Busca repetir mayor¨ªa para evitar chapuzas
Llu¨ªs Tejedor pertenece a ese grupo de catalanes que naci¨® fuera de Catalu?a. Lo hizo en Cifuentes (Guadalajara) en 1952, y lleg¨® a El Prat de Llobregat en junio de 1961, acompa?ando a su padre, quien era guardia civil. Entr¨® en el Ayuntamiento en 1979, en las primeras elecciones municipales democr¨¢ticas. Fue concejal hasta que, en diciembre de 1981, muri¨® en accidente de coche Antonio Mart¨ªn, un m¨ªtico luchador antifranquista. Tejedor fue elegido sucesor y hasta hoy no ha dejado de tener mayor¨ªa absoluta. Tiene fama de pol¨ªtico duro en las negociaciones, hasta el punto de que se le achaca ser el responsable de retrasos en diversas obras p¨²blicas: desde la ampliaci¨®n del aeropuerto hasta la construcci¨®n de la pata sur. No le importa: "Yo me debo a quien me debo", dice dejando m¨¢s que claro que se refiere a la poblaci¨®n que le vota. De peque?o, jugaba con otros chiquillos de El Prat a ese juego universal de apedrear al vecino. Luego se pas¨® al f¨²tbol, una afici¨®n que comparti¨® con un compa?ero de estudios (en aquellos a?os) y hoy de formaci¨®n, Joan Saura. Ambos coincid¨ªan tambi¨¦n estudiando en una misma academia: Saura, qu¨ªmica, y ¨¦l, ingenier¨ªa. "La historia de El Prat", explica Tejedor, "es la de una lucha contra algo. En los siglos XVI y XVII, contra el tifus, que proliferaba al amparo de las marismas; luego ha sido contra la contaminaci¨®n que nos llega por todas partes, contra el desv¨ªo del r¨ªo para ampliar el puerto, contra la ampliaci¨®n del aeropuerto pasando por encima de zonas protegidas. La gente de aqu¨ª tiene el convencimiento de que los males llegan de fuera. Pasa con la contaminaci¨®n de las aguas". Tejedor cuenta que la ciudad, que dispone de abundantes recurso h¨ªdricos en el subsuelo y a escasa profundidad, no puede utilizarlos ni para regar. Est¨¢n saturados de contaminaci¨®n, que puede proceder de un vertido incontrolado en cualquier parte del cauce del Llobregat. Tejedor recuerda que, a principios de los a?os setenta, una autoridad decidi¨® que una zona de la poblaci¨®n situada junto al aeropuerto era un lugar id¨®neo para instalar 2.000 viviendas donde realojar a barraquistas. "Llegaron miles de personas sin recursos para ganarse la vida. Hoy hay a¨²n en El Prat gente que no ha ido nunca al barrio de Sant Cosme. Por miedo. Tratamos de actuar sobre el problema, pero no es f¨¢cil para una localidad de 24.000 habitantes". Esto ayuda a que los pratenses vean Barcelona como una amenaza, dispuesta siempre a quedarse lo bueno y expulsar lo feo a su periferia. El Prat apenas crece porque el r¨ªo act¨²a como barrera psicol¨®gica. Bueno, el r¨ªo "y las fachadas tan duras que tenemos", a?ade el alcalde. Quien bordea El Prat se topa con industrias de olores nauseabundos, con v¨ªas de tren, con la peor playa de Catalu?a, donde el ba?o est¨¢ desaconsejado. Luego, el interior es m¨¢s humano, pero los accesos son muy duros. En la memoria de Tejedor viven las primeras im¨¢genes de una poblaci¨®n que, para aquel muchacho de nueve a?os, era grande, inmensa, rodeada de campos, con calles por las que transitaban carros cargados de alcachofas. Y, sobre todo, multitudes de hombres y mujeres que entraban y sal¨ªan de las dos grandes empresas del municipio: La Seda de Barcelona y la Papelera Espa?ola. "La sirena sonaba al mediod¨ªa", evoca, "y miles de mujeres con bata blanca sal¨ªan de la f¨¢brica, hacia la que iban miles de hombres con fiambrera". Pronto reconoce que, quiz¨¢, la memoria le enga?a, que tal vez no eran miles, que tampoco la ciudad era tan grande como la recuerda. Era, en cualquier caso, una poblaci¨®n que viv¨ªa fundamentalmente de la agricultura con potentes incrustaciones industriales. Sus a?os como alcalde han coincidido con el declive de la agricultura, el cambio en las industrias y la evoluci¨®n hacia una econom¨ªa de servicios con el aeropuerto como eje. "El futuro de Barcelona pasa por El Prat", afirma. Y est¨¢ dispuesto a trabajar por ese futuro a condici¨®n, dice, de que "se abandone la cultura de la chapuza y se empiece a pensar que las obras tienen que hacerse con un sentido de progreso. Una declaraci¨®n medioambiental no es un obst¨¢culo". Ese futuro incluye el desv¨ªo del Llobregat, la ampliaci¨®n del puerto y del aeropuerto, la llegada del tren de alta velocidad -"y del metro", insiste- y los puestos de trabajo que todo esto supone. Sentado en uno de los parques de nueva construcci¨®n, Tejedor confiesa: "Soy afortunado. He tenido el privilegio de influir sobre la transformaci¨®n de mi ciudad". Y asegura estar convencido de que seguir¨¢ haci¨¦ndolo como alcalde en los pr¨®ximos cuatro u ocho a?os, como poco. Las amenazas a que repita, una vez m¨¢s, la mayor¨ªa, proceden, curiosamente, de la propia izquierda. IC-V tiene 13 de los 25 concejales del Consistorio. Los socialistas est¨¢n en 7; PP, 3; CiU, 2. S¨®lo los votos que pueda restarle EUiA ponen en peligro su continuidad como alcalde. "En El Prat hacemos campa?a puerta a puerta; 500 votos son una frontera peligrosa", afirma. Dicho esto vuelve de inmediato al optimismo. "No podemos perder. La gente aprecia los resultados de nuestra gesti¨®n". Y aporta un dato: en 1979, El Prat ten¨ªa 8, exactamente 8 papeleras. Hoy tiene 2.200.
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