Con derecho a ser diferentes
Trashumantes de Asia, ?frica y Europa se re¨²nen en Madrid para defender su modo de vida
Dicen los masaai que su vida, al norte de Tanzania, vale menos que la de los tur¨ªsticos animales salvajes del parque nacional del Serengeti. Las fieras, codiciadas por las lentes de los turistas europeos y estadounidenses, tienen permiso para salir del parque y buscar alimento en las regiones colindantes. Los masaai, que miran la fiesta desde fuera, pueden perder la cabeza de un disparo si osan llevar sus bueyes a los apetitosos pastizales del Serengeti. Trashumar -o ser semin¨®madas, cambiar de domicilio para aprovechar las estaciones del a?o- ya no es un placer para los masaai. Ni para los bakarwal del Himalaya, los van gujjars de India o los lapones del norte escandinavo: sus Gobiernos privatizan las tierras y ahora necesitan mapas del catastro para saber d¨®nde pueden o no meter los pies. N¨®madas y trashumantes de tres continentes -Asia, ?frica y Europa- se re¨²nen desde hoy y hasta el mi¨¦rcoles en Madrid para compartir experiencias, lamentarse codo con codo de su situaci¨®n y, tambi¨¦n, conseguir financiaci¨®n extranjera para sus proyectos.En el mundo existen unos cuarenta millones de n¨®madas y trashumantes que, sobre todo en Asia y ?frica, intentan reivindicar la itinerancia -y su lirismo- como forma de vida. En algunos pa¨ªses constituyen porcentajes significativos de la poblaci¨®n: son m¨¢s del 40% de los mongoles, uno de cada cuatro tibetanos, el 15% de los kenianos y el 10% de los et¨ªopes.
Hay pueblos n¨®madas dedicados fundamentalmente al comercio, como los tuareg, que mantienen parcialmente los recorridos de sus caravanas por el desierto del S¨¢hara, y otros dedicados a la artesan¨ªa, como los herreros gadoliya de India. Pero la ocupaci¨®n mayoritaria de los reunidos en el foro madrile?o es la ganader¨ªa con pr¨¢cticas trashumantes -ciclos cortos, preestablecidos y estacionales- o n¨®madas, largos ciclos al azar seg¨²n las condiciones clim¨¢ticas.
"No somos vagabundos", dice Martin Saning"o, uno de los representantes masaai en la conferencia. "S¨®lo queremos que se tenga en cuenta nuestro modo de vida, que tiene 500 a?os de antig¨¹edad". Saning"o habla suavemente en ingl¨¦s, y parece fuera del cuadro con sus t¨²nicas chillonas de pastor en la fr¨ªa y gris oficina madrile?a de Watu, la ONG que organiza el encuentro con la financiaci¨®n de la Agencia Espa?ola de Cooperaci¨®n Internacional (AECI), el Ministerio de Medio Ambiente y la ONG Economistas sin Fronteras.
Una de las causas por la que Madrid es la sede de esta innovadora reuni¨®n es el inter¨¦s internacional que ha despertado la recuperaci¨®n de la trashumancia en Espa?a. "Ya se van los pastores a Extremadura, ya se queda la sierra triste y oscura", dice la canci¨®n, y los trashumantes africanos y asi¨¢ticos quieren aprender c¨®mo han hecho los pastores asturianos y castellanos para mantener, a pesar de encontrarse en el siglo XX, su costumbre de bajar cada invierno sus ovejas al llano. Y eso hicieron este fin de semana: acompa?aron a los pastores espa?oles del Proyecto 2001 y a dos reba?os de cientos de ovejas durante dos d¨ªas, desde Los Santos hasta Fuenterroble de Salvatierra, en Salamanca, y compartieron a la intemperie fiestas, an¨¦cdotas y comida.
Lo que quieren los masaai, que han tenido menos suerte que los espa?oles con sus gobernantes, es educaci¨®n. "Queremos que nuestra gente pueda discutir de igual a igual con el Gobierno y con las multinacionales, no podemos seguir dej¨¢ndoles que nos enga?en como hasta ahora", dice Soning"o. Los masaai pueden entrar cada vez en menos tierras, muchas de ellas vendidas hoy a empresas ganaderas, hoteles y parques zool¨®gicos. Cada vez hay menos puestos de trabajo como pastores. Consecuencia: los j¨®venes emigran a las grandes ciudades, donde trabajan casi siempre como actores en espect¨¢culos "de color local" para los turistas, o como guardias de seguridad. "Tenemos fama de honestos y de ser buenos en la lucha cuerpo a cuerpo", explica Soning"o con una sonrisa agridulce.
Si algo molesta a estas tribus es su papel decorativo en la creciente industria del turismo de safari. "No recibimos ni un chel¨ªn de los turistas, ni siquiera nos relacionamos con ellos", se queja Soning"o. "No creo que encuentren muchas diferencias entre nosotros y los elefantes".
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