La de Fraile
, La semana torista, ¨²ltima de la isidrada, termin¨® sin apenas nada digno de menci¨®n, pese a que la abrochaban victorinos. La corrida de Fraile sigue siendo la mejor. No se dice por desmerecer a nadie, pero esto del toro, su casta y su bravura estaba en cuesti¨®n y se dilucidaba qu¨¦ ganadero hab¨ªa tra¨ªdo de lo bueno lo mejor. Y ¨¦se fue Juan Luis Fraile, por cierto fallecido pocos d¨ªas antes de que se lidiara en Madrid su gran corrida de toros. Los victorinos no es que estuvieran mal. Antes al contrario estuvieron bien, y algunos merecieron por su boyant¨ªa el tratamiento de excelencia. Uno se lo dar¨ªa, por ejemplo, a los que hicieron primero y tercero. La obediencia inmediata a los cites, la suavidad de las embestidas, el sometimiento absoluto humillando la cerviz hasta abrir surcos con el hocico en la arena, lo hace un humano y le nombran..., no s¨¦: ministro. Lo maravilloso es que lo hac¨ªan los toros, y de torearlos toreros cabales sus faenas habr¨ªan puesto al p¨²blico en pie -que es como se ponen los p¨²blicos taurinos cuando les entran los nervios- y alcanzado las cumbres de la gloria. ?Ole! Sin embargo a los toreros que torearon a los victorinos humillados, suaves y obedientes les faltaba buena porci¨®n de torer¨ªa, algunos especialistas comentaban que adem¨¢s un hervor, y se quedaron en vulgares pegapases. Juan Mora, que tuvo sus mejores momentos al lancear de capa, con la muleta compuso muchas pinturer¨ªas sin templanza ni reposo, sufri¨® un desarme, luego un severo ga?af¨®n, pas¨® al encimismo tremendista y el toro excelente se le fue sin torear. Uceda Leal trazaba los derechazos con gusto -algunos naturales tambi¨¦n- mas no lig¨® ninguno porque no paraba de rectificar terrenos, cortar las tandas, y as¨ª no es. Nunca es as¨ª el toreo, menos a¨²n con los toros pastue?os. Juan Mora estaba hecho un l¨ªo o esa sensaci¨®n dio, y con el cuarto, de nobleza no desmentida, mont¨® un alboroto de parones y carreras, cites arrojados y descompuestos desenlaces, pases largos seguidos de otros desastrados; remedaba esencias gitanas o se met¨ªa en el costillar, se llev¨® un revolc¨®n... Parec¨ªan los gaches. El peor lote le correspondi¨® a Manuel Caballero. El primero de los de su lote iba con la cara alta y lo mulete¨® por ambos pitones sin embarcar, con el riesgo que conlleva pasarse cerca una embestida topona que no viene dominada. El toro quinto, de impresionante arboladura, tampoco se entregaba y quiz¨¢ cruz¨¢ndose, obligando, consintiendo, le hubiese sacado partido. Ahora bien ?qui¨¦n se lo iba a pedir? En aquellos momentos un cielo tormentoso soltaba cataratas sobre Las Ventas, y una masa de isidros corr¨ªa despavorida en busca de refugio, mientras el diestro, con un pundonor y un esp¨ªritu de sacrificio dignos de mejor causa, aguantaba marea firme en la palestra e intentaba esmerarse ora en lasuerte natural ora en la contraria. La Naturaleza estaba enfurecida y cuando apareci¨® el sexto victorino rompi¨® a tronar. Aquel torazo c¨¢rdeno de cerca de 700 kilos hollando el barrizal, aquel inclemente meteoro bramando sobre el grader¨ªo, nos situaban en un mundo hostil y desgraciado, nos tra¨ªan ramalazos de tragedia. La llevaba el toro en las puntas diamantinas de su cornamenta aparatosa, y la sombra de una guada?a parec¨ªa asomar por los ijares tambi¨¦n. ?sa era su apariencia estremecedora e imponente. Pero embisti¨® al capote que le present¨® con exquisitas hechuras Uceda Leal y se pudo apreciar que era un buenazo; y a veces se pasaba hasta parecer tonto de remate. Uceda Leal le peg¨® muchos pases sin especial hondura, lo mat¨® de una magn¨ªfica estocada y dobl¨® el animal con el sometimiento caracter¨ªstico de los borregos. No eran esos los aires que se esperaban de los victorinos. Ninguno sac¨® la agresividad propia del encaste, ninguno desarroll¨® una bravura digna de menci¨®n, ninguno tuvo fuerza, ninguno derrib¨®; ni siquiera el torazo de cerca de 700 kilos. Ni los victorinos ni cualquier otra ganader¨ªa de la llamada semana del toro hicieron olvidar la corrida de Fraile. Claro que la corrida de Fraile, aut¨¦ntico acontecimiento de la feria, fue memorable.
Victorino / Mora, Caballero, Uceda
Toros de Victorino Mart¨ªn, con trap¨ªo, dos ¨²ltimos de impresionante arboladura, flojos, en general encastados y nobles.Juan Mora: pinchazo bajo y estocada corta descaradamente baja (palmas); pinchazo, estocada corta ca¨ªda, rueda de peones y descabello (aplausos y salida al tercio).Manuel Caballero: estocada tendida atravesada y tres descabellos (silencio); dos pinchazos, media ladeada, rueda de peones y descabello (silencio). Uceda Leal: bajonazo (divisi¨®n cuando sale a saludar); estocada (ovaci¨®n). El Rey presenci¨® la corrida en una barrera. Plaza de Las Ventas, 9 de junio. 32? y ¨²ltima corrida de feria. Lleno.
Babelia
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