender el Estado de derecho, y que la promesa de no matar deja a alguien impune de cuanto ha matado. Esto puede ocurrir tras una guerra de igual a igual, en efecto; en una tregua aut¨¦ntica. Pero no estamos ante ese caso.
Tan unilateral es la "tregua" de ETA (y por tanto, tan inexacta la palabra) como unilaterales fueron las bombas (y por tanto, tan inexacto el concepto "guerra"). ETA no decidi¨® una tregua, sino un "alto el fuego". Nada m¨¢s; y nada menos. No pensemos en que existe una tregua, porque entonces alg¨²n d¨ªa, llegada por fin la paz definitiva, creeremos que se ha producido un armisticio ("suspensi¨®n de hostilidades pactada entre dos pueblos o ej¨¦rcitos beligerantes"). Hablemos de perdones, de indultos, de reinserci¨®n. No de tregua. De un lado est¨¢n las balas y del otro las palabras; pero los terroristas siempre querr¨¢n invadir el terreno enemigo.
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