M¨¢gica flauta m¨¢gica
La noche llevaba puesto el perfume del acontecimiento. La m¨¢s m¨¢gica de cuantas compa?¨ªas teatrales han hollado nuestros escenarios, Comediants, se encontraba por fin con la m¨¢s m¨¢gica de las ¨®peras de repertorio: La flauta m¨¢gica. Debo confesar que veladas previamente tan cargadas de expectativas como ¨¦sta me agobian. Ocupo la butaca en un estado de excitaci¨®n. Pues bien, cuando se apagaron las luces y empezaron a salir pajarillos de colores que trinaban alegremente por toda la sala me inquiet¨¦. Y a punto estuve de no controlarme cuando observ¨¦ que una de las simp¨¢ticas aves llevaba en el pico la batuta que, a pie de foso, recog¨ªa de manos de Papageno el director, Josep Pons. Nadie enga?aba a nadie, es cierto. Aqu¨¦lla iba a ser la visi¨®n de la historia por parte del m¨¢s tontorr¨®n de los personajes de la obra, Papageno, un sujeto que s¨®lo piensa en llenar la andorga y se la traen al pairo los ideales de fraternidad y sabidur¨ªa que tanto motivan a sus superiores, el pr¨ªncipe Tamino y el sacerdote Sarastro. O sea que ¨ªbamos a tener una versi¨®n que realzar¨ªa una vez m¨¢s los valores de la f¨¢bula por encima de los que esa misma f¨¢bula, ascendida a alegor¨ªa, intenta transmitir. Nada nuevo bajo el sol. O s¨ª. Justamente el sol es lo que iba a ser nuevo. M¨¢s precisamente, el viejo sol de Comediants iba a iluminar por primera vez la ¨®pera mozartiana.
Mis temores iniciales fueron desapareciendo conforme la obra avanzaba. Es cierto que de vez en cuando apreciaba cierta tendencia injustificada a rizar el rizo, pero en compensaci¨®n la escenograf¨ªa tiene momentos de gran poes¨ªa, jugada mayormente sobre im¨¢genes procedentes de la papiroflexia. De todos esos momentos me quedo sin dudarlo con la danza de los animales encantados: ah¨ª Comediants pudo echar el resto. Es cierto que las aprensiones iniciales nunca llegaban a desvanecerse del todo. Los tres geniecillos vestidos de Mozart, subidos a una nube de hierros retorcidos como la que corona la Fundaci¨®n T¨¤pies de Barcelona, sonaban a obviedad. Y Sarastro condecorando a los dos j¨®venes h¨¦roes al final de la obra, a autocita: ?los condecora con el sol verbenero de Comediants!
Pues bueno. Yo querr¨ªa ver otra Flauta, menos para pap¨¢s progres y m¨¢s centrada en los contenidos, pero entiendo que eso es dif¨ªcil, pues Schikaneder no facilita las cosas: su libreto rechina por abstruso en muchos momentos. Todo queda superado por la m¨²sica, que es lo que de verdad da fundamento a la obra. Pues bien, esta Flauta no me ha aportado ninguna novedad en este sentido.
El reparto fue m¨¢s bienintencionado que logrado. Bienintencionado porque buscaba m¨¢s la homogeneidad de las voces y la adecuaci¨®n f¨ªsica a los papeles que la brillantez individual. Eso puede salir bien o no tan bien. Sali¨® no tan bien y acab¨® aburriendo. A la hora de destacar m¨¦ritos hay que proceder de los papeles menores hacia los mayores. As¨ª, estaban bien ligadas las tres damas de la noche (Mar¨ªa Rodr¨ªguez, Mireia Pint¨®, Itxaro Mentxaca), los tres genios, incorporados por tres ni?as (Anna Altemir, Bel¨¦n Barnaus y J¨²lia Ses¨¦) y los sacerdotes menores (Crist¨®bal Vi?as, Vicen? Esteve). El Papageno de Wolfgang Rauch fue correcto, aunque no espectacular. Melba Ramos puede hacer una buena Pamina y lo dej¨® intuir, pero no acab¨® de redondear. El Tamino de Josep Bros es bonito, a¨¦reo, pero le falta algo de cuerpo.
En los dos personajes superiores, la Reina de la Noche y Sarastro es donde m¨¢s se acus¨® la falta de verdaderas personalidades. Cyndia Sieden dio las coloraturas sin esfuerzo, pero lo que en cambio cuesta m¨¢s de ver es una maldad poderosa transmitida por el canto. En cuanto a Sarastro (Harry Peeters), no pueden permit¨ªrsele debilidades en el registro grave. Por desgracia, las hubo. Finalmente, no acab¨¦ de entender del todo la direcci¨®n de Josep Pons. Llev¨® unos tiempos muy ligeros, pasando casi de puntillas por momentos que sin duda merec¨ªan mayor detenimiento y profundidad.
Esta Flauta pone fin al Liceo del exilio. El pr¨®ximo t¨ªtulo, Turandot, ser¨¢ ya en el teatro reconstruido. Un t¨ªtulo tambi¨¦n m¨¢gico. Crucemos los dedos.
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