Copas
Muchos j¨®venes -afirman los observadores- se ponen ciegos de calimocho en las madrugadas de los fines de semana. Ser¨¢ porque les gusta, pero aseguran algunos especialistas que es porque lo de ponerse ciegos est¨¢ de moda. Y esa moda tiene entidad y r¨²brica: la llaman la cultura del botell¨®n. Cultura es voz que tambi¨¦n est¨¢ de moda. No quiere decir que se tenga cultura sino que se invoca y entonces el que lo utiliza queda de un moderno y de un progresista absolutamente irreprochable. La cultura del botell¨®n, en este sentido, aporta unas sugerencias y unas motivaciones que rebasan el prop¨®sito de ponerse ciego de calimocho y hasta lo dejan irrelevante.La cultura, t¨¦rmino de amplio espectro, es como el 3 en 1, que vale para todo. Ah¨ª tenemos la cultura de la recogida de basuras. V¨¦ase el matiz: meter la basura en una bolsa es costumbre obsoleta e inculta. El ciudadano culto, en cambio, la separa seg¨²n su naturaleza, la mete en bolsas de distintos colores, y de esta forma le ahorra el trabajo de selecci¨®n y el coste a la empresa adjudicataria de la recogida y transformaci¨®n de basuras, que incrementa as¨ª sus ya sustanciosos beneficios.
A¨²n m¨¢s bonita y moderna es la cultura bancaria. Los directivos de los bancos llaman cultura financiera a su estrategia que consiste, naturalmente, en ampliar el negocio, y ah¨ª entran desde invertir y tomar acciones hasta meter mano en las cuentas y en los ahorros de sus imponentes, a quienes cobran por cada movimiento, o por no tener movimiento alguno, naturalmente con un desahogo, un abuso y una voracidad propios de la modernidad y la cultura con que afrontamos la llegada del tercer milenio.
La cultura del botell¨®n -como toda cultura- trae algunas consecuencias no deseadas y ya se unen colectivos progresistas para convertirla en otras culturas de vario signo. Cierto que coger un coloc¨®n d¨¢ndole al calimocho porque est¨¢ de moda es una barbaridad y hasta puede acarrear malas consecuencias. Pero no se crea que el alcohol es privativo de la juventud actual.
Las anteriores generaciones tambi¨¦n le daban al mollate los fines de semana s¨®lo que lo hac¨ªan de distinta manera. La generaci¨®n de un servidor a las escaramuzas del fin de semana las llamaba noches de vino y rosas. El t¨ªtulo ven¨ªa del cine y emplearlo era una cursilada, mas se trataba de disimular mediante un barniz literario, por tanto cultural, nuestros reales prop¨®sitos, que consist¨ªan en ligar. Luego llegaba la cruda realidad de las noches de vino y rosas, no lig¨¢bamos nada, y acab¨¢bamos en la casa de alg¨²n amigo d¨¢ndole al casticismo -pod¨ªa ser las siete y media- y empinando el codo para olvidar las penas del amor. Cada generaci¨®n hereda las tonter¨ªas de la anterior y a lo mejor la cultura del botell¨®n es consecuencia de aquellas cogorzas que no rara vez quer¨ªan ser s¨ªmbolo de madurez varonil y pretend¨ªan liberar frustraciones. Pero la masiva libaci¨®n cultural de los fines de semana han alcanzado unas proporciones desaforadas y los estad¨ªsiticos se?alan unos ¨ªndices de alcoholismo en la juventud muy preocupantes. Hay inquietud social por ello, acciones de colectivos para afrontar el problema. La ¨²ltima conocida es el acuerdo de algunos partidos pol¨ªticos, representaciones empresariales y movimientos sociales, que se han comprometido a luchar contra la cultura del botell¨®n y promover otras ofertas de ocio nocturno. Y ya hay documento al respecto. Se llama "Pacto por la noche madrile?a", que han firmado la Asociaci¨®n de Bares de Copas de Madrid, la Asociaci¨®n No Nos Resignamos del Movimiento Contra la Intolerancia , PSOE-Progresistas e Izquierda Unida. Se trata de armonizar el derecho al descanso y el derecho al ocio. Y propone dos facetas alternativas a las borracheras que pillan los j¨®venes de madrugada: que abran los polideportivos y los centros culturales. De manera que en vez de pegarse un coloc¨®n, los j¨®venes pasar¨¢n la madrugada haciendo aerobic o leyendo a Kant. Claro que leyendo a Kant de madrugada tambi¨¦n puede dar un coloc¨®n, pero ser¨ªa el coloc¨®n pol¨ªticamente correcto.
C¨®mo no se nos habr¨¢ ocurrido antes esta f¨®rmula genial: en lugar de noches de vino y rosas, noches de mens sana in corpore sano. ?Oh, qu¨¦ moderna, culta y maravillosa proposici¨®n!
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