Estuvo Adefesio
Adefesio estuvo en los toros y se despach¨® a gusto.La verdad es que habr¨ªa podido quedarse en casa este Adefesio de las narices, pues no dej¨® t¨ªtere con cabeza. Todo cuanto tocaba lo dej¨® convertido en un horror. Y no paraba...
Menudo cuadro pint¨®: as¨ª se colocara boca arriba, boca abajo, por el derecho o al rev¨¦s, no hab¨ªa forma de reconocer nada.
?Ten¨ªa algo que ver todo eso que hab¨ªa en el cuadro con una corrida de toros? ?Ten¨ªa algo que ver con cualquier cosa de las que crecen, menguan o vegetan por el universo mundo? ?Ten¨ªan algo que ver los toros con toros, los toreros con toreros, el presidente con un presidente aunque fuera de la comunidad de vecinos?
Fernando Cepeda se quiso salir del cuadro. Y se le alabar¨ªa el gusto de no ser porque d¨¢rselas de diestro artista en la ejecuci¨®n de finos pases con la suerte descargada aprovechando la aparici¨®n de un toro tullido y tonto de remate, cantaba demasiado. As¨ª cualquiera. A otro can con ese hueso le quisieron decir.
Gavira / Cepeda, Luguillano, Puerto
Toros de Gavira, discretos de presencia, flojos, varios inv¨¢lidos, de media casta, aborregados y la mayor¨ªa moribundos; 4? bobalic¨®n.Fernando Cepeda: seis pinchazos y descabello (algunos pitos); media (aplausos y salida al tercio). David Luguillano: pinchazo hondo y dos descabellos (algunos pitos); estocada corta (silencio). V¨ªctor Puerto: dos pinchazos y estocada (silencio); pinchazo, otro que resbala y clava en los ri?ones, otro hondo, descabello y se echa el toro (pitos). Plaza de Las Ventas, 4 de junio. 27? corrida de feria. Lleno.
Los toros s¨®lo se parec¨ªan a los toros en los cuernos. Lo que no es suficiente: muchos cuernos se ven por ah¨ª y a nadie se le ocurrir¨ªa ponerse a lidiar a sus portadores. Los toros, adem¨¢s de cuernos, precisan para la lidia otras prescripciones que vienen especificadas en las tauromaquias y en la memoria de la fiesta. Y una de ellas no es, precisamente, pegarse batacazos. Tampoco lo son ni caminar ag¨®nicos ni comportarse lilas, todo lo cual se encontraba en lo que el malandr¨ªn Adefesio pint¨®.
Ni los toreros han de ser unos in¨²tiles. No se habla aqu¨ª de toreros malos. Los toreros pueden ser buenos o malos, valerosos o precavidos. Lo que no deben ser nunca es unos in¨²tiles. Y aquejados de esa manifiesta inutilidad es como Adefesio los pint¨® tambi¨¦n.
Los presidentes quer¨ªa la reglamentaci¨®n cl¨¢sica que estuvieran dotados de autoridad, sapiencia t¨¢urica y sentido com¨²n. Ning¨²n reglamento determin¨®, en cambio, ni que manifiesten la prepotencia propia de los ignorantes ni que se pongan a hacer el Don Tancredo cuando un toro arrastra las miserias de su cuerpo enfermo o los s¨ªntomas de un coloc¨®n de abrigo y el respetable p¨²blico exige una inmediata reparaci¨®n. Y, sin embargo, fue el Adefesio mendaz y lo pint¨®. Lo sac¨® guapo y con pajarita, pero tal cual.
Para modelo, a Adefesio le sirvi¨® mejor que nadie David Luguillano. A las trazas nos queremos referir. Se present¨® igual de flamenco que siempre -agitanado el porte, de dulce el terno- mas en cuanto hab¨ªa de recibir al toro pegaba un respingo y trastabillaba perdidas las formas. Luego, al muletear, sacaba chepa. V¨ªctor Puerto hizo el quite de la nafarroina. Unir la gen¨¦rica navarra a la gentilicia tafallera es, aparte pleonasmo, todo un canto a Nafarroa (la llaman Navarra), que valdr¨¢ oro en los sanfermines. No le sali¨® bien pues con toros que se desploman cualquier quite resulta ut¨®pico.
Tra¨ªa intenciones toreras V¨ªctor Puerto, que lleva ful la temporada al menos donde importa: Sevilla y Madrid. No obstante, la animosa predisposici¨®n result¨® fallida porque torear carece de acomodo con borregos lisiados, con toros que no son toros. Para su mal mat¨® defectuoso, un espadazo que tir¨® sin tino acaso resbal¨® y abri¨® en la ri?onada del toro un boquete...
El p¨²blico se lo tom¨® a ofensa personal. Desde las inhibiciones de Cepeda en el primer manso hasta la invalidez del ¨²ltimo, cuanto hubo vino marcado por el arte de Adefesio, el aburrimiento lleg¨® a ser mortal. Y, encima, a guisa de remate, aquel conato de toricidio. Pitaron unos, tiraron almohadillas otros, la mayor¨ªa huy¨® de all¨ª jurando que no volver¨ªa jam¨¢s. Y todo por culpa de Adefesio. Pero ?qui¨¦n es Adefesio? ?Uno que oy¨® a San Pablo sermonear ad Ephesos su brava ep¨ªstola y tom¨® nota? ?El personaje que cre¨® Rafael Alberti en su obra del mismo nombre? Pues entonces ya tenemos los culpables de lo que ocurri¨®: Alberti y San Pablo. Los tres matadores, el ganadero, la empresa y el presidente, absueltos.
Babelia
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