M¨¢s que nunca, necesitamos Europa
Algunos responsables pol¨ªticos emergentes se sienten descomprometidos con lo hecho hasta ahora en la construcci¨®n europea y parecen dispuestos a inventarlo todo. Otros sacralizan el acervo comunitario, como un intangible en todas y cada una de sus manifestaciones. Frente a ambos, los nacionalismos de v¨ªa estrecha rechazan la idea de Europa enfrentando inter¨¦s nacional e inter¨¦s europeo.Los que creemos que Europa es la soluci¨®n y no el problema, queremos ofrecer un proyecto que conecte con el ethos de la Europa del post-muro de Berl¨ªn, de la superaci¨®n de la pol¨ªtica de bloques y del equilibrio del terror. Un discurso capaz de explicar nuestro papel en el mundo interdependiente que surge de la revoluci¨®n tecnol¨®gica, en particular de la informaci¨®n pero tambi¨¦n de la biotecnolog¨ªa. Un discurso que ofrezca salidas a los cambios en los sistemas de producci¨®n, que disminuyen el empleo industrial y deslocalizan inversiones. Un discurso que responda a la globalizaci¨®n econ¨®mica y financiera. Un discurso, en fin, que aporte seguridad buscando nuevos equilibrios internacionales, m¨¢s all¨¢ de los tradicionales enfrentamientos de bloques ideol¨®gicos.
Recuperemos la memoria sin detenernos en ella. Repensemos Europa, aprovechando la experiencia de estos a?os y respondiendo a preguntas sencillas, tales como: ?Qu¨¦ queremos poner en com¨²n para que haya un "nosotros" europeo? ?Entre qu¨¦ pa¨ªses? ?C¨®mo ofrecemos seguridad en el espacio de libertad que hemos creado? ?C¨®mo garantizamos un papel pol¨ªtico, de cooperaci¨®n y de seguridad en la globalizaci¨®n? ?Qu¨¦ instituciones y qu¨¦ medios necesitamos para realizar las tareas que nos propongamos?
La d¨¦cada de la galopada europea.
En 1985, saliendo de una de las m¨¢s prolongadas etapas de europesimismo (1975-1985), coincidente con el final del periodo keinesiano de crecimiento y pleno empleo y la emergencia del neoliberalismo fundamentalista, nos planteamos una reforma de los tratados. Naci¨® un producto al que denominamos Acta ?nica. Al edificio se le llam¨® Comunidad Europea. La criatura se desarroll¨® entre 1986 y 1992 en forma de mercado interior sin fronteras. Mientras se desarrollaba el mercado interior pactamos un crecimiento importante de los fondos estructurales para facilitar la aproximaci¨®n en los niveles de desarrollo entre las distintas regiones de Europa.Entretanto apareci¨® Gorbachov y el escenario mundial empez¨® a cambiar. En el 89 cay¨® el muro y desapareci¨® el Pacto de Varsovia. Aunque las preguntas sobre la lucha contra la injusticia siguieran vigentes, como dec¨ªa Octavio Paz, era evidente que la respuesta comunista hab¨ªa fracasado.
Los pa¨ªses ricos del centro y del norte, como Austria, Suecia y Finlandia, quer¨ªan entrar en la Comunidad, aun con dudas casi metaf¨ªsicas sobre si deb¨ªan o no hacerlo. Los pa¨ªses empobrecidos por el "milagro comunista" empezaron a llamar a las puertas sin dudar un momento que dentro se estar¨ªa mejor.
El Mercado Interior nos llev¨® de forma irresistible a Maastricht. A profundizar en la construcci¨®n y a prepararnos para la ampliaci¨®n, atisbando el desaf¨ªo que comportaba la vertiginosa revoluci¨®n tecnol¨®gica. Avanzamos en cuatro frentes: La Uni¨®n Econ¨®mica y Monetaria (s¨®lo monetaria hasta ahora) la colocamos en el apartado de las pol¨ªticas comunes, y la definimos como primer pilar. Ahora que la moneda es una realidad irreversible y esperanzadora volver¨¢ a cobrar fuerza la necesidad de una pol¨ªtica econ¨®mica de la Uni¨®n. Si no, perderemos fuerza frente al d¨®lar y no crearemos empleo.
La Pol¨ªtica Exterior y de Seguridad Com¨²n (PESC) seguir¨ªa siendo intergubernamental y, por eso, configuramos un segundo pilar fuera de las pol¨ªticas comunes, a pesar de su denominaci¨®n. Reconoc¨ªamos que la dispersi¨®n de las pol¨ªticas exteriores de los distintos pa¨ªses era nuestra gran debilidad. Pero no hab¨ªa madurez para dar un paso m¨¢s decisivo que una simple y titubeante coordinaci¨®n entre gobiernos.
La pol¨ªtica de justicia y asuntos de interior surge de la necesidad de un entendimiento mucho m¨¢s intenso entre los gobiernos europeos que deb¨ªamos combatir con eficacia la criminalidad que no s¨®lo no conoce fronteras, sino que aprovecha la desaparici¨®n de las comunitarias para sus fines. ?ramos conscientes de la preocupaci¨®n de los ciudadanos, pero no fuimos capaces de ir m¨¢s all¨¢ de una t¨ªmida cooperaci¨®n intergubernamental. As¨ª colocamos el tercer pilar.
La Ciudadan¨ªa Europea fue una propuesta que intentaba hacer comprender a hombres y mujeres de Europa que lo que hac¨ªamos s¨®lo ten¨ªa sentido si se trataba de una Europa de los ciudadanos. Una idea compatible con las identidades nacionales, con la ciudadan¨ªa de origen de cada europeo. Un plus, que pretend¨ªamos a?adir por su condici¨®n de europeos que comparten, como tales, un proyecto hist¨®rico, pero de nuevo nos encontramos con recelos o miedos alimentados por nacionalismos trasnochados.
Introdujimos la cohesi¨®n como un principio de la construcci¨®n europea, y como un criterio transversal para todas las pol¨ªticas de la Uni¨®n.
A?adimos una Carta social como elemento de identidad civilizatoria, que fue rechazada por los conservadores brit¨¢nicos y recuperada por el Nuevo Laborismo.
Era el inicio de una nueva etapa llena de sugerentes objetivos. Lo que nac¨ªa, con sus insuficiencias para unos y sus excesos para otros, era algo distinto de la Comunidad Europea, aunque la comprendiera. Hab¨ªa necesidad de bautizar a la criatura. La llamamos Uni¨®n Europea, como Uni¨®n de Pueblos. Me parece un hallazgo muy ¨²til. Entre federalistas, confederalistas, antifederalistas o partidarios de una zona de libre cambio sin m¨¢s, ten¨ªamos dificultad para comprender que est¨¢bamos haciendo algo nuevo, diferente, que nos costaba definir porque escapaba al c¨®digo de se?ales al que est¨¢bamos habituados en nuestro lenguaje pol¨ªtico e, incluso, a las teor¨ªas jur¨ªdicas cl¨¢sicas.
Los desaf¨ªos de la mundializaci¨®n.
La globalizaci¨®n de la econom¨ªa; los movimientos de capital creciendo r¨¢pidamente en una especie de casino financiero internacional; la revoluci¨®n tecnol¨®gica, en particular la de la informaci¨®n, generando y acelerando lo anterior, alterando las relaciones industriales, creando paro industrial masivo y forzando una permanente reestructuraci¨®n empresarial, han creado una nueva frontera, un nuevo mundo, una era distinta que ya es, aunque el pasado siga presente y muestre su peso. La complejidad, la profundidad y amplitud de la Uni¨®n de 15 pa¨ªses, hacen imposible mantener los procedimientos de toma de decisi¨®n tradicionales. Est¨¢n fallando valores y reglas sustanciales en la democracia representativa, en esta evoluci¨®n supranacional de nuestros Estados-naci¨®n. El m¨¦todo para tomar decisiones ser¨¢ a¨²n m¨¢s insostenible cuando pasemos de 15 a 25 pa¨ªses, tras una ampliaci¨®n que comprendemos imprescindible.Hay que poner las bases de un proyecto para Europa, que le d¨¦ cuerpo a la Uni¨®n Europea como el "nosotros" incluyente de la diversidad, que nos permita encarar el siglo XXI optimizando las ventajas de estar unidos frente a los retos de la globalizaci¨®n.
En diciembre de 1995 la Cumbre de Madrid puso nombre a la moneda y lanz¨® la Agenda 2000. Despu¨¦s se puso en marcha el Euro, se ha replanteado la agenda de ampliaci¨®n, se ha discutido un presupuesto que puede ser insuficiente y se enfrenta el conflicto de Kosovo como un dram¨¢tico recordatorio de la ausencia de una verdadera PESC.
Veo insuficiencias incluso si se trabajara con la Agenda 2000 como un paquete. En el fondo, la insatisfacci¨®n viene de la falta de respuesta a la pregunta fundamental. La suma de las partes no hace comprensible qu¨¦ Europa queremos. Es decir, no produce una definici¨®n clara de un proyecto europeo.
Los tres elementos m¨¢s relevantes de la globalizaci¨®n -que est¨¢n interactuando y repercutiendo en todas las realidades nacionales y regionales, alterando modelos preestablecidos de realizaci¨®n del poder pol¨ªtico- son, a mi juicio, la revoluci¨®n de la informaci¨®n, la globalizaci¨®n de la econom¨ªa y la del sistema financiero.
Estos tres elementos est¨¢n teniendo efectos espectaculares en el ¨¢mbito de realizaci¨®n de la democracia representativa y de la soberan¨ªa: El Estado-naci¨®n.
1. Los m¨¢rgenes de las pol¨ªticas macroecon¨®micas se han estrechado espectacularmente. Se pueden discutir los componentes de ingresos y gastos para obtener un resultado razonable de equilibrio, pero es dif¨ªcil rechazar la necesidad misma de este equilibrio. Los mercados de capitales se encargan de recordar que no conf¨ªan en una pol¨ªtica econ¨®mica que no vigile la inflaci¨®n o el d¨¦ficit. La derecha o la izquierda en el poder se diferenciar¨¢n, sobre todo, por la mezcla de ingresos y gastos para obtener el resultado macro, no por el resultado mismo.
2. La estructura del Estado-naci¨®n est¨¢ cambiando en dos direcciones f¨¢cilmente observables: a) hacia la supranacionalidad, como vemos en la Uni¨®n Europea o en Mercosur, buscando una respuesta m¨¢s satisfactoria a los desaf¨ªos de la globalizaci¨®n, y b) hacia la "intranacionalidad" como nueva distribuci¨®n interna del poder del Estado-naci¨®n. La necesidad de adaptarse con flexibilidad, la reclamaci¨®n de identidades m¨¢s locales frente a la angustia que genera la amenaza homogeneizadora de la globalidad impulsan, con intensidad variable, este proceso.
En Europa, la resultante es la fijaci¨®n de cuatro niveles de poder representativo: el local, el regional interno, el nacional cl¨¢sico y el supranacional europeo. Fen¨®menos semejantes, con otros desarrollos, se observan en muchos lugares del planeta, como Mercosur.
3. Est¨¢ cambiando el papel de la pol¨ªtica en general, no s¨®lo del poder central del Estado. Pocos a?oran el casi fenecido Estado totalitario; incluso la mayor¨ªa rechaza el Estado "grasiento", lleno de intervencionismos clientelares o populistas. Al mismo tiempo, por razones de eficiencia no siempre demostrada, tambi¨¦n se est¨¢ generalizando una retirada del sector p¨²blico de la actividad empresarial. En este ambiente, la discusi¨®n se agudiza entre unos y otros para determinar el papel de la pol¨ªtica en la nueva realidad. El debate ser¨¢ decisivo para los ciudadanos y sus oportunidades, para las empresas y su futuro, para el que llamamos "Estado de bienestar" y para la sostenibilidad de un modelo de crecimiento y desarrollo econ¨®mico en la nueva realidad de la revoluci¨®n informacional.
Un Estado fuerte y sin grasa se contrapondr¨¢ a un Estado raqu¨ªtico. La presi¨®n est¨¢ creciendo hacia la retirada del Estado, tanto de su papel en el campo de la satisfacci¨®n de derechos universales, como educaci¨®n o sanidad, cuanto en el de otros servicios p¨²blicos generadores de igualdad o desigualdad de oportunidades, como las telecomunicaciones o la energ¨ªa.
La nueva situaci¨®n definida nos lleva inexorablemente a plantearnos c¨®mo se responde a los desaf¨ªos desde la Comunidad Internacional, sin caer en construcciones te¨®ricas inalcanzables, como un "Gobierno Econ¨®mico Global", que se piensa m¨¢s bien en t¨¦rminos de un G-7 o un G-3, dominando la situaci¨®n del 80% de la poblaci¨®n no incluida en su ¨¢mbito de representaci¨®n, por mucha fuerza econ¨®mica que se represente.
Tras la liquidaci¨®n de la bipolaridad y del equilibrio del terror, emergen de las ruinas nuevas teor¨ªas que, no sin fundamento, alimentan la caldera armamentista. Es f¨¢cil observar c¨®mo surgen nacionalismos fundamentalistas, que multiplican los conflictos locales y regionales. Los dividendos de la paz, de los que hablaba George Bush, se hacen esperar. La estructura y funcionamiento de Naciones Unidas no satisface las nuevas necesidades y crece la frustraci¨®n, el sentimiento de impotencia de cientos de millones de ciudadanos, informados en tiempo real de los m¨²ltiples problemas que salpican toda la geograf¨ªa universal.
De la bipolaridad se ha pasado a un solo polo de poder. La seguridad internacional depende de esta nueva estructura, a la que acompa?a una sola organizaci¨®n multilateral de seguridad cre¨ªble: la OTAN, que abarca en sus responsabilidades directas o indirectas todo el hemisferio norte, de Bering a Bering.
Es imprescindible una reestructuraci¨®n de la composici¨®n del Consejo de Seguridad y de su funcionamiento. Es necesario buscar nuevos equilibrios internacionales, mediante el reforzamiento de ese fen¨®meno de regionalismo abierto que se est¨¢ produciendo en diversos lugares del mundo y en el que la Uni¨®n Europea es el modelo m¨¢s acabado.
Pero lo m¨¢s visible de la nueva situaci¨®n es el crecimiento de los movimientos de capital, circulando por el mundo en una especie de casino financiero internacional, sin reglas que lo hagan previsible y con sobresaltos cada vez m¨¢s incontrolables.
La inestabilidad de fondo va en aumento, pero, a pesar del inmenso coste humano de la crisis asi¨¢tica, rusa y latinoamericana, todav¨ªa no hay una corriente de opini¨®n con fuerza para proponer reformas razonables en el plano internacional. Los llamados pa¨ªses centrales pueden esperar, de momento, con m¨¢s tranquilidad, porque est¨¢n cargando a los pa¨ªses emergentes el coste de la crisis. Pero esto no se sostendr¨¢ indefinidamente. La epidemia se convertir¨¢ en pandemia en este mundo interdependiente de la globalizaci¨®n.
Es imprescindible encontrar f¨®rmulas que hagan previsibles los movimientos de capital y, como consecuencia de ello, que habiliten a los organismos financieros, como el FMI, a tener mayor capacidad de seguimiento para prevenir las crisis y mayor capacidad de respuesta r¨¢pida para amortiguar las consecuencias cuando se produzcan. No s¨®lo hay problemas nacionales o regionales. Hay problemas sist¨¦micos.
Si la globalizaci¨®n est¨¢ cambiando, como sostengo, la realidad del sistema productivo propio de la sociedad industrial, la realidad del poder pol¨ªtico, nacional e internacional, y la propia realidad de las relaciones sociales y culturales, ?qu¨¦ hacemos con Europa y desde Europa?
M¨¢s que nunca, necesitamos Europa.
El Tratado de Amsterdan no cumple satisfactoriamente los objetivos de mejorar la eficacia del instrumento institucional, el proceso de toma de decisiones y la mejora del nivel de democracia de los poderes europeos.La Uni¨®n Econ¨®mica y Monetaria se ha quedado en monetaria y sin contenido de pol¨ªtica econ¨®mica, con lo que, a pesar del esperanzador arranque del euro, empezamos a notar el desgaste frente al d¨®lar por la falta de una pol¨ªtica de crecimiento y empleo.
La ampliaci¨®n sigue plante¨¢ndose m¨¢s en el terreno de los principios que en el de la realidad. Nadie quiere responder a tres simples preguntas: ?qui¨¦nes, cu¨¢ndo y c¨®mo van a entrar entre los 16 candidatos, que ser¨¢n 20? Se dice que todos y que no va a costar nada. Es decir: no se quiere responder en serio. La Pol¨ªtica Exterior y de Seguridad Com¨²n sigue en la situaci¨®n anterior. Es casi inexistente. No hay respuesta para la UEO ni desarrollo institucional alguno. Miremos a Kosovo.
El problema sigue siendo de definici¨®n de un discurso europeo. Antes de plantearnos una nueva reforma institucional, corta o larga, tenemos que hacer la reflexi¨®n de lo que queremos poner en com¨²n, decidir el "nosotros" europeo. Si necesitamos un ¨¢mbito de supranacionalidad para desarrollar nuestra personalidad, a la vez plural y com¨²n en el espacio europeo, si necesitamos ese espacio para responder a los retos de la globalidad, aclaremos la dimensi¨®n de la representaci¨®n pol¨ªtica que exige esta construcci¨®n.
Es imposible construir el futuro de Europa sin tener en cuenta el pasado, las instituciones resultantes y sus equilibrios, una parte sustancial de los avances en las pol¨ªticas comunes y en los compromisos entre los Estados europeos. Pero, esta convicci¨®n no puede ocultar la necesidad de repensar el proyecto europeo, decidiendo qu¨¦ queremos poner en com¨²n para enfrentar con ¨¦xito los desaf¨ªos de la globalizaci¨®n, ante los que cada uno de nuestros pa¨ªses, por separado, perder¨ªa peso y relevancia.
Les propongo cuatro elementos para sustentar el proyecto.
Primero. ?Qu¨¦ queremos poner en com¨²n desde el punto de vista econ¨®mico, social y cultural? Esto dar¨ªa consistencia a las propuestas econ¨®micas generadoras de empleo y a la defensa de la identidad cultural del mosaico europeo. Nos llevar¨ªa a un an¨¢lisis sereno y riguroso de las pol¨ªticas contenidas en lo que hoy llamamos primer pilar, tras una evoluci¨®n de medio siglo, para saber lo que conviene a?adir o quitar para reenviarlo a cualquiera de los otros niveles de poder representativo.
Segundo. ?Qu¨¦ queremos poner en com¨²n en materia de seguridad y justicia para garantizar el disfrute del espacio de libertades que hemos creado?
A veces he puesto un ejemplo provocativo para explicar esta preocupaci¨®n de los ciudadanos ante el fen¨®meno de la inseguridad. Ser¨ªa inimaginable que el candidato a una alcald¨ªa de 5.000 habitantes se presentara a sus electores renunciando a la polic¨ªa local. Cada poder representativo en un ¨¢rea territorial de representaci¨®n, que es al mismo tiempo un ¨¢rea de libertades, debe garantizar el disfrute de esas libertades, con una seguridad policial y judicial frente a las formas de criminalidad que pueda combatirlas con mayor eficacia. Tercero. ?Qu¨¦ queremos poner en com¨²n en pol¨ªtica exterior y de seguridad para garantizar un papel en el mundo acorde con lo que representamos econ¨®mica, comercial y culturalmente? Somos d¨¦biles para decidir y fuertes para pagar las facturas de las decisiones que adoptan otros.
La t¨¦cnica para avanzar en este campo deber¨ªa ser la de la acumulaci¨®n progresiva de un acervo a trav¨¦s de sucesivas acciones comunes sobre ¨¢reas de inter¨¦s, incluyendo una de car¨¢cter instrumental en materia de seguridad. Cuarto. ?Qu¨¦ instituciones necesitamos para tener un instrumento eficaz, transparente y democr¨¢tico al servicio de lo que hemos decidido poner en com¨²n?
La creciente dificultad del debate sobre las reformas institucionales necesarias nace del hecho de convertirlo en un debate en s¨ª mismo, sin aclarar su car¨¢cter instrumental. Por eso, creo que s¨®lo avanzaremos seriamente en las reformas institucionales cuando aclaremos los puntos anteriores del proyecto europeo. Si sabemos qu¨¦ proyecto queremos desarrollar juntos, ser¨¢ m¨¢s f¨¢cil decidir con qu¨¦ instrumentos y con qu¨¦ medios vamos a hacerlo.
Desde el momento en que discut¨ªamos el Tratado de la Uni¨®n Europea se nos viene planteando reiteradamente el problema del reparto del poder, de la reforma institucional (recuerden la insatisfacci¨®n por el d¨¦ficit democr¨¢tico), y todo ello aumentado por la perspectiva de la ampliaci¨®n.
Cuando hago la propuesta de repensar Europa, teniendo en cuenta lo hecho y nuestras necesidades en la globalizaci¨®n, trato de cambiar el enfoque al que estamos habituados, reordenando nuestras ideas para no discutir sobre instituciones y burocracia sin tener claro lo que queremos hacer juntos.
He asistido a infinidad de reuniones sobre el famoso principio de subsidiariedad para repartir las competencias sin resultado satisfactorio. Entre los Quince, el criterio de subsidiariedad no coincide casi nunca. Por eso sugiero que este debate sobre lo que queremos poner en com¨²n tenga en cuenta simult¨¢neamente, para repartir el poder en los distintos niveles, tres criterios: subsidiariedad, identidad y cohesi¨®n.
El respeto a la identidad y el mantenimiento de la cohesi¨®n en los conjuntos de poder representativos que se desarrollen facilitar¨¢n el entendimiento sobre la eficiencia y la eficacia propias de la subsidiariedad.
Hecha la atribuci¨®n de competencias que queramos poner en com¨²n, el debate sobre la reforma institucional cobrar¨¢ un sentido diferente. No importa la cantidad de poder que se ejerce en cada instancia, sino calidad para cumplir los objetivos, para ser m¨¢s eficaces (subsidiariedad), respetando la identidad y reforzando la cohesi¨®n para que todos nos sintamos parte de un proyecto com¨²n.
Si no lo hacemos, es muy dif¨ªcil que nos aproximemos provechosamente al problema del empleo o al del medio ambiente o al de la cultura. Los ciudadanos quieren ver que hay dirigentes pol¨ªticos con un proyecto para Europa. Demos contenido entre todos a lo que es una Uni¨®n Europea como Uni¨®n de pueblos pensando en el siglo XXI. Habremos dado un paso de gigante en la construcci¨®n europea dentro de la globalidad.
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