Un ?ole! por los ganaderos buenos
Los toreros oyeron muy pocos ol¨¦s. Los toros, muchos. El ?ole! castizo de la torer¨ªa y del arte era para los toros y, por delegaci¨®n, para el ganadero Adolfo Mart¨ªn que adem¨¢s -sospecha uno que sobre todo- es un aficionado fet¨¦n.?Ole! por don Adolfo.
Lo cierto es que uno le oy¨® llamar Adolfito, seguramente porque tiene talla corta y tambi¨¦n por la edad. Perm¨ªtase la licencia de recordar pasados tiempos, cuando Adolfo Mart¨ªn, quiz¨¢ a¨²n con pantal¨®n bombacho, iba a la andanada del 8 que era de armas tomar. All¨ª una exigencia con la integridad del toro, all¨ª un fervor por la fiesta, all¨ª una lupa para detectar el pico, all¨ª una pasi¨®n por los toreros aut¨¦nticos. Ya ha llovido. Reinaba Carolo. O quiz¨¢ fuera Franco, no s¨¦; han pasado tantos a?os...
Mart¨ªn / Campuzano, Rodr¨ªguez, Higares
Toros de Adolfo Mart¨ªn, con trap¨ªo, casta y nobleza. La mayor¨ªa ovacionados de salida y en el arrastre. El mayoral sali¨® a saludar al terminar la corrida.Tom¨¢s Campuzano: estocada delantera (silencio); pinchazo saliendo perseguido, pinchazo y estocada ladeada (silencio). Miguel Rodr¨ªguez: media estocada ca¨ªda, ruedas insistentes de peones -aviso- y dobla el toro (bronca); estocada trasera ladeada (divisi¨®n y tambi¨¦n bronca cuando sale a saludar a los medios). ?scar Higares: estocada (silencio); dos pinchazos y estocada corta (silencio). Plaza de Las Ventas, 7 de junio. 30? corrida de feria. Lleno.
La afici¨®n se les nota a los ganaderos buenos. Sostienen en el mundillo que los toros se parecen al ganadero, dicho sea con perd¨®n y mejorando lo presente. Y algo de eso debe de haber. Porque los toros de Adolfo Mart¨ªn se comportaron con la seriedad y la nobleza que los aficionados quieren para la fiesta. Aparecieron los primeros terciados como el amo pero con un trap¨ªo irreprochable, y los tres ¨²ltimos luciendo una arboladura impresionante que caus¨® sensaci¨®n. Y levantaron ovaciones. Y suscitaron las exigencias del p¨²blico respecto a los lidiadores para que lucieran la bravura de los toros frente al caballo. Vana pretensi¨®n: unas veces enviaban el toro al relance, otras se les quedaba entre las rayas, y si acced¨ªan a ponerlo distante era peor. Atendi¨® el ruego Miguel Rodr¨ªguez con el quinto y lo dej¨® en Barcelona. Y claro, el toro -que de tonto no ten¨ªa un pelo- se neg¨® a hacer el trayecto Barcelona-Madrid a pie. En avi¨®n, a¨²n.
La bravura real del toro qued¨® relegada al inc¨®gnito porque con semejante lidia -ahora lejos, ahora cerca, ahora a mitad de camino, capotazos de all¨¢ para ac¨¢- era dif¨ªcil de medir. Y al meterle vara el picador ya resultaba imposible pues le tapaba la salida impidiendo cualquier conato de huida si es que al toro le hubiese dado por ah¨ª.
De esta incivil manera se pic¨®. La suerte al rev¨¦s; en vez de atacar el toro para los adentros y el picador defendi¨¦ndose hacia afuera, el caballo mirando al tendido y el toro acorralado junto a las tablas sufriendo impotente la carnicer¨ªa. Muchas cosas se hacen al rev¨¦s en la lidia moderna. Si durante toda la vida fue funci¨®n de los peones parar al toro de salida, y de los matadores hacer los quites, ahora van los peones al quite y son los matadores quienes paran los toros de salida. C¨®mo los paran tampoco es para contarlo si traen encastada codicia pues entonces los matadores -los tres del cartel procedieron as¨ª- los ventean unos lances astrosos y luego echan marcha atr¨¢s capoteando a la defensiva.
Los tres toreros del cartel, con los encastados toros de Adolfo Mart¨ªn, hicieron agua, dicho sea en singular y en el sentido n¨¢utico del t¨¦rmino. Tom¨¢s Campuzano, que se desped¨ªa de la afici¨®n -y la afici¨®n le salud¨® con una salva de aplausos-, peg¨® muchos pases con todo el alivio del que era capaz. Miguel Rodr¨ªguez cuaj¨® un excelente quite a la ver¨®nica y ¨¦sa fue su ¨²nica intervenci¨®n lucida. Porque en los turnos de muleta ni templaba ni ligaba, pese a la encastada nobleza de sus toros.
Ligar... He aqu¨ª la tarea pendiente de casi todo el escalaf¨®n. Ligar (a los toros, no en las discotecas; enti¨¦ndase) es la acci¨®n m¨¢s peligrosa y dif¨ªcil del arte de torear y ah¨ª se nota qui¨¦n quiere y quien puede ser torero. ?scar Higares tampoco ligaba. Y pues le embest¨ªan vivaces los toros, sus faenas resultaron harto deslucidas. Una vez arque¨® la pierna con excesiva antelaci¨®n para dar el ayudado y como el toro no se arranc¨®, se qued¨® a gachas en esa inc¨®moda posici¨®n, cual estatua. Lo hacen casi todos en parecidas circunstancias. El d¨ªa menos pensado le va a dar a uno un aire en semejante postura y lo van a tener que llevar a la Seguridad Social para que lo recompongan.
Fracasaron los tres espadas del cartel. Parece mentira con toros tan buenos. Toros encastados y nobles, que no tiraron ni una mala cornada. Toros de ole con ole para dar triunfos a los toreros aut¨¦nticos y hacer honor a la fiesta.
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