La ciencia de Miravete
En EL PA?S del 25 de mayo de 1999, en la p¨¢gina 72 de Econom¨ªa, aparece un art¨ªculo titulado El l¨²gubre homo econ¨®micus. Conoc¨ª hace a?os a un fontanero que interpretaba el mundo como un sistema de tuber¨ªas. No repetir¨¦ sus argumentos, pero las analog¨ªas ten¨ªan fuerza. No s¨¦ si el economista Miravete desea presentar como novedad el descubrimiento de que cuando un grupo social corporativista disminuye sensiblemente su nivel de rentas, trata de reponerlas acometiendo nuevas actividades u ofertando las tradicionales a un precio m¨¢s elevado, o una combinaci¨®n m¨¢s o menos afortunada y amplia de ambas. El problema de una ciencia no estriba en delimitar su universo de aplicaci¨®n, en principio ilimitado para todas, sino en precisar el alcance de las deducciones y la potencia explicativa de las mismas. A una realidad poli¨¦drica corresponde una respuesta multidisciplinar. Frente a los ejemplos brindados por el profesor Miravete, se pueden oponer otros muchos en los que la econom¨ªa no brinda una explicaci¨®n exhaustiva y ni tan siquiera la m¨¢s convincente.El fundamentalismo es una actitud reduccionista que pretende explicar la realidad desde un ¨²nico punto de vista. Seguramente los fil¨®sofos tienen mucho que decir sobre la salud, el medio ambiente, la educaci¨®n, el desempleo y otros temas; su prudencia les obliga muchas veces a callarse. Es cierto que el an¨¢lisis de incentivos constituye una piedra clave de la econom¨ªa, pero lo peligroso es querer tomar decisiones en base, ¨²nicamente, a criterios econ¨®micos. No se puede quitar totalmente la raz¨®n al se?or Miravete, pero tampoco se le puede dar. Por otra parte, su art¨ªculo est¨¢ escrito en clave demag¨®gica, ya que escoge aquellos ejemplos que mejor se adaptan a su preconcepci¨®n de que el an¨¢lisis econ¨®mico es la herramienta m¨¢s potente de todas: fundamentalismo, a fin de cuentas.-
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