Pau Molins, penalista de buena familia
Pau Molins Amat (Barcelona, 1962) es abogado desde los 24 a?os, pero ha sido a los 37 cuando ha empezado a vivir los momentos de mayor proyecci¨®n profesional y medi¨¢tica. En pocos meses han llamado a su despacho, entre otros, el empresario Josep Puigner¨® y los ex inspectores de Hacienda Josep Maria Huguet y Ernest de Aguiar, as¨ª como otros clientes y sociedades de renombre cuya identidad se niega a revelar. "En derecho penal, la publicidad no beneficia para nada a la defensa", afirma. La suya es una familia burguesa de Barcelona, casi tan influyente como prol¨ªfica. Pau es el menor de 11 hermanos y Joaquim, el candidato de Converg¨¨ncia i Uni¨® a la alcald¨ªa de Barcelona, el tercero. El abogado va por el mismo camino reproductivo y tiene cuatro hijos, aunque uno menos que el pol¨ªtico. El buque insignia de los Molins es la cimentera que lleva su nombre . La sociedad la fund¨® el abuelo de Pau y ahora est¨¢ dirigida por Joan Molins, ex presidente del C¨ªrculo de Econom¨ªa. En esa empresa familiar trabajan, como no pod¨ªa ser de otra forma, los siete hermanos varones, excepto el abogado. "La empresa y los n¨²meros nunca me apasionaron", asegura. No hay en los Molins antecedentes de vocaci¨®n de jurista, y Pau defiende que siempre ha separado la abogac¨ªa del apellido y de los largu¨ªsimos tent¨¢culos familiares. "Joaquim nunca me ha pasado ni un s¨®lo tema y el m¨ªo no es un despacho de influencias", explica. Este letrado est¨¢ a un paso de entrar en el selecto club de las llamadas togas de oro, los penalistas cuyas minutas casi siempre tienen seis y, en ocasiones, hasta siete ceros. Pau Molins, como casi todos sus compa?eros, lo niega, dice que en su despacho tambi¨¦n se llevan asuntos de 200.000 pesetas y afirma que el dinero no es lo importante a la hora de asumir la defensa de un cliente. El "fraude de la mili" Ha pasado ya m¨¢s de una d¨¦cada de los tiempos en que Molins se vio involucrado en el llamado fraude de la mili. ?l fue uno de los 64 mozos de familias barcelonesas de la alta sociedad que pagaron hasta un mill¨®n de pesetas para eludir el servicio militar a trav¨¦s de sobornos y certificados m¨¦dicos falsos. El caso salpic¨® por entonces a deportistas de ¨¦lite y Molins reconoci¨® en su d¨ªa que desembols¨® 100.000 pesetas para no vestir de caqui. El caso se sald¨® con leves penas para 22 funcionarios civiles o militares. Ni Molins ni el resto de los mozos llegaron a sentarse en el banquillo porque la justicia consider¨® que hab¨ªa prescrito el delito. El mismo argumento que ahora invoca este abogado para sus clientes Huguet y Aguiar. "Cometieron una indignidad que merece reproche social, pero no penal, porque est¨¢ prescrito". El m¨¢s peque?o de los Molins se declara nacionalista y milita en la agrupaci¨®n de Converg¨¨ncia Democr¨¤tica de Sarri¨¤-Sant Gervasi desde hace dos a?os. A la hora de asumir o no un caso, afirma que eso no cuenta y recuerda el argumento del derecho de defensa. "En buena l¨®gica, Huguet y Aguiar no deber¨ªan haber venido a mi despacho porque fueron altos cargos en la Administraci¨®n socialista", dice. Aunque su expediente acad¨¦mico es de lo m¨¢s normal, Molins siempre tuvo buenos maestros. Nada m¨¢s acabar la carrera, entr¨® en el despacho de Juan Piqu¨¦ Vidal, en la resaca del caso Banca Catalana. "All¨ª aprend¨ª lo que se debe y lo que no se debe hacer", afirma ahora. Fuentes de ese despacho recuerdan que en aquella ¨¦poca le defendieron por el caso del fraude de la mili. "Aqu¨ª aprendi¨® mucho, porque cuando lleg¨®,como es l¨®gico, sab¨ªa muy poco", recuerdan compa?eros de profesi¨®n. Cuatro a?os despu¨¦s, Molins se march¨® al despacho de Emilio Zegr¨ª, defensor del tambi¨¦n abogado Juan Jos¨¦ Folchi en varios procesos penales. Con Zegr¨ª estuvo otros cuatro a?os y de ¨¦l guarda mejor recuerdo. En 1994 se estableci¨® por su cuenta y coloc¨® la placa de Molins advocats. Primero en un despacho de la Pedrera, propiedad del abuelo y de la cimentera, y despu¨¦s en un amplio piso del que ya forman parte ocho abogados, todos ellos penalistas. "La d¨¦cada de los noventa es la nuestra, porque los delitos y los clientes son muy distintos a los de los ochenta, tiempo de los abogados fiscales, y los setenta, ¨¦poca de abogados laboralistas".
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