El mundo despu¨¦s de Kosovo
El mundo no es el mismo despu¨¦s de la guerra de Kosovo. Casi todas las guerras acaban influyendo. ?sta, adem¨¢s, se ha producido en medio de una transici¨®n, la que empez¨® en 1989 con la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn, y que puede f¨¢cilmente durar otros diez o veinte a?os m¨¢s, antes de producir un sistema m¨¢s estable. Pero puede dar algunas pistas -no se puede pretender m¨¢s a estas alturas- sobre futuros posibles, futuribles. ?sta es la primera guerra librada por la OTAN -organizaci¨®n pensada para la disuasi¨®n y la defensa, y no para atacar- en sus 50 a?os de existencia. La ha ganado, al menos en sus objetivos m¨ªnimos. Es la primera, pero puede ser tambi¨¦n la ¨²ltima, no s¨®lo porque los aliados se lo pensar¨¢n mucho antes de meterse en otra, sino tambi¨¦n porque la OTAN ha ganado credibilidad con esta acci¨®n. La disuasi¨®n o la persuasi¨®n no funcion¨® con Milosevic el 23 de marzo. Pero puede que funcione en el futuro. No se tomar¨¢ el nombre de la OTAN en vano, especialmente otros dirigentes tentados de limpiezas ¨¦tnicas o acosos a minor¨ªas en Europa. ?Va a intervenir la OTAN por doquier, con una interpretaci¨®n laxa de su nuevo concepto estrat¨¦gico (que en realidad consagra el "caso por caso")? ?ste ha sido un conflicto en el sur de Europa, en plena Europa, en pleno nosotros. Nadie piensa, a priori, en intervenir, de esta manera, y por causas similares, en Chechenia, en el C¨¢ucaso; no hablemos ya de los kurdos o de lugares m¨¢s alejados. El ataque de la OTAN se inici¨® sin el aval del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, en nombre del derecho de injerencia por razones humanitarias. En realidad, como se advirti¨®, la quiebra de la legalidad se produce antes: cuando el pasado 12 de octubre la OTAN amenaza a Belgrado con intervenir si no acepta un acuerdo para la autonom¨ªa de Kosovo. Aunque tantos lo han hecho desde 1945, este hecho, junto con otros, marca en Europa la ruptura del esp¨ªritu, viejo de cinco siglos, de la Paz de Westfalia: cada Estado a lo suyo, no injerencia en los asuntos internos de los dem¨¢s. Pero la propia UE es un sistema de injerencia permanente. La acci¨®n de la OTAN no tiene s¨®lo una dimensi¨®n moral, sino que ha venido a poner de relieve que en este mundo globalizado los asuntos internos de los otros nos afectan a muchos. Tony Blair ha considerado que, antes de toda posible acci¨®n, hab¨ªa que contestar afirmativamente, y por este orden, a las siguientes preguntas: ?Estamos seguros de nuestra causa? ?Hemos agotado todas las opciones diplom¨¢ticas? ?Son las operaciones militares que se pueden llevar a cabo sensatas y prudentes? ?Estamos preparados para defender una posici¨®n a largo plazo? ?Tenemos intereses nacionales en juego? Positiva, en todos los casos, fue su respuesta. Michael Igniatieff, en El honor del guerrero (Taurus), pone de relieve esta creencia occidental de que "hay que hacer algo", o la convicci¨®n de que "algo se puede hacer". En este caso, aunque las modalidades sean cuestionables y a¨²n hayan de regresar los refugiados a Kosovo, salir de la escena Milosevic y estabilizarse los Balcanes, se ha demostrado que s¨ª. En plena guerra, el secretario general de la ONU, Kofi Annan, estim¨® que "est¨¢ emergiendo, con lentitud pero con seguridad, una norma internacional contra la represi¨®n violenta de minor¨ªas, que va a, y tiene que, tomar precedencia sobre las preocupaciones de la soberan¨ªa estatal". El fil¨®sofo alem¨¢n J¨¹rgen Habermas lo presenta como "la transformaci¨®n del derecho de los pueblos en un derecho de los ciudadanos del mundo". El peligro no es que en nombre de la Justicia se acabe con una legalidad, sino que esto ocurra cuando a¨²n no se ha construido otra. Conviene asentar ¨¦sta cuanto antes, so pena, como advierte Michael Glennon (en Foreign Affairs) de que el nuevo intervencionismo parezca construido no sobre el derecho o la justicia, "sino s¨®lo sobre el poder"; el de EE UU. Era un sistema pensado para gestionar conflictos entre Estados m¨¢s que conflictos dentro de Estados. Desde 1945, la mayor¨ªa de los conflictos han sido guerras civiles. El hecho de que el final de la guerra se haya producido bajo el paraguas de una resoluci¨®n del Consejo de Seguridad indica que el sistema, aunque tocado, conserva una cierta validez. Ahora bien, el Consejo de Seguridad, con cinco miembros con derecho de veto, es fruto de la realidad del poder tras la Segunda Guerra Mundial. M¨¢s a¨²n lo es esa especie de Consejo bis, de directorio mundial, preocupante para los dem¨¢s, que es el grupo formado por Estados Unidos, Alemania, Reino Unido, Francia, Italia y Rusia, llamado de Contacto para la Antigua Yugoslavia, o, con Jap¨®n y Canad¨¢, el G-8. La defensa del territorio no est¨¢ en juego en este nuevo tipo de guerras, sino intereses o valores (?qu¨¦ es Europa sin valores?). Esta evoluci¨®n se produce en el contexto de una profesionalizaci¨®n de los ej¨¦rcitos (con la excepci¨®n de Alemania). Y, por parte Occidental, especialmente EE UU, con la superioridad tecnol¨®gica de unas armas de precisi¨®n que llevan a una guerra cara, pero en la que la reducci¨®n al m¨ªnimo de las bajas, en primer lugar propias -ni una sola en los 78 d¨ªas de bombardeos- y en segundo lugar ajenas es la prioridad. El control de las bajas propias en una campa?a a¨¦rea frente a un adversario inferior constituye una prioridad factible, que la hace aceptable por las opiniones p¨²blicas de los pa¨ªses atacantes, aunque exija perserverancia. Pero la nueva situaci¨®n lleva a querer imponer sin arriesgar, aunque al final, si bien en condiciones pactadas (y tras amenazar con una invasi¨®n), haya que meter tropas de tierra en Kosovo que no tendr¨¢n una tarea f¨¢cil y que puede resultar m¨¢s peligrosa. Sea como sea, hay que reconocer que la estrategia a¨¦rea -en contra de lo ocurrido en los ¨²ltimos meses en Irak- ha funcionado en Kosovo. Est¨¢ por demostrar que esta superioridad tecnol¨®gica baste, aunque estemos en guerras posmodernas, en las que los objetivos son limitados, y los medios tambi¨¦n. La aplastante superioridad militar -y hasta cierto punto econ¨®mica- de EEUU llevar¨ªa a indicar que el fin de la guerra fr¨ªa nos ha dejado un mundo unipolar. ?O no? Pues el poder americano puede ser y parecer muy intervencionista, pero esconder a la vez profundas tentaciones de retraimiento. Justamente una de las razones que ha impulsado en la UE el nombramiento de Javier Solana para el puesto del se?or Pesc y la decisi¨®n de poner en pie una Pol¨ªtica Exterior y de Seguridad Com¨²n ha sido no s¨®lo las carencias europeas puestas de relieve en esta crisis, sino el temor a verse en el futuro confrontados los europeos ante situaciones similares, sin que EE UU, porque tenga un Congreso o un presidente (?George Bush Jr.?) aislacionista, quiera participar. Europa debe abordar con seriedad qu¨¦ ej¨¦rcito necesita para resolver los problemas que se le planteen a los europeos, diferentes de los de Estados Unidos. La crisis de Kosovo puede servir para que Europa recupere una voluntad de potencia y deje de limitarse a ser espacio. Y al menos, frente a la ruptura de Yugoslavia en 1991, en que cada Estado miembro fue por su lado, en 1999 la UE se ha mantenido unida. En la transici¨®n europea va a incidir ahora de lleno esta guerra. El Consejo Europeo de Colonia ha trazado el mapa de la Europa futura, la del 2010 o 2020, al decidir incluir entre los candidatos a la adhesi¨®n a 10 pa¨ªses de Europa del Este, y una relaci¨®n particular con otros. Una perspectiva realista de ingreso en la UE puede ser el mejor elemento estabilizador para estos pa¨ªses, interna y externamente. Este mapa tendr¨¢ como centro de gravedad esta Uni¨®n Europea, con Estados miembros y otros asociados, pero de una forma u otra participando todos en esta empresa que, en consecuencia, tiene que hacer frente a una profunda revisi¨®n institucional y pol¨ªtica. Rusia entra en esta cuenta si sale de su caos. Pues si Rusia ha contribuido a hacer posible el acuerdo final sobre Kosovo, el desbarajuste interno de su Gobierno ha puesto varias veces en peligro la conclusi¨®n de esta guerra, con Yeltsin e Ivanov cambiando de opini¨®n seg¨²n las horas, y ahora puede complicar una paz de por s¨ª complicada de gestionar. La OTAN va a tener que mantener durante tiempo un importante despliegue militar en la zona, lo que no gusta, como a los rusos, que quieren estar tambi¨¦n presentes. De c¨®mo esta paz borrosa influya en las relaciones entre la OTAN y Rusia depende en buena parte la estabilidad del continente. En todo caso, Kosovo puede influir en unas elecciones rusas, parlamentarias y presidenciales, en los pr¨®ximos meses, que pueden marcar el rumbo de lo que es el pa¨ªs m¨¢s problem¨¢tico para la definici¨®n de esta nueva Europa.
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