El voto vol¨¢til y otros votos E. CERD?N TATO
Siete d¨ªas despu¨¦s de su puesta en marcha, la campa?a electoral no consigue despegar de una pista embarrada de improperios y descalificaciones, donde el ejercicio de la pol¨ªtica y la pol¨ªtica misma parecen resolverse en una improcedente y s¨®rdida farsa. El ciudadano percibe la destemplanza, la revelaci¨®n de la pen¨²ltima trapacer¨ªa y el descolorido espect¨¢culo de muchos candidatos; tan solo si es aplicado, advertir¨¢, en medio del estr¨¦pito, algunas ofertas que conciernen a los intereses de la mayor¨ªa. Pero, hasta hoy, ha presenciado la celebraci¨®n del carisma; un cuerpo a cuerpo algo solapado y con mucho de juicio de dios, donde se ventilaban m¨¢s las presunciones y el trofeo del liderazgo, que los problemas urgentes de nuestra sociedad. De una sociedad que puede pasar de un estado de frustraci¨®n o de apat¨ªa a otro de crispaci¨®n y hasta de desconfianza hacia los partidos consolidados en el error y la rutina. De esta zozobra, de este malestar que se expande, puede inducirse el voto vol¨¢til, el voto err¨¢tico, es decir, y en palabras del soci¨®logo L¨®pez Pintor, el voto que se independiza de las tradicionales afinidades y vinculaciones ideol¨®gicas, como consecuencia del "descontento pol¨ªtico precisamente de las sociedades informadas". Un voto conocido ya, aunque superfluamente, pero sin catalogar ni analizar con rigor, en su orientaci¨®n, ni en sus efectos inquietantes y, en ocasiones, sorprendentes. Se sabe bien c¨®mo el voto del miedo ha sido utilizado, y puede ser utilizado, seg¨²n la inseguridad de un partido, en concreto si es conservador, detenta el poder y considera la probabilidad de su derrota en las urnas. Es un voto que interpela la sinraz¨®n y agita los rancios fantasmas. Se define el voto ¨²til como una sin¨¦cdoque estrat¨¦gica, al designar toda la izquierda por una de sus partes: es el voto recurrente del socialismo y que incluye en su ret¨®rica electoral como una llamada a la conciencia de progreso, cuando la aritm¨¦tica le hace aguas. Curiosamente, el voto de castigo no se elabora en los estados mayores de las formaciones confrontadas, sino que surge de los mismos electores o se lo inspiran sus referentes sociales, y comporta un severo y ejemplar escarmiento por los compromisos incumplidos o los desmanes perpetrados, y una pedagog¨ªa estricta: la papeleta con una cura de oposici¨®n, entra. Tambi¨¦n el voto en blanco, aunque escaso, ofrece el perfil de un elector exigente: no renuncia ni a su deber moral ni a su derecho, pero deja constancia de su insatisfacci¨®n. Y la abstenci¨®n tan detestada como temida, no responde tan solo a la tentaci¨®n del ocio o a la indiferencia, sino, a veces, a un extremada confianza en el triunfo de su opci¨®n pol¨ªtica. En cualquier caso, es bien cierto que el ciudadano ya no mantiene aquella firme lealtad de anta?o, en particular, cuando se trata de intervenir en elecciones de cercan¨ªas o de lejan¨ªas: en las municipales y auton¨®micas, se identifica con una persona o un grupo de personas, y le extiende un sufragio de cr¨¦dito; en las europeas, no pone demasiado entusiasmo: Estrasburgo y Bruselas vienen envueltas en el paquete de un tour operador. El concepto de Europa es a¨²n confuso, y tampoco se le presenta como un espacio social, l¨²dico y tolerante, sino como un gran patio de operaciones bancarias, de ej¨¦rcitos acantonados, de mercaderes y de muy sospechosas subvenciones, con destinatarios an¨®nimos o tapados. Siete d¨ªas despu¨¦s de iniciada la campa?a electoral, casi nada o nada se ha movido. Sin embargo, a¨²n quedan d¨ªas. Al fin, las personas de izquierda acudir¨¢n a las urnas impulsadas por su ideolog¨ªa; y las de derechas, por sus intereses. Y como el compromiso ideol¨®gico es aceptaci¨®n de unos principios s¨®lidos, solidarios y ¨¦ticos, no lo tienen f¨¢cil frente a unos intereses personales y rapaceros, que se organizan al reparo de unos valores que menosprecian en su intimidad, para urdir artima?as y turbias especulaciones. Jam¨¢s tan pocos han medrado tanto con lo de tantos. Por eso el verdadero y viejo debate es saber si se apuesta por un gobierno y unas instituciones representativas o por una democracia plena e incondicional.
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